Capítulo 11. Parte I

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~Capítulo 11. Parte I~

- ¡¿Qué?!

- Shh, Ana por favor - la callé - te dije que no gritarás.

- ¿Pero que esperas? Me sorprendí - se encogió de hombros - aparte escuchas lo que me estás diciendo, no puedo creer que vayas a ir a esa reunión.

- Ni siquiera se de qué es - suspiré - aunque yo tampoco lo puedo creer, es como si fuera mentira mi vida. Y no es como si me pudiera negar.

La verdad si podía hacerlo, solo que cierta parte de mi quería ir. ¿Qué? Es una fiesta elegante y siempre he querido ir a una, y si dan comida mucho mejor.

- ¿Sabes? Es muy cliché lo que te acaban de decir, ahora que lo pienso.

- ¡Lo sé! Y no me gusta.

- Tendrás que ir, que pena por ti - se burló con sarcasmo - sin embargo vas a ver a empresarios bastantes guapos, no creo que sufras tanto.

Me reí y luego suspiré.

~*~

Viernes.

Los días fueron volando, literalmente. No se si fue por ansiedad o nervios que me jugaron una mala pasada, pero no podía concentrarme en nada de lo que hacia. Estaba mirando el computador y no lograba juntar más de dos palabras así que suspiré y me levanté.

- ¡Emily! - gritaron mi nombre y al girarme me encontré con Alexa - Hola - movió su mano energéticamente.

- Hola - la miré extrañada por su tanta energía. ¿Cuántos años tiene?

- Vámonos - me tomó del brazo y me jaló, o por lo menos hizo el intento.

- ¿Que? No...espera - traté de zafarme lo más suave que pude - estoy trabajando, Alexa. No puedo irme así como así.

- Claro que si puedes, por algo lo estoy diciendo.

- No puedo, tengo que pedir permiso a alguno de tus hermanos y dudo que uno de ellos me lo de.

- Pero...

- Vaya señorita Morrison - volteé mi cabeza rápidamente a ver a Ian de pie detrás de mi.

- ¿Que?

- Que le doy permiso para ir con mi hermana.

- Pero el trabajo.

- Váyase - dijo suave y eso casi me hace caer. ¿Y a éste que el dio?

- Está bien - me giré aún extrañada y observé a Alexa sonriendo de oreja a oreja.

- ¡Si! Ahora nos vamos - me tomó del brazo otra vez y nos subimos al ascensor y antes de que se cerrará pude alcanza a ver una leve sonrisa por parte de él.

Ya dentro del auto de la pequeña de los Lehner, aún tenía la duda de cuantos años podría tener esta mujer.

- ¿A dónde vamos? - pregunté cuando estábamos saliendo del edificio.

- ¡De compras! - gritó eufórica.

- ¡¿Que?! - no es que me molestara ir de compras, pero me saco de trabajo para ir a comprar. Aparte no creo que me pueda dar el lujo de comprar donde ella obtiene su ropa.

Mi perdición eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora