Prólogo

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Cerré el zipper de mi maleta y lancé un suspiro pesadamente. Hacer maletas para ir a casa de la abuela había sido, tontamente, agotador. Y más si cada vez que creí que estaba lista, llegaba mamá dejando más ropa por doblar. Era estúpido guardar tanta ropa para un viaje de dos semanas, pero mi madre insistía en que la gran cantidad aún era poca.

Aparte de la maleta que pesaba como el demonio, también traía mi bolso, aunque éste era mucho más liviano, pues llevaba mi laptop, un pendrive, el cargador, mi teléfono y unos auriculares de orejeras.

Arrastré la maleta a través del pasillo hasta la parte trasera de la pickup de papá. Yo detesto esa camioneta: oxidada, con cierto olor a pescado putrefacto, los faros delanteros alumbrando con gran dificultad y un peculiar sonido para encender. A pesar de tantas fallas papá la adoraba, más que a su hija, seguramente.

–Franci, ¿Podrías apurarte? Hay mal tiempo– dijo mamá, yo bufé mirándola enojada, pues ella había sido la que me hizo tardar.

–Me voy en la parte de atrás...– comencé a decir, pero papá se adelantó.

–Ni pensarlo, va a llover, y fuerte.

–¿Y por qué no posponemos el viaje hasta mañana, cuando haya sol?

–Porque le prometí a mi madre que iríamos hoy, mañana es el funeral de Petunia.– dijo mamá, con cierto tono de tristeza. Petunia era su tía, yo no la conocí, y si lo hice no lo recuerdo, iba por mero respeto a la familia.

–Pero...

–¡Bien! ¡Sientate atrás, pero luego no te quejes si te referías!

Gané, de nuevo.

El auto arrancó y yo dejé que el viento me recorriera, mientras observaba la ciudad a oscuras, iluminada por la tenue luz de luna. Algo en mi bolso sonó y por el peculiar tono, deduje que era mi teléfono.

–¿Aló?

Fran,¿ya estás donde tú abuela? Pon el canal 5, pronostican un temporal en la zona – era Simon, algo asustado.

–No, estamos saliendo ya de la ciudad.

Deberían refugiarse...

–Calma, Simon, calma. Sólo es una llovizna.– Ni siquiera yo me creía a mi misma, pues el viento ya empezaba a hacerle notar.

–Bien... Oye,¿ Lo terminaste?

¡Sí, lo recordaba! Bueno, cómo no lo recordaría si casi siempre es nuestro principal teme de conversación. Yo sabía a qué se refería mi mejor amigo: mi libro. Llevo escribiendo una novela desde hace casi un año, y al fin la había terminado. Me sentía orgullosa de mi misma.

–Sip.

–¿Qué estas esperando, mujer? ¡Leeme la última parte!

Reí un poco y saqué la laptop del bolso negro, encendiéndola. Busqué entre los archivos hasta que lo encontré

Sin nombre. By: Francia Donnatteli

Di un suspiro abriendo el documento.

–¿Que pasa, Fran?

–Aún no decido el nombre para la novela, así nunca la podré publicar.– gruñí y repentinamente empezaron a caer algunas gotas de lluvia, cada vez más fuertes.

–Tranquila, pronto lo decidiras, esa es la parte más divertida de ser escritor– dijo Simon calmadamente.

–Si tú lo dices...

Yo te creé #PNovel #HopeAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora