2. Un café y una voz.

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*

Era sábado, la noche anterior no habían tenido éxito. La audición fue un desastre, y por la tarde-noche, Harry recorrió las calles de Nueva York en busca de alguna artista callejera, no encontró nada más que bailarines impresionantes, pintores, una abeja reina, un superhéroe con medias de leopardo y una capa verde y exhibicionistas. Nueva York era... Un lugar un tanto especial.

La tarde estaba cayendo, y era hora de ir a sus clases.

Harry enseña a niños de entre 6 y 12 años a tocar la guitarra en una escuela de música cercana a dónde vive. Sus clases son los miércoles a las 4 de la tarde, y los sábados a las 5. Se hacía tarde y aún debía tomar una ducha.

Una ducha y cuatro calles después, ya estaba a las afueras de la escuela. Con su guitarra en la espalda y todas las ganas por ver a esos pequeños niños entusiastas de nuevo, se adentró al establecimiento. Saludó al hombre del portón amablemente y caminó hasta el salón donde daba sus clases. Una vez entró, los niños se acomodaron en sus bancos, con sus miradas puestas sobre Harry, esperando ansiosos por la siguiente lección.

Habían aprendido ya las notas musicales, y también a tocar canciones básicas como "Estrellita" y el "Feliz cumpleaños"

La clase comenzó recordando la escala musical: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si

Los niños vocalizaban las notas y después las tocaban en sus guitarras. Una vez aprendida la mitad de una nueva melodía, la clase concluyó.

Harry se despidió de los niños y volvió caminando a casa. Eran cerca de las 7 de la noche cuando decidió salir a recorrer las calles, rogando por esta vez tener un poco más de suerte.

Con las manos en sus bolsillos delanteros, caminaba distraído, mirando los edificios, el cielo y de vez en cuando el pavimento. La oscuridad había cubierto ya el cielo, y las luces de la ciudad alumbraban el camino. Después de dar un par de vueltas se le ocurrió una idea, un bar-karaoke, siempre había gente queriendo ser reconocida.

Con una emoción extraña llenandole hasta los dedos de la manos, caminó decidido al bar-karaoke más cercano. Siendo positivo, esa misma noche podría encontrar a aquella voz que le haría aplaudir, aquella voz que se esconde y parece no querer ser encontrada.

Con sus palmas, empujó la puerta del lugar, estaba lleno, lo normal, era sábado. Aún así buscó un lugar para acomodarse, la mayoría de la gente estaba de pie así que decidió acercarse a donde la gente se amontonaba.

Dos chicas, lindas, pero a simple vista torpes, pedían una canción. Harry decidió no juzgar hasta escucharlas cantar, ¿Quién sabe? Podrían sorprenderlo.

Un minuto después supo que realmente estaba sorprendido, aquellas dos chicas eran un desastre, no iban de acuerdo a la música, no sabían la letra, y por supuesto, talento no tenían. Sus oídos estaban doliendo debido a las agudas y desincronizadas vocecillas.

Con un suspiro pesado caminó fuera del lugar, antes de poner un pie fuera escuchó que llamaban a su nombre. Se giró buscando a quien fuera que le había llamado.

- ¿Qué haces aquí? Tanto tiempo sin vernos, hermano. - un viejo amigo de Harry se dejó ver entre la gente. Hablando alto, sobre el ruido de las chicas que cantaban, para ser escuchado.

Harry sonrió y lo recibió con un abrazo amistoso y una palmada en la espalda.

-Lo mismo digo, ¿Cómo te va?

El chico se encogió de hombros y sonrió.

-No me quejo. ¿Qué haces por aquí, de todos modos? - le preguntó, y Harry suspiró antes de contestar.

Perfecta Armonía. (H.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora