El tour de Virbio

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Elizabeth (P. O. V.)

Me sentí en shock el viaje entero al aeropuerto, los tres en una solo moto no era cómodo, pero no me importó mucho, solo tenía una cosa en mente...mis padres. Apenas terminara la misión debía llamarlos, no me imaginaba cuán preocupados debían de estar cada vez que yo desaparecía al campamento mestizo. No era justo para ellos tenerlos esperando, pero si me atrevía a llamar de nuevo monstruos o mafiosos me encontrarían, y no podía darme el lujo de pelear de nuevo ese día, ya estaba exhausta.

Logramos llegar al aeropuerto, corrimos al mostrador y compramos el primer vuelo a Roma. Finalmente en la sala de espera pude respirar, me dejé caer en una de las sillas, nuestras armas no habían sido detectadas por los rayos x de los mortales, lo cual fue una gran ayuda, no tenía ganas de pasar media hora en seguridad convenciéndolos de que mi espada era solo un pisa papeles o algún otro objeto inútil e inofensivo como ese.

—Entonces una vez que lleguemos a Roma buscaremos a Cayo Mario con tu moneda ¿cierto?

Casio asintió—¿Estás bien, no te hicieron daño esos tipos?

Negué con la cabeza—Unos estúpidos mortales no son rivales para mi, me tomaron desprevenida pero eso es todo—aseguré, no podía mostrarme alterada frente a Casio. Él tenía cosas importantes en qué pensar, no debía desperdiciar su tiempo pensando en mí—duerme todo lo que puedas en el avión, necesitas tu energía para lo que nos espera allá.

—¿Cómo creen que estén los demás?—preguntó Connor.

Apreté los labios—Deben estar bien, es todo un grupo de semidioses de alto rango, temo más por los que intenten atacarlos.

—Como Octavian...—rió Casio—es un idiota pero muy persuasivo, puede convencer a todos de que la tierra es plana si se lo propone, si no fuera por Reyna ya habría tomado control completo del campamento.

—Tendremos que confiar en las habilidades de Reyna para frenarlo hasta que Annabeth recupere la estatua de Atenea y haya paz entre nosotros.

Pasamos el tiempo haciendo platica de todo y nada hasta que el momento de abordar el avión llegó. Era la primera vez de Casio y Connor en primera clase por lo que estuvieron sorprendidos con el tamaño de los asientos, la televisión y las bebidas que ofrecían. Por mi parte apenas estuve en mi asiento me preparé para dormir durante las siguientes ocho horas de vuelo.

...Después de un tiempo teniendo sueños con dioses, titanes o monstruos, era facil incluso soñando reconocer entre mis sueños normales y aquellos fabricados por una entidad ajena a mi. Sabía que no era un sueño de Afrodita ya que ella solía verme en un salón de maquillaje o tomando el té, dos actividades que no me encantaban.

Me encontraba en medio de un bosque, frente a mi entre la neblina aparecía una fuente con una estatua de Artemisa en el centro.

—¿Hola?—dije en dirección a la estatua esperando que saltar frente a mí y empezara a reprocharme todo lo que hacía mal—¿Artemisa?—no hubo respuesta—...¿mamá?

—Es solo una estatua ¿sabes?—una voz a mi lado me tomó por sorpresa.

—¡Dioses!—grité llevando una mano a mi pecho—no me sorprendas de esa forma.

—Mis cazadoras nunca se sorprenderían de esa forma—dijo Artemisa arrogantemente—¿cómo has estado Elizabeth?

La observé rápidamente, su cabello seguía siendo rojizo y sus ojos seguían pareciendo lunas, pero ahora se veía como una mujer que podría tener la edad suficiente como para ser mi madre en lugar de una chica de 12 años—Ya sabes...sobreviviendo, ¿qué haces aquí?

La última hija de Artemisa-Una antigua profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora