Capítulo IX, ella.

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Alva

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Alva.

Su nombre contenía cuatro letras, pero su persona era la definición de la ternura. Siendo la menor de nosotros, era quién más energía positiva tenía. Nadia fue como su hermana, su partida la afectó de una manera descomunal.

Hice un gran esfuerzo para ser el mejor apoyo, pero no fue suficiente. Era claro que yo también estaba sufriendo, y dos personas vacías no pueden ayudarse. Esa dulce chica perdió su luz, todos perdimos nuestra luz. Cuando estábamos los tres nos inundaba un silencio asfixiante. Alva comenzó a precipitarse en huir, alejarse de la abrumante sensación de desconsuelo. Nuestras últimas reuniones fueron demasiado para todos, nada era igual, necesitábamos tiempo, pero terminamos perdiendo lo poco que nos quedaba.

La última vez que la vi se fue del apartamento sin despedirse. Esa noche sentí una opresión en el pecho muy extraña. Se lo comenté a él en un mensaje, pero al igual que yo no sabía cómo manejar la situación. El hecho de que fuera hombre no lo hacía menos sensible, Tye era su hermano, su compañero, su escudo, su mano derecha y a veces la izquierda, seguro no era fácil hacerse el fuerte. Así que no le llené la cabeza con más preocupaciones, pero continué sintiendo algo raro: un nudo en la garganta ¿cómo cuándo te atragantas con una pastilla? Así de incómodo era.

Las sombras que se reflejaron en mi habitación aquella noche fueron tenebrosas, preocupación era un eufemismo para lo que sentía.

Fue en la madrugada cuando todo comenzó a desmoronarse de nuevo, llamé a su habitación 15 veces. Ahora lo recuerdo con claridad: me desesperé. Tuve un ataque de pánico que se apoderó de mí, supe que algo no estaba bien y con mis dedos temblorosos logré hacer una llamada más. “Ven fue lo último que pude susurrar antes de que la desesperación se apoderara por completo.

Unas frías manos en mi rostro me hicieron reaccionar, su expresión reflejaba el más puro terror. Una gota de sudor helado recorría mi espalda, casi como si hubiera regresado de la muerte, probablemente me estuvo llevando de la mano. Él me tenía en sus brazos y pude sentir como su piel se erizaba. Nos miramos por un tiempo indefinido, hasta que nuestras respiraciones se normalizaron a un ritmo constante y regular.

Mis labios se entreabrieron para susurrar mi única preocupación en ese instante: Alva.

Me ayudó a levantarme, al estar de pie esa sensación me azotó: cuando quieres hacer algo, pero ya es demasiado tarde. No como cuando se te escapa el bus, esta era completamente apubullante. Mis oídos comenzaron a zumbar y no pude evitar salir corriendo. Sabía que él me seguiría porque yo haría lo mismo, por algo éramos los mejores amigos.

Eso era lo que apaciguaba mi desesperación: no estaba sola.

Corrí como nunca a través de arbustos y bancos. Crucé la plaza como si el viento me llevar. Vislumbré su casa, aquella que guardaba todos los secretos que una vez allí fueron contados. Alva tenía el mejor estatus económico entre nosotros y era la única que no vivía en las habitaciones del campus, pero se había alquilado una pequeña casa cercana a la universidad para disfrutar de nuestra compañía hasta tarde.

Empujé la puerta con todas mis fuerzas, no requirió de mucha ya que estaba entre abierta. Casi caigo de bruces, pero la sorpresa no lo permitió. Nada me fuera capacitado para presenciar lo de esa noche, nadie debe estar capacitado para eso.

La hermosa y tierna Alva.

Su cuerpo guindaba inerte del techo de su hogar. ¿Por qué tardé tanto? No debí haberla dejado salir de mi habitación esa noche. ¿Por qué entré en pánico? Siempre me culparé por eso. ¿Por qué, por qué, por qué?

La impresión de verla así me hizo querer salir corriendo, pero no tenía fuerzas, solo llegué a la acera principal. Caí de rodillas en el suelo con la mirada perdida en los recuerdos. Entonces comenzó a llover, como si Tye y Nadia sintieran mi tristeza y lo expresaran con miles de gotas que caen sobre nosotros, como las lágrimas que recorren mi rostro. Sentí sus brazos rodearme y sus sollozos inundar mis oídos, ahora parece como si cada poro de mi cuerpo hubiera decidido llorar por nuestra desgracia.

Porque al parecer de eso estábamos rodeados: de desgracias.

03/11/01


Estuve días con una necesidad extraña, pensamientos viejos, recuerdos ajenos, parecía que algo me atraía al pasado. Así que reuní el valor necesario para comprar el boleto, uno de ida. Fue absurdo que la primera persona conocida que me crucé al llegar fuera su madre, una mujer baja y de ojos acuosos que no sabía nada de su hijo hacía semanas.

En mi corazón lo supe, nunca me imaginé que sería por él, pero todo en mi vida siempre ha sido por él.

He comenzado a recordar con detalle nuestra ruina, es por eso estoy aquí. Entonces fue claro, no puedo perderle.

Por novena vez presiono el timbre.

30/09/08


Mis días sin ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora