18. True Colors.

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— Agi...— habló entrecortadamente, Emiliana. 

El tío Max se talló la frente. 

— ¿Para esto me pediste que viniera? Pues ya dejé las cosas claras, con permiso.  

Agi se devolvió sobre sus pasos, dispuesta a salir de allí enojada. 

— Agatha.— el tío Max la llamó, levantando la voz. 

Agi se detuvo en seco, no se movió, tampoco giró, solo se quedó allí de pie, esperando por lo que su tío la había detenido. 

— Tienes que respetar a tu madre.— dijo el hombre. 

Con una cólera impresionante subiéndole por el cuerpo, enrojeciendo sus mejillas en ira, Agatha se giró con una sonrisa sarcástica.  

  — Esa mujer lo que menos se merece es mi respeto, no es nadie para mí ¿Cómo pretendes que respete a alguien que no me respetó a mí?— habló, señalándola con asco.— ¿Para qué me vienes a buscar? Necesitas algo de mí, ¿verdad? Por que no creo que estés arrepentida, después de todo yo arruiné tu vida—se burló.— Fuiste lo bastante estúpida como para embarazarte a los 16, fuiste lo bastante estúpida para abortar, y fuiste bastante estúpida para criar una hija, por eso terminé viviendo con tu hermano.

— ¡Agatha! 

El tío Max se levantó de su asiento, completamente enojado y sorprendido por el comportamiento de Agatha, indispensablemente de lo que haya pasado, Emiliana era su madre, y debía darle una oportunidad, ella estaba arrepentida. 

Los ojos de Agi se aguaron, no de tristeza, si no de coraje, de impotencia. Odiaba llorar, sobre todo si era por culpa de Emiliana. 

— ¡Es tu madre! Deberías pensar las cosas antes de decirlas, estás siendo muy grosera.

Agi, incrédula, bufó. 

— ¡Esa mujer no es nadie para mí! ¡Ella me odia! ¡Yo arruiné su vida! ¿Sabes cuántas veces me lo repitió? Que no venga a querer dar lástima porque no quiero verla, ni hoy, ni mañana ni nunca. No es mi maldita culpa que a tus 16 años fueras tan imprudente y estúpida. Yo no te pedí nacer.—le gritó por ultimo. 

Las mejillas se le empaparon, la garganta le dolía y con pasos resonantes salió de la oficina dejando atrás los llamados de su tío. Se limpió el rostro con las yemas de los dedos y se apresuró a salir del bar, no quería que nadie la viera en ese estado. No miró a los lados, no se percató si alguien la reconocía, necesitaba salir de allí tan pronto como le fuera posible. 

Con la cara al suelo, llegó a su casa, cerró la puerta de un golpe y subió a su habitación con el teléfono en sus manos. Las lágrimas le habían dejado de salir, pero el coraje seguía en su sistema. Con dedos temblorosos marcó el número de Jamie, un timbre, y otro, y otro hasta que la contestadora respondió por Jamie. Agi colgó y volvió a marcar, repitiéndose el proceso anterior. ¿Dónde estaba Jamie? ¿Por qué no le respondía? Rendida dejó el teléfono en la cama y se recostó en la misma, cubriéndose la cara con sus manos. Debía salir de su casa, estaba segura que Emiliana se quedaría allí, y no se sentía cómoda en su presencia. El móvil timbró, y Agi se enderezó con la esperanza de ver el nombre de su amigo, contrario de eso, el nombre de Zach brillaba en la pantalla táctil. 

Deslizó el dedo para responder. 

— Con un demonio, te he estado buscando hace días. Se supone que soy tu novio pero parece que te olvidaste de eso.— la voz segura de Zach la sacó de sus casillas aun más.  

Suspiró pesadamente antes de hablar. 

— No estoy de buen humor, te pido que bajes un poco la voz.— cerró los ojos para tratar de regularizar sus emociones. 

Perfecta Armonía. (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora