¿Por qué yo?

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  Los rayos del sol irrumpen en mi cuarto, traspasando mis cortinas; como viles delincuentes, aunque no los culpo de igual manera no he dormido nada. Me doy vuelta en mi cama, dándole la espalda a la ventana, huyendo de la luz... siempre huyo de las cosas. Es domingo y no he dormido nada ¿irónico no? Pensaba que este iba a ser un buen fin de semana, creo que hubiera preferido que mi padre hubiera estado aquí; seguramente no me habría dejado salir ayer. Suspire ruidosamente y me levante de la cama.

  Miro mi rostro en el espejo del baño, me veo horrible. Más horrible que de costumbre. Mi cabeza rebobina el día de ayer, más específicamente cuando Larry me besó... lo hizo tan descaradamente, o sea, prácticamente me besó y se fue. No soy la única cobarde al menos.

*Serian la pareja perfecta*

  Muy graciosa. ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Y si alguien nos vio? Mierda seria mi final. Eche otro vistazo al espejo.

—Tú y yo sabemos que eso no es verdad —me dije a mi misma, no creo que mi padre esté dispuesto a dejar a su juguete.

  Después de cepillarme voy a la nevera a buscar algo de comer. Nada, está vacía, genial. Salgo de mi casa; rumbo al supermercado. De camino logro escuchar a los gallos cantar, ¿no será muy temprano?, ¡me da igual!

  Al llegar entro rápidamente, para mi suerte estaba abierto aunque un poco vacio. Voy directamente al área del pan, tomo una bolsa de pan para sándwich. Lo veo un momento... el pan engorda. Pensé, últimamente me he sentido más llenita, microsegundos después me hallaba en medio del súper jugando con mi barriga. Dejo las estupideces de lado y voy por queso, al parecer mi humor mejoró un poco.

  Paso frente a las verduras, debería comprar algunas para equilibrar... y chocolate. Busco chocolate en el estante de verduras, no está. El chocolate debería de estar con las verduras, es decir, viene del cacao, el cacao sale de una planta, por lo que el chocolate cuenta como verdura. Mientras explicaba mi disparatada teoría al final del pasillo; en la caja, veo nada más y nada menos que al culpable de mi falta de sueño; Larry. Mi pulso cayó al suelo ¿de todos los lugares por que tuvo que venir aquí? Estúpido destino, estúpidas casualidades. La palabra sonó en mi cabeza ¿casualidad? ¿En serio fue casualidad?... tal vez me está siguiendo... ¿o no?

  Al darme cuenta me encontraba en el área de juguetes, ¡¿Por qué demonios siempre huyo?! Aunque huir en esta situación no tiene nada de malo ¿no? Solo esperare cinco minutos y saldré.

— Kendall... —una voz extraña pronuncia mi nombre, dudosa.

  Volteo rápidamente, una señora como de cincuenta años esta frente a mí, sosteniendo un papelito entre sus manos. Me sonríe cortésmente y me entrega dicho papel.

—¿Qué es esto? —le tomo el hombro delicadamente.

—Te lo enviaron— me guiña un ojo, cómplice.

  La señora se alejo, siguiendo con sus compras. Concentro mi atención en aquella factura, teniendo una idea del responsable ¿Por qué una factura?, la acerco a mi rostro para ver lo que dice, "no me ignores me deprimo, supongo que estas confundida así que te dejo quieta por el momento, ya me fui así que no te preocupes. Es Larry".

  No pude evitar reír, pensaba que no me había visto. Voy a la caja para pagar, veo hacia la puerta, por un momento pensé que me estaría esperando. Abro la puerta como puedo mientras revisaba las bolsas en busca del chocolate. En el suelo frente a mi aparece una sombra. Oh Dios, no estaba tan equivocada después de todo.

—¿Por qué me ignoras? —se queja Larry con la boca llena, ¿no le enseñaron modales? Parece un salvaje, aunque debo de admitir que se ve muy bien con esos jeans y esa camiseta ceñida.

Polos iguales (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora