Capítulo 7

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Parte I

Buenos Aires, Argentina. 7 de abril de 2016.

Al igual que cualquier otro día, me levanté con el sonar del despertador. Pero ya no era cualquier otro día. No había un ángel, no había una vecina, no había una búsqueda de la felicidad. En esa habitación estábamos solo yo, y un dolor de cabeza nauseabundo que hacía al mundo dar vueltas.
Tampoco había rastros de Mefistófeles, no le había visto desde ayer.
Somnoliento, abrí la puerta del baño y apoyé mis brazos sobre el lavabo. Suspiré profundamente. Era hora de alistarse para ir al trabajo nuevamente.
Tomé el cepillo de dientes que reposaba en un vaso de plástico junto a la canilla, pero cuando miré directo al espejo, me llevé una desagradable sorpresa.
Entoné un desafinado grito al notar que junto a mi reflejo yacía otra figura.
El demonio al otro lado del cristal me saludó con una pícara sonrisa.

-Buenos días, Fausto.

-¿Qué haces tú aquí? –Pregunté aterrado, mientras revisaba cada rincón del baño intentando dar con el paradero del oscuro ser. Pero era inútil, éste sólo aparecía en el espejo.

-Ah, sí. Olvide explicártelo. Veras; Mi presencia aquí es un tanto diferente a la de mis hermanos los ángeles. No puedo acompañarte a donde sea que vayas de forma física, aunque sí puedo manifestarme ante otros humanos si así lo deseo. En este caso, sin embargo, es innecesario.
La realidad es que ahora vivo dentro de tu cabeza, compañero.
Ahora compartimos el mismo cuerpo. Piensa en mí como en un carismático huésped.

-¿Estás diciendo que no habrá segundo en el que pueda separarme de ti? ¿Ni en la intimidad?

-Oh, vamos, ¿Crees que soy algún vejete pervertido? Si estás haciendo lo tuyo, solo cierra los ojos y listo, no puedo ver lo que tú no ves. Recuerda que tenemos el mismo cuerpo.

-Osea que estoy poseído. Por el diablo. Nunca imaginé que sería así.

-No sé qué películas hayas visto para hacerte una idea de cómo funciona una posesión –Mefistófeles lucía confundido.

-Bueno, tampoco es tan difícil de deducir. Eres el Diablo, un ser de destrucción. Lo más normal sería que ahora me encuentre vomitando y caminando por las paredes.

El infernal entonó una burlona risa.

-Verás, Fausto. El "Diablo" no es como la gente lo pinta. Muchos trabajamos en ese rubro. Cuando dicen que satanás es encantador y seductor, se refieren a mí. Ahora, también están las almas vengativas, como Lucifer, mi hermano mayor, el más rencoroso de todos. No podrías tener una conversación elocuente con él, eso te lo aseguro. Ese individuo solo piensa en cómo hacer que Dios sufra por sus errores, ah, esos vendrían a ser ustedes, los humanos.

-No sé qué hago escuchándote. No me interesa –Balbuceé, mientras acababa de lavarme los dientes –Tengo que ir al trabajo, solo permanece cayado por un rato.

Terminé los preparativos y estaba listo para abandonar el edificio, pero me topé con un último obstáculo. Una carta de sobre blanco yacía en el suelo junto a la puerta de casa, como si alguien la hubiese deslizado por debajo de la misma. Se le notaban pisadas propias de mis zapatos negros, de seguro pasé por encima de ellas ayer y no lo había notado gracias a la desagradable situación que había vivido.

Tomé el pequeño sobre, pero antes de abrirlo, el recuerdo de Rafael apareció en mi mente, mi garganta se ennudeció gracias a ello. ¿Era este un intento del ángel de arreglar las cosas? Para mi sorpresa, no lo era. Al leer la nota que contenía la carta sin remitente me percaté de que era de Vanessa.

FaustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora