Capítulo 27 (Matt)

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No podía hacer nada, estaba herido y enjaulado. Golpeaba el cristal con todas mis fuerzas, las cuales eran pocas, pero lo único que conseguía era dañarme los puños y manchar la pared con mi sangre. Gruñí frustrado antes de sentarme en la cama y llevarme las manos al pelo, tirando de él con desesperación. Tenía que salir de ahí. Tenía que ayudar a Alex, esa persona que había sido una niña asustadiza jugando al escondite, con unos niños en el bosque; y ahora se encontraba allí, toda una adulta, luchando contra la persona que había amado para salvarnos a Derek y a mí. Sin embargo, la notaba cambiada, a pesar de seguía siendo la misma. Su mirada había pasado de ser alegre y un tanto inocente; a unos ojos fríos, seguros de sí mismos y con un brillo aún más intenso. ¿Cuánto habría cambiado en una semana? ¿Qué había ocurrido en nuestra ausencia? Muchas veces habría tratado de imaginármela. Por las noches, en ocasiones, soñaba con ella, en nuestra cabaña del bosque, riendo como siempre. Entonces, cuando el sueño acababa, ella seguía siendo la misma. Ahora, por otro lado, ya no estaba tan seguro.

Suspiré aliviado cuando se dirigió a mí, sonriendo feliz de verme. Yo me encontraba en una encrucijada, pues me alegraba de que estuviera allí, pero también me preocupaba que Phil le hiciera daño, o nos utilizara para que Alex hiciera lo que él quisiera. También me alivió que mantuviera su sentido del humor con Derek, pues eso significaba que, detrás de esa fría capa que la cubría, estaba la Alex que había cautivado mi corazón. Sin embargo, no pude evitar gruñir, cuando aquel chico, lleno de tatuajes y armado, la miró de aquella manera. Vi mucha confianza entre ellos y parecían decirse todo solo con los ojos. Él se preocupaba por ella y yo me sentía inmensamente celoso por ello. Cuando la cogió de la barbilla, comprobando su rostro, en busca de heridas, bufé enfadado.

Sin embargo, me quedé de piedra cuando Phil se transformó en aquel grande e imponente puma. Aquello explicaba muchas cosas, como que recordara a Alex cuando nos lo encontramos en la discoteca. Además, la historia de su antepasado cobraba sentido. Pero no tuve tiempo de meditar sobre ello. Cuando comenzó a acechar a "mi chica", comencé a golpear el cristal, intentando romperlo. Sabía que las probabilidades de que eso ocurriese eran pocas, pero no podía quedarme de brazos cruzados mientras un felino buscaba mil maneras de acabar con su vida. Tanto Derek como yo, gritamos que corriese, pero ella se mantuvo firme. No pude evitar sentirme orgulloso de ella y su valentía. Oí su conversación con Roonie, así lo había llamado Alex, el cual no estaba dispuesto a dejarla sola. Creo que eso sería lo único en lo que ambos estábamos de acuerdo.

Abrí los ojos como platos, al igual que Derek y toda persona que se encontraba en el almacén, salvo Roonie, cuando Alex sonrió, segura de sí misma, y su cuerpo cambiaba poco a poco, con una elegancia que no había visto nunca. Cuando el tigre blanco sacudió su pelaje y estiró sus músculos, como si se sintiera liberado, entendí lo que había pasado. Alex había ido a las ruinas y había encontrado a su animal interior. No sabía cómo había entrenado su transformación, pues a nosotros nos costó varios intentos y meses de entrenamiento, para poder controlarla. Hubo ocasiones en las que pasábamos días convertidos, sin poder volver a ser humanos; y, otras veces, por mucho que llamáramos al lobo o al oso, nunca llegaron. Era increíble que Alex, en tan solo una semana, pudiera manejarla de esa manera.

La pelea que se desató enfrente de mí, me puso los pelos de punta. No eran dos gatos jugando, sino dos grandes felinos luchando por matar al otro. No quería que Alex se llevara el peso de quitarle la vida a alguien, pero verla dar zarpazos con sus poderosas patas y mordeduras con sus largos colmillos, no sabía qué pensar. Al principio, Phil llevaba la iniciativa, atacaba sin parar, mientras el tigre buscaba la manera de quitárselo de encima a base de arañazos y dientes. Sin embargo, ella lo lanzaba con sus patas traseras fuera de su alcance, permitiéndole levantarse y pasar a la ofensiva. En una ocasión, el puma acabó impactando sobre el cristal de la jaula del ciervo, provocando una grieta importante, dejándome ver la cantidad de fuerza que poseía el tigre, bastante más que la nuestra. El ciervo, aprovechando la marca en su jaula, comenzó a golpearla con los puños, sin importarle las heridas que se formaban en sus nudillos. Roonie, que hasta ese momento, observaba la pelea con el ceño fruncido pero con una mirada que brillaba de orgullo; miró hacia él y corrió donde se encontraba el pelirrojo.

Atrapada en el Bosque #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora