VIII. Sombras y voces.

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Zameer cayó durante breves segundos por el pozo sumamente oscuro. Al tocar suelo rebotó violentamente sobre la alfombra y rodó un par de metros lejos de la zona que iluminaba tenuemente la luz lunar (a decir verdad, no alumbraba nada ahí abajo). Se despertó boca abajo, golpeado y entumecido, con un hilillo de sangre corriendo de entre sus mandíbulas.

«¿Qué clase de sucio pozo es éste?» se preguntó Zameer limpiándose la sangre del rostro con una mueca de asco (y vergüenza). En la cultura sangheili es deshonroso perder sangre o resultar herido.

Paseó la mirada a su alrededor, se incorporó y con pasos tambaleantes avanzó por la oscuridad. Uno de sus pies chocó con algo en el suelo. Se agachó y colocó las manos sobre el objeto. Era frío, probablemente metálico, muy pesado porque no fue fácil de mover y tenía la forma de un... ¿Cuerpo? Zameer pensó quién podría ser, cuando recordó que el individuo más cercano a él en el momento de la explosión fue Neerai. Así que dio por sentado que era él y ni le pasó por la mente tomarse la molestia de usar su brazalete para escanearlo.

—Ahora estoy en un agujero lejos de la superficie, sin indicios de cómo salir de aquí y con Neerai como compañía, sin ofender —habló Zameer, pero no obtuvo respuesta. Pensó que Neerai estaría inconsciente, así que siguió hablando más para sí mismo que para alguien en particular —. Ahí arriba, al mirar a mi alrededor, pude ver que una especie de bestia arrasó con todos los humanos. Todavía se pueden observar los cuerpos con hilos carmesí secos manando de sus heridas, heridas profundas hechas por las zarpas de una fiera. Un humano no ataca a otros humanos, así como un sangheili no ataca a otro hermano sangheili sin motivo de por medio. Y me parecería improbable que uno de sus soldados haya cometido semejante... ¿Neerai? ¿Estás despertando? —Zameer notó cómo el individuo se movió en su sitio hasta incorporarse.

—¿Quién es Neerai? —respondió con voz ronca su acompañante.

—Ya veo que no eres él —respondió Zameer —. En realidad, no veo nada, pero lo adivino. ¿Caíste aquí antes que yo? ¿Eres de las expediciones que envió Kega antes de que yo bajara?

—Sí, puede ser... No lo sé —respondió el otro sujeto totalmente confundido.

—En ese caso, estaré contigo —declaró Zameer firmemente —hasta que alguien venga a sacarnos o hasta que encontremos la salida.

—Parece que estaremos mucho tiempo aquí, Mason, no creas que no me di cuenta de que me seguías.

—¿Quién es Mason?

—Parece que el desorientado aquí eres tú...

—No sé a qué te refieres con llamarme Mason. ¿Es un nombre?

—Si no eres él, entonces no sé quién eres. ¿Eres simplemente otro soldado?

—Sí, se podría decirque sí —respondió el sangheili, dubitativo —. Solo soy un soldado más.

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Su extraño acompañante tenía una forma muy particular de hablar. Pero eso no resultó relevante. Dina se sentó en el suelo y estirando los brazos a un lado descubrió que estaba a menos de un metro de una pared, así que se arrastró hasta ella y se recargó lentamente, presa del dolor de sus heridas.

—¿Y qué te ha llevado a pensar que solo eres un soldado más? —preguntó Dina.

—Solo soy una pieza más en este juego, como en una partida de ajedrez —el desconocido rió por lo bajo como si acabara de recordar algo —. Soy un...

—... medio para un fin? —Dina sonrió, pareció entenderse bien con aquel hombre, aunque escuchara que la voz que él emitía era grave, posiblemente el sonido lo distorsionaban sus oídos a causa del golpe.

Fauve-114Donde viven las historias. Descúbrelo ahora