La última hija de Artemisa-Una antigua profecía

Misiones y mirmekes

Lean mi mensaje del final porfa :)

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Casio, Frank y Annabeth se reunieron en el comedor para discutir cual sería nuestro siguiente movimiento. Bajé las escaleras en busca de Leo, al pasar junto a la mesa Casio me hizo señas para que me sentara con ellos.

—¿Dónde está Leo?—pregunté en lugar de sentarme.

—Creo que en el cuarto de maquinas—contestó Frank.

Casio me miró con una duda en su rostro—¿No quieres quedarte aquí? Estábamos hablando sobre el viaje a Roma, sobre la misión de Annabeth.

Oh cierto, esa misión. Lo había ignorado por completo; creyendo que no tendría que salir en una misión de nuevo decidí no prestarle mucha atención a la misión de Annabeth, iba algo así: desde que Percy desapareció los dioses se han negado a hablarnos (aunque ninguno de ellos sabe cumplir esa promesa del todo bien), así que por un tiempo no teníamos ni idea de lo que ocurría con ellos. Esto fue hasta hace poco. La madre de Annabeth, Atenea, la visitó pero algo no estaba del todo bien, su madre seguía cambiando de personalidad...literalmente. ¿Alguna vez te has preguntado como hay dioses romanos y griegos? Son los mismos, pero al ser vistos de manera diferente se presentan diferentes, esto implica que sus personalidades cambian. Como si dos personas vivieran en un mismo cerebro, así fue la visita para Annabeth, su madre seguía saltando de una personalidad a otra, de griega a romana. Aún así logró transmitirle un mensaje, Annabeth tenía que recuperar una estatua enorme y aparentemente importante de Atenea, perdida hace mucho tiempo...Es todo lo que sabía sobre ese tema, como dije no presté demasiada atención por lo que no conocía los detalles.

Debería haberme quedado pero necesitaba hablar con Leo—Hum, ¿Por qué no mejor ustedes planean todo y me cuentan después?—dije con una sonrisa—realmente no soy la mejor en lo que se refiere a planear una misión. Soy más de las que actuar en el momento.

—Si eso qui...—empezó el romano.

—Sí, perfecto—lo interrumpí, corrí hacia el cuarto de maquinas.

La puerta al cuarto de maquinas estaba justo a lado de la cabina de Leo, conveniente para él. Leo me había dado un tour por el barco una vez pero no me había mostrado el cuarto de maquinas; Leo Valdez era un chico peculiar, siempre hacia bromas y jugaba con piezas de metal y resortes, con esa actitud uno creería que Leo era un niño despreocupado y alegre. No del todo, un par de veces me lo había encontrado sentado y pensando-algo inusual en él-, la mirada de Leo esas veces me destruyó. Su mirada era triste, distante, se notaba desconectado de todo lo que lo rodeaba; entonces me di cuenta de cuan solo Leo se sentía. Claro, él tenía a Jason y Piper, pero al mismo tiempo Jason y Piper se tenían el uno al otro. Leo no podía pegarse a ellos todo el tiempo.

Nunca había encontrado una forma de acercarme a Leo, hasta ahora.

El cuarto de maquinas era un lugar oscuro, hacía mucho calor por las máquinas en constante movimiento. Leo se encontraba agachado debajo de una caja de metal grande que hacía mucho ruido.

Cerré la puerta detrás de mí con cuidado—Leo hola...

—¡Ay!—el chico se sobresaltó causando que se golpeara en la cabeza, rápidamente. Cuando me vio se notó incluso más sorprendido—Elizabeth ¿qué haces aquí?

—¿Es un mal momento? Puedo venir después—di un paso hacia atrás.

—No, no, está bien; ¿qué necesitas? ¿algo se rompió en tu cabina?