13. Tu plan "B"

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Cada cierto tiempo, las personas se encuentran en el lugar equivocado en el momento equivocado, justo cuando parece que el día es maravilloso. Muy pocas veces, las personas suelen estar en una situación como esa más de una vez en menos de una semana. Lamentablemente, no es mi caso.

Una extraña mezcla entre la curiosidad y la ansiedad me recorrió el cuerpo.

El sonido de la ambulancia fue opacándose poco a poco, mientras que los murmullos comenzaban a recorrer todo el vecindario, como un rumor en medio de la aristocracia. Las personas caminaron hasta la acera, siguiendo con la mirada las brillantes luces azules y rojas. Mi garganta picó, cosa que ocurría cada vez que me molestaba ¿Qué les incumbe a ellos lo que suceda?

Lo mismo que te incumbe a ti.

Esto tiene que ver con mi personaje ficticio y su vida, estoy en todo mi derecho.

Las pequeñas fracciones de conversación llegaron a mis oídos, y por un momento me siento entrometida, hasta que escucho algo que captó mi atención.

"Pobrecilla" ," meses" y "La niña Sander"

¿Niña Sander? Automáticamente, miré sobre mi hombro. Varias personas estaban alrededor de una señora, que contaba con todos los ánimos del mundo los sucesos con sus nuevos vecinos como si se tratara de un episodio en su telenovela.

–Esa pobre chiquilla sólo tiene 13 años– decía– la única mujer, además de su madre, entre ese montón de niños. Han ido más veces al hospital de las que puedo contar con mis manos en los que llevan aquí ¡y esas son las veces que estoy viendo por la ventana!

No puedo evitar que mi corazón comience a latir descontroladamente, mientras mis ojos se abren de sorpresa. Repaso una y otra vez las palabras de la señora en mi cabeza. Los Sander no tenían hijas, sólo varones. En ningún momento nombré a una hermana de Jeremiah, hasta dónde yo recuerdo, nunca. Ni siquiera a un familiar que no hayan sido sus hermanos o su madre.

Unas desgarradoras ganas de ir al hospital me invadieron, mientras que mi cerebro gritaba por más información. Pero mi sentido común protestó, con insistencia.

No tienes ninguna excusa que sea...lógica para aparecerte en ese hospital.

Respiré profundo, intentando controlar la ansiedad en mi cuerpo. El apodo de esa chica bailaba en mi cabeza, repitiéndose como la pegajosa melodía de un comercial.

Me dejé caer en el borde de la acera, manteniendo mi vista en un vaso de plástico que rebotaba en el asfalto. La brisa era fría, constante, anunciando la cercanía prematura del otoño. El cielo mantenía su color, brillante azul, mientras los vecinos volvían a sus casas, aún cuchicheando descaradamente. Esto era demasiado...aturdidor, tal vez. Es extraño escuchar a un montón de personas chismorrear sobre personas que no existen -existían-, aunque, sinceramente, yo era la única persona que sabía que ellos no eran reales hasta hace sólo dos semanas.

Perturbador.

Es horrible no tener a nadie a quien contarle lo que te ocurre, dejarte ir y explicar todo lo que te hace daño, quemando dentro de ti; alguien que no juzgue y sólo escuche, esperando pacientemente para darte un buen consejo. Y yo podría tener a alguien así, sino fuera por el hecho de que sonaría como una loca.

Hay un momento en el que lo único que quieres hacer es gritar, lanzar al aire todo, mandar a la mierda todo aquello que parece no funcionar, y, aunque te haga sentirte mejor, no cambiará nada.

Golpeé el suelo con mis pies, gruñendo. Para mi sorpresa, se sintió genial. Mis ojos picaron, mi garganta ardía y, simplemente, comencé a golpear el suelo una y otra vez, gruñendo cosas sin sentido. No sé en qué punto me levanté y pateé un arbusto de ramas secas.

Yo te creé #PNovel #HopeAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora