Capítulo VI, él.

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Es la octava vez que el timbre suena y no tengo fuerzas para levantarme, quizás es el dueño del condominio

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Es la octava vez que el timbre suena y no tengo fuerzas para levantarme, quizás es el dueño del condominio. Siempre he estado al día con la cuenta ¿acaso viene a darme lata por solo dos semanas de retraso?

No he podido salir, siento que son mis últimos días, no tengo ánimos de nada y nada quiere verme a mí. ¿Por qué interrumpen mi desidia?

El timbre vuelve a sonar, «ya nadie puede morir en paz?» Pienso mientras me arrastro hacia la puerta. Estoy por abrirla cuando tocan de nuevo. ¿Quién en esta vida puede ser tan quisquilloso? Es irrespetuoso cuando no comprendes que no eres bienvenido.

Lo mataré, mataré al desgraciado que infortuna aún más la poca existencia que queda de mí.

Girar el pomo se convierte en una tarea muy forzosa, siento que requiere de todas mis fuerzas ¿y así pienso matar a alguien? Soy una burla. Al lograr ver la entrada de mi apartamento abierta en su totalidad solo observo la espalda de una mujer, una mujer que abandoné hace tiempo y que nunca pensé en volver a ver, una mujer que me causó muchos dolores de cabeza que ella misma apaciguó, y es que así es la amistad, un complemento, un consumo de energía y una parte fundamental en nuestra existencia.

Me harté de ella varias veces, pero solo necesitaba escuchar su voz arrepintiéndose en susurros para saber que no tenía el valor de irme lejos, ella siempre necesitaría de mí, o eso fue lo que pensé. Ella no solo era mi amiga, era mi mejor amiga, a quién abandoné cuando me enamoré de la causa de mi decadencia.

Me está sonriendo. Aquella dulce silueta en su boca sigue siendo tan deslumbrante como siempre, la cual desaparece al percatarse del estado en que me encuentro. No la culpo, soy un muerto andante.

─¿Qué necesitas? ─fueron sus únicas palabras.

─Olvidar ─mi única respuesta.

30/09/08

Mis días sin ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora