12. Inesperado.

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- ¡NO! ¡Maldita sea... ¡Sí! ¡Sí, sí, sí! ¡ESO! - exclamó aplaudiendo.

Atento, miraba el televisor, sin perderse un solo detalle del partido de los Green Bay Packers, parecía que ni siquiera parpadeaba. Anne se asomó desde la cocina, había estado metida allí toda la mañana y le había prohibido a Harry entrar, no quería que este tocara nada y lo echara a perder. Parecía estar preparando todo un banquete, lo que era extraño porque Anne no solía cocinar tanto a menos que fuese navidad, o día de acción de gracias, o pascua... en fin, algún día festivo. De todas formas era muy sospechoso.

- ¡Increíble!- saltó en el sillón. -¡Maldita sea! ¡GANAMOS!- gritó.

- Harry...- le llamó Anne. Harry continuó gritando y aplaudiendo.

Se giró hacía Anne y corrió hasta ella, atrapándola en un asfixiante abrazo.

- ¡Ganamos! ¡Ganamos!- saltó con su madre aún entre sus brazos. - ¡Campeones! ¡Campeones!- canturreó.

- ¡Harry!- Anne terminó riendo.

Harry finalmente la soltó, era normal para él actuar de esa forma cuando los Green Bay Packers ganaban. Anne le sonrió y negó divertida.

- ¿Ya puedo saber qué tanto haces?- le preguntó Harry.

Anne suspiró, aún no. - Primero ayúdame a poner la mesa.- le dijo.

- ¿Quién viene?- obedeció, pero no dudó en preguntar.

- Ya te diré.

Fue lo único que ella le respondió. Harry ayudó a su madre a llevar los cubiertos, Anne había puesto el mantel previamente y había pasado la escoba un par de veces. Harry observó toda la comida en la mesa, era como Navidad pero en verano, sin árbol, ni regalos, sin adornos y sin la fea corona que su madre siempre quería colgar en la puerta. Estaba segura que esa corona espantaba a los que cantaban los villancicos. Todo se veía bien, pero aún no sabía para qué era todo eso, quién los visitaría, ni siquiera se había bañado aún.

- Harry ¿Me ayudas con esto?- le llamó desde la sala.

Harry fue hasta allí, el olor de la comida estaba en toda la casa, e inevitablemente su estómago rugió. Ya moría de hambre. Le ayudó a despejar los sofás, cabe mencionar que estaban escondidos tras las cosas de Harry, una bandera, un casco, un balón, una vasija con restos de botana, y hasta dos latas de cerveza.

- Ahora ve y cambiate esa camiseta.-le pidió cuando terminaron.

- ¿Bromeas? Esta camiseta es sagrada, acabamos de ganar y no me la voy a quitar.- se cruzó de brazos.

Quien quiera que fuera a comer ese día en su casa debía entender que estaba de celebración y no iba a quitarse su preciada camiseta de los Packers.

- Harry- se sujetó el puente de la nariz, su hijo era imposible, ni un niño de 5 era tan terco como su hijo de 21. - Solo ve a cambiarte por favor. Está bien, no tienes que quitártela si no quieres pero ponte una camisa decente encima.

- Aún no me dices quién viene.

- Eso no importa, solo quiero que te veas presentable.

Rechistando un poco, Harry subió las escaleras con pisadas fuertes y llegó hasta su habitación. Buscó su teléfono, el cual estaba revuelto entre las sábanas de su cama, la cual por cierto, no había tendido y si su madre por algún motivo entraba y veía el desastre lo llevaría de las orejas por toda la casa, recordandole lo importante que es un espacio limpio. Notó la falta de batería y lo dejó conectado mientras entraba a la ducha, no tardando más de cinco minutos. Aún en toalla, revisó sus mensajes. Todos eran de los chicos pero ninguno era de importancia, solo estaban hablando entre ellos y bromeando. Dejó de respirar cuando vió el nombre de Agi brillar en un mensaje. Ansioso lo abrió y sonrió.

Perfecta Armonía. (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora