Capítulo XXI: Una Nueva Vida

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El cielo nublado presagia lluvia próxima y el fuerte viento golpetea una y otra vez contra la apretada multitud que se reúne en el muelle en torno al Mauritania pronto a zarpar.
Dos jóvenes empujan abriéndose paso a duras penas entre el gentío que saluda con manos en alto a sus seres queridos.
-¡No vayas a soltar por nada del mundo mi mano, Candy, podrías perderte entre la muchedumbre!-
-No te preocupes Anthony sostengo tu mano fuertemente y no la soltaré-
Anthony empuja tratando de llegar a tener a la vista, en la proa, el lugar que le indicaran en la carta. Finalmente lo consigue.
-¡Allá! ¡Mira Candy! ¡Allá arriba!-
Y señalando en una dirección Anthony le muestra a Candy la persona que afanosamente están buscando.
Desde la cima del mundo, pareciera, un joven apuesto observa la gente, en miniatura, apretujada abajo en el muelle, la vista distraída sin posarse en nada en particular, sus pensamientos vagan en los detalles de un rostro pecoso de ojos verde esmeralda.... Y no repara en el muchacho y la muchacha, que con vivo sentimiento intentan llamar su atención con angulosos saludos y gritos.
-¡Mira Terry! ¡Allá abajo están Candy y Anthony! ¡Han venido a despedirte!-
El joven vuelve en sí tratando de enfocar su dispersa atención en dirección a donde señala su madre.
En segundos, que parecen siglos de búsqueda, su vista ancla en una pequeñita persona con colitas en el rubio cabello, y, aunque por la distancia no puede contemplar esos ojos añorados, los adivina y su corazón se llena del calor que sólo da el amor.
Con los ojos ahora humedecidos grita con toda su alma.
-¡Candy! ¡Estoy aquí! ¡Aquí! ¡aquííí!-
-¡Terryyyyyy!-
La voz de Candy, apenas audible ante tanto alboroto que la rodea, alcanza los oídos de Terry que se emociona visiblemente y deja brotar de sus ojos dos gruesas lágrimas. Sus padres, una a su derecha y el otro a su izquierda se miran conmovidos.
Eleanor posa una de sus manos sobre el hombro de su hijo y, acercándose a su oído le susurra.
-¿Ves como tenía razón? Tu corazón deseaba verla una vez más-
Y dirigiéndose a Richard le comenta.
– He hecho bien al enviarle a Anthony la carta contándole de nuestra inminente partida.-
El noble asiente con su cabeza.
Desde su lejano lugar en la plataforma Candy saluda vivamente, sus ojos anegados una vez más.
-¡¡¡Terryyyy!!! ¡¡¡ buen viaje Terryyyyy!!!-
El inmenso buque inicia su larga travesía con lento movimiento y el corazón de Terry se acelera pareciendo que va a salirse de su pecho, su brazo totalmente estirado no deja de saludar con grandes movimientos a ambos lados y dándose cuenta de la presencia de Anthony que también saluda afanosamente, saluda con más energía todavía gritándole.

-¡Anthony! ¡Adiós Anthony! ¡Cuida bien a Candy por mí! –
Y diciendo esto se retira de la baranda hacia dentro del barco y cubre su rostro con su mano derecha y se entrega al llanto.
Su madre lo sigue y vuelve a sostener uno de sus hombros amorosamente y su padre conmovido hace otro tanto con el otro. Terry levanta su vista al sentir la cálida mano de su padre sobre su hombro y por unos instantes siente el calor del amor paterno que vela por él. Esos ojos, antes gélidos, ahora llenos de ternura y compasión lo asombran grandemente y parte de su pena es abrazada por el padre que siempre deseó tener. El joven asiente con su cabeza, a modo de acuse de recibo al cariño del noble y se seca las lágrimas con una de sus mangas. Su madre acaricia sus mejillas, cosa que también sorprende al muchacho y colocándose delante fija su amorosa vista sobre la de él y le sonríe tratando de levantarle el ánimo. Terry recibe anhelante todas estas demostraciones de afecto tan desconocidas en su vida y sonríe también abrazando a su madre mientras el noble se une al abrazo familiar y le dice.
-Hijo, ahora comenzamos una nueva vida.-
Terry levanta su vista mirando a su padre y después de un breve instante asiente con su cabeza. Entonces, con renovada energía, aunque aun brotándole lágrimas, se abalanza contra la barandilla y saluda con una sincera y enorme sonrisa que acompaña con estridentes gritos:
-¡Adiós Candy! ¡Adiós Anthony! ¡Nos veremos más adelante! ¡Lo prometo!-
Desde el muelle Candy y Anthony apenas logran ver la figura de su amigo a la distancia pero el lejano y fervoroso movimiento de los brazos de Terry alcanza los corazones de ambos y retoman sus afanosos saludos.
-¡Adiós Terry! ¡Disfruta de tus padres Terryyyyy!-
Candy se deshace en lágrimas pero su sonrisa no desaparece en ningún momento.
-¡Adiós Terry! ¡Seguiré en contacto contigo como acordamos! ¡No dejaré de escribirte y mantenerte al tanto de todo! –
Los ojos de Anthony también están humedecidos por la emoción, en su interior la sensación de separarse de un amigo entrañable lo conmueve.
Los dos jóvenes dejan de distinguir las formas en el transatlántico, que ya enfila hacia el lejano horizonte.
Candy siente sus mejillas arder mientras el frío viento mece sus ondulados cabellos hacia el Océano, su vista clavada en la imagen del Mauritania que va empequeñéndose en el horizonte. Sus lágrimas han cesado pero su corazón aun tiembla percibiendo la distancia que va creciendo entre ella y aquél que aun es, un gran amor. Inconsciente del tiempo transcurrido vuelve a tener conocimiento de su cuerpo helado y levantando su vista ve las nubes negras que han oscurecido todo el ambiente mientras unas espaciadas gotas comienzan a caer anunciando el momento de retornar a la vida. Unas palabras dichas con gran dulzura despiertan su corazón entumecido.
-Candy. Creo que ya va siendo tiempo de marcharnos.-
La joven se vuelve al muchacho dándose cuenta que en todo ese tiempo él ha estado a su lado acompañándola en esta despedida, respetando la necesidad de silencio y de tan sólo estar allí parada, viendo el Mauritania desaparecer a lo lejos.
Su deslumbrante Anthony de antaño convertido en todo un hombre no sólo le ha dado la oportunidad de ver a Terry antes de su partida sino que también le ha estado infundiendo fuerzas desde un silencioso anonimato. Ella ya no está sola como antes, su amor de la niñez la sostiene con tan solo su presencia.
En su corazón, sin embargo, sus sentimientos se arremolinan una vez más, sus verdes ojos se abren al notar este hecho. Anthony, dándose cuenta de su turbación, la toma de los hombros y la conduce hacia el coche sin decir una sola palabra a lo cual Candy responde con completa docilidad.
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En los días sucesivos Candy retoma las tareas hogareñas de la casona del bosque junto a Dorothy. Trabaja en total silencio tratando de ordenar su corazón mediante los quehaceres domésticos, como si el trabajo pudiera acomodar sus sentimientos y su vida de alguna manera.
Anthony, encerrado en su habitación, parece trabajar desveladamente en su nuevo libro. Apenas si sale de su pieza para tomar un baño y ha dejado su adorado jardín a cargo del señor Whitman, que, a pesar de su edad no deja de trabajar, aunque con ritmo lento, en lo que más ama. Anthony ha pedido a Dorothy que le lleve los alimentos a su habitación y casi no se deja ver.
Candy, si bien por momentos anhela verlo, siente su corazón enturbulado y agradece este tiempo, que el joven le concede, a solas consigo misma.
Sin embargo, en los momentos en que lo extraña locamente, se acerca a la habitación del joven rubio con cualquier pretexto y limpia ruidosamente los alrededores intentando forzar la aparición del muchacho y es sólo en esos momentos en los que Anthony abre su puerta y, con la escusa de tener la necesidad de algo de afuera, se muestra a la joven que, con ojos anhelantes trata de llenar su alma con la breve vista del muchacho.
Candy comprende perfectamente que la intención de Anthony es darle un tiempo para que pueda ordenar sus sentimientos ya que el mismo joven se lo aclarara antes de encerrarse en su habitación diciéndole:
– Tengo que prepararme para enfrentar mi vida sin ti, así como lo está haciendo Terry en este momento. Siempre sentí que finalmente te decidirías por mí. Aun cuando estabas viviendo con Terry lo sentía así. Pero no debo pecar de soberbia y por eso necesito este tiempo tanto como Terry y como tú. Sé que lo entiendes, Candy.-
La muchacha lo comprendió al oirlo. Ella sabe perfectamente el dolor que su falta de decisión provocara en los corazones de sus dos amores y debido a esto se ha propuesto recobrar su corazón valeroso y fuerte, que parece haber perdido a lo largo del camino.
Sin embargo, después del transcurso de un mes, algo en su interior comienza nuevamente a dudar de la verdadera presencia de Anthony en su vida y esto la retrotrae a los tiempos en que pensara que él había muerto y, sus pasadas pesadillas vuelven a adueñarse de sus noches. Esto, unido a la cada vez más imperiosa necesidad de verlo durante el día y de sentir, el calor de su corazón irradiado desde su azul mirada, hace que Candy deba doblar sus esfuerzos por recobrar su fortaleza.
La muchacha se pregunta si ha vuelto a hablar en sueños, como antaño cuando se despertara llamando a Anthony a los gritos, no recuerda haberse despertado de esa forma, pero eso también la preocupa, ya que su habitación es contigua a la del joven.
Y de esta forma una noche, Candy se despierta sin reconocer el lugar sintiendo el viento de aquel día fatídico golpeando en su cara y gritando
-¡Anthony! ¡Anthony! ¡Anthonyyyyyyyyy!-
La pobre muchacha no termina de despegar las imágenes de su pesadilla y todavía ve el cuerpo del muchacho sobre la hierba al tiempo que, temblando, sigue gritando y no percibe que la puerta de su habitación se abre de golpe y que Anthony corre junto a ella y poniéndose en frente de su desesperado rostro la llama.
-¡Candy! ¡Candy! ¡Despierta! ¡Estoy aquí, estoy contigo!-
La joven no alcanza a reconocer el rostro del joven que ahora se ha convertido en un hombre, y sigue buscando el rostro del joven de 14 años que todavía sigue fijo, inerte, en su mente desfasada, forcejea y vuelve a llamar.
-¡Anthonyyy! ¡No me dejes! ¡Por favor! ¡No te mueras! ¡Por favor! ¡Te necesito! ¡No me dejes! ¡noooo!-
-¡No te dejo, no te dejo, no voy a dejarte nunca si así lo quieres, nunca más voy a dejarte, mi amor!-
Y diciendo esto acerca su rostro al de la muchacha que lo ve y en ese instante lo reconoce y antes de que ninguno pueda percatarse se besan con intenso ardor.
Candy abraza a Anthony con desesperación, como si de la fuerza que usara para aferrarse a él dependiera el hecho de traerlo a la vida de nuevo y sin medir la intensidad de su abrazo lo arrastra sobre sí.
Anthony, con el afán de consolarla de alguna manera, se deja arrastrar y besa sus labios, sus mejillas, su frente una y otra vez, una y otra vez buscando drenar el dolor de su amada con sus besos que de a poco se transforman en ardientes besos llenos de pasión.
La joven se deja llevar por los besos y caricias del muchacho al punto de arder también en deseos por él, acariciando los rubios cabellos y todo el torso de su anhelado, no se da cuenta de la situación en que se encuentra, completamente perdida ante el placer físico que el contacto con su amor de su niñez, le provoca, sintiéndose totalmente colmada por el amor que emana del muchacho.
Anthony, a su vez, acariciando el delicado cuerpo de la joven siente que no puede detener el impulso de hacerla suya, los movimientos de ambos cuerpos se armonizan cada vez más y se vuelven más frenéticos pareciendo llegar a lo inevitable. El susurro de su nombre emanado de los labios de la joven despierta su conciencia robada por el extremo gozo y Anthony abre sus ojos y viendo lo que está a punto de tomar, hace acopio de toda su fuerza de voluntad y gran fortaleza interior y logra separar sus labios de los de la muchacha y, jadeando todavía, separa con sus brazos el cuerpo de la joven del suyo, sosteniendo a Candy desde sus hombros, con su cabeza agachada y sus dorados cabellos despeinados cubriendo sus ojos, puede sentir la fuerza que la joven ejerce contra sus atenazadoras manos tratando de volver al abrazo enloquecedor de los sentidos. Entonces, sin pensarlo dos veces y empujando, suavemente a Candy lejos de sí con un impulso, se sienta en la cama, alejándose aun más del objeto de su deseo, al tiempo que dice con gran determinación
-¡No Candy! ¡No!-
Y luego, al ver que la joven no avanza sobre él, se tranquiliza y fijando su todavía turbada mirada sobre Candy agrega.
-Lo siento-
Y baja su cabeza. Candy se apresura a decir.
-Anthony si es por mí..... para cuidarme.... Tienes que saber que yo... yo..... ya no soy vir..-
Pero Anthony no deja que termine la frase y asegura con fuerza.
-¡No! ¡No es eso! ¡Y tampoco me importa en realidad!-
-Entonces ¿qué es? Yo.... ..yo hubiera deseado que no te detuvieras.-
Ni bien termina de pronunciar esas palabras Candy se lleva una mano a la boca cubriéndola y, pese a la oscuridad de la habitación Anthony logra adivinar el rubor que cubre las mejillas de la muchacha.
Anthony se acerca a Candy y toma suavemente la mano con la que ella cubre su boca y con una mirada de intensa ternura le sonríe susurrándole.
-Yo.... Yo también te deseo, Candy-
Los ojos de la joven se abren ante la confesión y miran atentos a Anthony que continúa.
-Pero soy un hombre muy ambicioso sabes. Lo quiero TODO de ti. No deseo sólo un momento de placer...... sino un FUTURO contigo. Porque verás, el día que te haga mía, no me voy a contener en lo absoluto, me voy a entregar a ti en cuerpo y alma y voy a estar deseando también el fruto de ese amor.... de nuestro amor....... con todo mi corazón. ¿Entiendes eso, Candy?-
-¿El fruto de nuestro amor?-
Candy se ve confundida. Pero reacciona al comprender.
-Al decir fruto de nuestro amor... te refieres a nuestros hijos-
Anthony sonríe y asiente con la cabeza.
-¿Lo ves? No podría hacerte mía sin un contexto para darle a nuestro hijo. Y ese contexto se llama matrimonio. Por eso...... por mucho que te desee jamás voy a tomarte sin ese contexto. Por nuestro bien y el de nuestros hijos............
Ahora mismo ardo en deseo por ti........ pero al mismo tiempo en el momento que te haga mía estaré deseando que me des un hijo, fruto de ese acto.-
Y separándose de Candy, Anthony vuelve a sentarse en la cama y baja su mirada al suelo haciendo silencio por unos instantes, luego retomando la palabra agrega.
-Las cosas para mí sólo pueden ser de esa forma, Candy-
El joven dirige su mirada suplicante a la de la muchacha, como rogándole que lo comprenda y acepte su decisión.
Candy por su parte se encuentra tan maravillada ante tal sinceramiento que no puede emitir palabra alguna.
Anthony se levanta de la cama aduciendo.
-No es prudente de mi parte permanecer en tu habitación, de modo que buenas no....-
Pero Candy lo interrumpe.
-Yo también quiero darte hijos, yo....... algunos años atrás........ he soñado muchas veces que me casaba contigo.... Que formábamos una familia tu y yo....... y que teníamos unos hermosos niños fruto de nuestro amor.....-
Las lágrimas recorren las mejillas de Candy al recordar y sonriendo continúa.
-En alguna parte de mi desordenado corazón sigo sintiendo que tu lo eres todo para mí....como en aquellos años de niñez en que vivía sólo para verte un día más, para volver a encontrarte un día más y no había ninguna situación por más dolorosa que fuera, que pudiera separarme de ti. Todo lo podía soportar, los maltratos de los Leagan, el trabajo duro de sirvienta, toda la atención, que como niña me faltaba, todo era soportable tan sólo sabiendo que estabas cerca y que podría volver a verte. Si tan sólo no me hubieran mentido acerca de tu muerte yo...... yo jamás hubiera puesto mis ojos en otro hombre, Anthony. Y, aunque realmente hubieras muerto y yo hubiera re hecho mi vida con alguien más, estoy segura que el mero recuerdo tuyo me hubiera hecho estremecer el alma porque yo nunca podré dejar de amarte.-
La mirada de Candy se profundiza y se aclara, las lágrimas parecen limpiar sus dudas y confusión e intenta aclarar sus sentimientos pero Anthony da por terminada la charla diciendo.
-Lo sé. Sé lo que sientes por mí. Pero debes ser tú la que decida comenzar una nueva vida conmigo, o diría retomar la que habíamos ya comenzado juntos. Porque yo también soñaba, en aquellos años, casarme contigo algún día. Por eso, seguiré esperando tu "sí, acepto convertirme en tu esposa". Buenas noches, Candy.-
Y de esta forma Anthony abandona el cuarto de Candy cerrando la puerta al salir.
Dentro de la habitación Candy cubre con la manta, su cuerpo que aun está temblando de excitación, y con su mano trata de calmar su pecho que late desbocado.
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A la mañana siguiente Candy se sorprende al bajar las escaleras y encontrar a Anthony sentado en la mesa esperando su desayuno.
Rápidamente se sienta a su lado y le sonríe.
-¿Ya has terminado tu libro, Anthony?-
Anthony le devuelve la sonrisa.
-¡Para nada! No he podido concentrarme en lo absoluto. Sólo he estado contestando correspondencia atrasada.
-Entonces sólo te recluiste para darme un espacio a mí-
Candy baja la cabeza mientras Anthony coloca su mano sobre la de la joven para confortarla.
-Eso no importa ahora. Lo que importa es que te ha vuelto la luz a los ojos y vuelven a irradiar alegría, de a poco vuelves a ser tú misma, Candy. Eres tan linda cuando ríes. –
-¡Anthony!-
Candy se sonroja.
-¡Ja,ja,ja,ja! ¡Sigues ruborizándote cuando te lo digo!-
Entonces ambos estallan en risas.
-Así me gusta. Ya era hora de que los dos sonrieran de nuevo.-
Dorothy entra al comedor con el desayuno para ambos, Candy le agradece volviendo a sonreír.
Durante el desayuno Anthony propone:
-Mira Candy he estado pensando que sería bueno que te dediques a lo que estudiaste...... y como me he enterado por la Srta. Pony y la hna. María de que una vez te ofreciste para trabajar como enfermera en el Hogar...... pues bien ¿qué te parece si lo haces realidad? De esa forma no sólo trabajarías de lo que te gusta sino que también podrías estar cerca de esas dos mujeres que tanto amas y... de los niños. ¿Qué te parece mi idea?-
El rostro de Candy se ilumina de pronto.
-¡Me haría muy feliz! Pero.... No sé si el Hogar puede darse el lujo de pagar a una enfermera y sé que ni la Srta. Pony ni la hna. María me permitiría trabajar gratis.-
-Bueno, si es por eso no hay problema, ya que desde que fuimos a visitar el Hogar juntos, Albert ha estado donando una generosa suma todos los meses... y pues yo también dono un porcentaje de las regalías de mi libro y......-
Anthony se rasca la cabeza y mira para otro lado conociendo de antemano la reacción de la pecosa.
-¿Y?-
-Pues la verdad es que ya les he preguntado y estaban encantadas de que trabajaras con ellas en el Hogar-
-¡Anthony! ¿Por qué no me lo dijiste desde un principio?-
Candy lo reprende.
-Anthony sonríe socarronamente y contesta
-Esss.. essss que queríamos que lo decidieras tú... y si te lo decía pues.... Ya no iba a ser una decisión tuya-
Candy toma una servilleta y acercándose al joven, comienza a pegarle con ella traviesamente.
-¡Pues es casi lo mismo! ¿No crees?-
Anthony toma otra servilleta y se defiende, ambos parecen unos niños. El muchacho se levanta y jugando toma con su mano derecha el hombro izquierdo de Candy y con su otra mano intenta arrebatarle la servilleta. De repente sus rostros se encuentran muy cerca. Ambos detienen el juego y se miran fijamente a los ojos.
Candy siente su cabeza dar vueltas y el imán la empuja hacia los labios de Anthony pero se contiene recordando las palabras de la noche anterior "seguiré esperando tu sí, acepto ser tu esposa" y, al ver la misma lucha interior en el rostro de Anthony, da un paso atrás suavemente.
Anthony sonríe aliviado y congratula la decisión de Candy con su mirada.
Los dos vuelven a tomar asiento.
-Entonces es un hecho. Hoy mismo el coche te va a llevar hasta el hogar y le darás a conocer tu decisión a la Srta. Pony y a la hna. María.
-¡De acuerdo!-
Candy asiente y se retira a preparase para la nueva vida que comienza.

El Retorno De AnthonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora