Perdemos la nave (parte 2)

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Elizabeth (P. O. V.):

Así que Percy, Frank y el entrenador Hedge salieron a Atlanta en busca de Phorcys y agua salada. Solo otro día en la vida de un semidiós. El resto de nosotros se quedó en la nave esperando a que algo interesante ocurriera.

Connor, Casio y yo nos encontrábamos practicando en la cubierta, los tres con nuestras espadas fuera y cada uno tratando de derribar a los otros dos. Parecía que Connor y Casio habían echo un acuerdo silencioso para derribarme. Connor blandió su espada hacia mi costado izquierdo, Casio intentó atacarme del lado derecho. Esquivé a Connor y bloqueé la espada de Casio, con un giro de la muñeca logré que soltara su arma. El romano rápidamente sacó otra de su cinturón, enarqué una ceja sorprendida. Me atacó, evité su golpe. Di una vuelta e intenté derribarlo con una patada, Casio la esquivó con un salto pero Connor no fue tan rápido.

En ese momento sonó la alarma otra vez, paramos enseguida. Todos nos reunimos en la cubierta de nuevo.

—¿Qué ocurre?—preguntó Annabeth.

—Volvieron las águilas—dijo Leo señalándolas en el cielo.

A pesar de que volver a ver las águilas no me hacia muy feliz me alegró que mis flechas les hubieran causado problemas el tiempo suficiente. Los animales tenían las plumas revueltas y rasguños por todo el cuerpo, no era lindo lastimar animales pero no tenía opción si representaban un peligro para mis amigos.

Escaneé toda el área, si las águilas habían regresado no tomaría mucho tiempo para que los romanos aparecieran. No estaba equivocada, un par de metros detrás de las águilas un pequeño grupo de romanos apareció. Octavian los lideraba, si llegaba a enfrentarme con ese idiota le clavaría mi espada en el trasero.

—No podemos dejar que se acerquen—dije—los demás aún no regresan. Tenemos que hacer algo.

Annabeth asintió y sacó su daga—Hay que patearles el trasero.

La chica estuvo a punto de avanzar pero la detuve, Annabeth frunció el ceño—Lo siento Annabeth, pero el entrenador Hedge dijo que no puedes dejar la nave. Tiene razón.

—No puedo creerlo—la rubia me lanzó fuego con la mirada, aún así mantuve una mirada firme, Annabeth tenía una misión muy importante y no valía la pena que se enfrentara en batallas tontas.

—Casio, Connor y yo los distraeremos—aseguré, los chicos asintieron—ustedes cuiden la nave.

—Pero...—la chica dio un paso al frente.

Puse mi mano sobre el hombro de Annabeth—Hey, Percy ya se perdió una vez y todos sufrieron por eso. Si tu te llegaras a perder...—negué con la cabeza—ni siquiera quiero pensarlo. Espera aquí ¿de acuerdo? Tienes una misión de todas formas, tu momento de actuar no está lejos.

Annabeth me miró como si yo me hubiera transformado en una polilla gigante o algo así. Creo que nunca en mi vida había sonado tan madura.

La chica suspiró—De acuerdo.

Connor se encontraba bajando por la escalera, lo seguí pero Casio se quedó atrás por un momento.

—¿Qué ocurre?—lo miré, el chico estaba apretando los labios.

Casio suspiró—Annabeth si no regresamos a tiempo continúen sin nosotros—dijo el chico—encontraremos la forma de alcanzarlos.

La mirada en el rostro de Casio era tan determinada que supe que Annabeth no tuvo otra opción que aceptar.

Una vez que todos llegamos al suelo señalé hacia el oeste.

—Por ahí llegaran—dije.

—Aun están lejos—Casio observó a las águilas en el cielo—primero debemos deshacernos de ellas y después nos encargaremos de Octavian y sus amigos.

—¿Ya puedo dispararles?—pregunté con una sonrisa.

—Supongo que no tenemos otra opción.

Caminamos lejos de la nave no queriendo atraer la atención de las águilas cuando estábamos cerca de ella. Corrimos hasta salir del parque en el que habíamos aterrizado, nos encontramos en una ciudad llena de actividad, no tan caótica como Nueva York claro está. Había gente por todas partes y coches pasando de un lado a otro por la calle.

—Creo que no conseguiremos un lugar mejor—dijo Casio.

—¿Cuál es nuestro plan exactamente?—preguntó Connor.

—Me gusta improvisar.

Connor gruñó—A mi no...

Lo ignoré y saqué tres flechas de mi carcaj, apunté a las águilas y disparé. Como Casio me había advertido las águilas fueron rápidas y evadieron mis flechas; pero logré mi propósito: llamar su atención. Las águilas se lanzaron en picada sobre nosotros.

—¿Ahora qué?—pregunté.

—Correr—dijo Connor.

Casio nos lideró, cruzamos la calle corriendo lo que resultó en muchos coches pitando y amenazando con atropellarnos. Un águila aprovechó el momento en el que un coche estuvo a punto de arrollar a Connor para lanzarse en picada sobre mi, en el ultimo segundo salte a un lado y las garras del animal solo lograron rozarme. Rápidamente saqué una flecha y logré derribar a una de las águilas, me sentí mal por el animal al verlo intentar volar para terminar cayendo, pero no teníamos opción.

—¡TRAIDOR!—oh no, los tres nos dimos la vuelta para encontrarnos a unas cuadras de la persona más estúpida e irritante sobre la faz de la tierra.

Octavian lideraba un mini ejercito de romanos, que con sus caballos y armadura debían de lucir como un extravagante carnaval para los mortales alrededor—¡ríndete ahora y tu castigo no será tan doloroso!

Le hice una seña a Octavian que hubiera causado que mi madre me abofeteara.

—¿Era eso necesario?—dijo Casio no realmente molesto.

—Debemos distraerlos de la nave el tiempo suficiente pero no podemos enfrentarnos a ellos, son demasiados—miré alrededor.

—Si dejamos que se acerquen más las águilas podrían guiarlos a la nave—añadió Connor.

—A través de ellos es la única forma—dijo Casio.

Creo que no estoy mal al decir que Casio es el más prudente de nosotros tres por lo que su siguiente movimiento sorprendió tanto a Connor como a mi. Casio corrió a un coche cercano con la puerta abierta, el dueño del coche se encontraba cerca y horrorizado corrió hacia su coche pero no logró llegar a tiempo, Casio condujo hacia nosotros nos subimos de un salto y entonces se dirigió hacia los romanos.

Algo que he aprendido con Casio es que los romanos son extremadamente testarudos, y estoy segura que de haber estado enfrentando a Reyna y no a Octavian los romanos no se hubieran retirado, pero como no era el caso a solo unos metros de los romanos Octavian dio un grito agudo y se lanzó a un lado, el resto de los romanos se dispersó también.

Casio pasó entre los romanos, sin dañar a ninguno, con el coche; Octavian dio enseguida la orden de que nos siguieran. Vaya que era tonto, nuestro plan estaba funcionando a la perfección. Si el chico tuviera algo de cerebro en la cabeza se daría cuenta que esto era un plan para distraerlos.

Conducimos sin rumbo seguidos de los romanos por un par de minutos hasta que por fin logramos perderlos. Estaba segura de que habíamos logrado fastidiar lo suficiente a los romanos como para que nos dejaran en paz por el momento, un par de flechas inofensivas pero definitivamente dolorosas al trasero de Octavian habían sido cruciales para su decisión de retirada. Sonreí orgullosa ante el recuerdo. Dejamos el coche en un callejón, era una suerte que la policía no nos haya encontrado aún.

—Debemos regresar al Argo—dijo Connor—antes de que los romanos nos encuentren de nuevo.

Desafortunadamente cuando regresamos al parque la nave ya no se encontraba ahí, me sentí un poco irritada de que nuestros amigos nos hubieran dejado, pero  Casio tenía un camino que recorrer diferente al de aquellos en la nave, tal vez era mejor así.

La última hija de Artemisa-Una antigua profecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora