Capítulo 4

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Parte I

Buenos Aires, Argentina. 29 de marzo de 2016.

Estaba anocheciendo y regresé a casa del trabajo. Había sido un día normal, sin complicaciones. Intenté concentrarme en las tareas que me asignaban, pero de a ratos mi mente comenzaba a divagar. Pensaba en todo lo que había estado ocurriendo en mi vida, y en lo poco que me afectaba. Imaginaba las reacciones que podrían haber tenido las personas normales, si se enterasen de un día para el otro que estaban viviendo con un ángel y su vecino era el demonio. Pensé en Vanessa, y en cómo se debe sentir vivir con ese espeluznante ser.
Rafael actuaba bien su rol de ángel, pues jamás le había visto cometer actos impuros, ni en el más mínimo detalle. Él era la definición de hombre correcto. No puedo evitar pensar que tal vez Mefistófeles, al ser un ángel caído, era una entidad totalmente contraria a mi compañero.
Si Rafa era pacífico y sereno, ¿Quería eso decir que el demonio era destructivo y malévolo?
De ser así, Vanessa debía ser una muchacha con una fuerza de voluntad de acero. Al plantearme su situación no podía compararme con más que una pequeña hormiga. En su lugar, no me veía capaz de soportar vivir con un ser así.

Tal vez tuve suerte.

Al entrar al comedor me distrajo una escena que no encajaba en lo rutinario. Rafael, quien solía saludarme cordialmente y preguntarme cómo había sido mi día, ésta vez me esperaba sentado en la mesa con un pilón de papeles en la mano.

-Fausto. Tenemos que hablar.

-¿Qué pasa con ésta atmósfera tan pesada? -Bromeé mientras tomaba asiento.

-Se trata de nuestro nuevo plan.

-Ah, sí, encontrar la felicidad, claro.

-Es difícil decir qué significa la felicidad, los humanos son seres muy intrigantes, y para ellos algo tan importante es sorpresivamente subjetivo. He escuchado de hombres que encuentran la felicidad en un alma gemela, otros que son felices con las cosas pequeñas. Creo que de tanta prueba y error, puedo afirmar que no encajas en ninguno de ellos.

-Es la primera vez que te escucho decir algo con una pizca de sentido.

-Cuando te dije que tal vez cumplir tus sueños sea la clave para encontrar tu propia felicidad, no tenía idea de por dónde empezar. Sin embargo, hoy he tenido una revelación.

-¿Ah, sí? ¿Cuál?

El ángel volcó los papeles que tan cuidadosamente sostenía en su pecho sobre la mesa.

-No. No, no, no. -Al principio no los reconocí, pero al ver lo que contenían aquellos viejos escritos, me percaté del horror que ocultaban. Frente a mí, yacía un fantasma del pasado, una herida del ego que había tratado de ocultar, y había esperado todos estos años a que se cierre por sí sola, con el frío ungüento del olvido.

-Debo admitir que no había esperado en lo más mínimo este lado de ti. Me sorprendes, y me disculpo por no haberlo notado antes. Pensar que en todo este tiempo se escondía dentro de tu ser el alma de un poeta.

-¡Ni una palabra más! Es muy vergonzoso, esos papeles estaban guardados bajo llave porque así quería que permaneciesen. No sé qué crees que te da el derecho de invocarlos de vuelta a este mundo.

El ángel echó una cálida carcajada.

-Yo pienso que es una historia muy buena la que aquí has plasmado. A juzgar por la letra la escribiste cuando tenías doce, o trece años. Para esa edad tenías buena ortografía, tal vez cierta pasión. Claro que necesita un par de correcciones, pero estoy seguro que el tú de ahora podría hacerlas sin problemas.

-Debí imaginar que intentarías algo así de tonto cuando mencionaste trabajar en mis sueños -Me levanté de la silla y disimuladamente me acerqué a él, lentamente tome un vaso de agua que había apoyado en la mesa, lo bebí, y lo devolví a su lugar. Tragué saliva y rápidamente intenté arrebatarle los papeles, pero él los apartó con reflejos de lince.

FaustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora