13. ¿Duermes?

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— ¿En serio? ¿Mamá?— insistió.

—Shh—le mandó a callar. —Harry, no seas grosero. Podrían escucharte.

—¿Y qué importa?—abrió los brazos, y rodó los ojos.

—¡Edward!—le regañó severamente. —Jamás te he permitido que te expreses así y esta vez no va a ser la excepción. —gritó en susurros.

Harry bufó. Cuando su madre utilizaba su segundo nombre era que la cosa iba en serio, hasta parecía que se lo había puesto exclusivamente para regañarlo.

—Escucha bien, Harry, porque no lo voy a repetir. Vas a comportarte bien el tiempo que estén aquí, vas a demostrar los valores que te he inculcado porque si te los enseñé es porque debes usarlos. Nada de quejidos, gruñidos, indirectas que sueles usar, caras largas, ojos en blanco y mala actitud. Harry, hijo... por favor. Solo haz un esfuerzo, es lo único que te pido.

—Me estás pidiendo demasiado, mamá. Y lo sabes. Tú sabes que no los soporto, ni a Des, ni a su mujer, menos a su hija. Por eso evitabas decirme quién venía ¿Cierto?—negó con la cabeza, reprobando esa acción de su madre.

—Sí, porque sabía cómo ibas a ponerte. Y entonces te irías por ahí y no regresarías hasta tarde.—confesó.

Harry asintió, dándole la razón. Es exactamente eso lo que habría hecho, le habría dado unas cuantas vueltas al centro de Nueva York, o habría llamado a alguno de los chicos.

—No te prometo nada, mamá. Pero voy a hacer un esfuerzo, aunque si empiezo a molestarme los valores se me olvidarán.

Anne suspiró, pero estaba medianamente conforme con la respuesta de Harry. No quería presionarlo mucho, ella sabía cuanto le había afectado a Harry la ida de su padre a su corta edad, y más cuando se enteró que se había ido por culpa de otra mujer y un embarazo, y Des tan descaradamente le había dicho a su hijo que tendría una media hermana. Eso había hecho que Harry bajara a su padre del pedestal en el que lo tenía, guardándole rencor.

Harry decidió salir de la habitación, no se veía discutiendo con su madre por culpa de Des y su familia, de nuevo. Prefirió meterse en su habitación, su mundo. Cerró la puerta con pestillo y prometió olvidarse de todo por unas horas, se distraería navegando en Internet, o mirando televisión. Encendió la luz de su cuarto y caminó hasta la cama para tirarse de espaldas en esta.

Suspiró pesadamente pensando en el buen corazón de su madre. Si él estuviese en su posición, no pensaría en dejar entrar a la persona con la que su pareja lo engañó, simplemente no perdonaría un acontecimiento de ese tipo. Se imaginó en un momento así, cerró los ojos e inmediatamente se deshizo de aquella imagen. No soportaba ni pensarlo.

Varios minutos mirando el techo, pensando en cosas que segundos después olvidaría, se sintió aburrido. Su pie comenzó a golpear el suelo despacio y giró su cabeza, dándole vista completa de su guitarra recargada descuidadamente en la pared, si esta se rayaba y su madre lo veía, le iría mal. Así que con una mueca de susto se levantó rápido para quitarla de allí y colocarla en su debido lugar. Se volvió con ella para dejarla en su atril, se detuvo cuando topó la rodilla con el mueble que estaba a su lado.

— ¡Ah. Carajo!—se quejó, haciendo sonidos de dolor.

Siempre dejaba ese maldito cajón fuera, con mal humor lo empujó. Sus ojos pararon en su libreta, que se había caído al suelo cuando movió el muele de madera. Tomando bien la guitarra con una mano, se agachó para recoger la libreta. Leyó la última página escrita por encima un poco y abrió los ojos grande cuando se acordó que era la canción que había estado escribiendo.

Perfecta Armonía. (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora