Otra vez el trío de idiotas

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  Cojo hielo de la nevera y lo envuelvo en un paño, aun estoy atónita ¿Por qué me cacheteó?, es decir, dije buenos días y sentí el impacto ¿estará de mal humor?, lo más probable es que pagó su rabia conmigo. La próxima no saldré de mi cuarto hasta que se vaya; su forma de dar buenos días no me agrada. Salgo de mi casa.

  Miro el reloj en mi muñeca, faltan cinco minutos para entrar a clases ¡maldición!, si no me apuro llegare tarde. Miro al frente y a lo lejos veo el liceo. Corro hacia la entrada

  Me detengo un momento a tomar aire, lo suficiente como para notar a las mismas tres chicas de ayer. Maldije mi suerte internamente, ¿Dónde está el malhumorado del portero cuando lo necesito? Me acerco silenciosamente a las tres chicas paradas en todo el medio de la entrada,

— Permiso, están en el medio —exprese fastidiada. No respondieron—Quítense —intento otra vez.

  Miro mi reloj desesperada, ya es la hora.

— ¡Quítense de una buena vez! —golpeo la pared junto a mí.

  Concentran sus miradas en mí, mirándome de arriba abajo, como burlándose. Adopte una postura más firme.

— Permiso —digo fastidiada.

  Me ignoraron; otra vez. Estaba a punto de empezar a discutir y echar maldiciones, pero la morena me interrumpió.

— Lerry es lindo —comenta embobada.

— Estúpida, es Larry —corrigió la pelirroja, dándole un golpecito en la frente —y si, es un bombón —presiona su pecho con sus brazos.

— Por fin llegan nuevos lindos —agrega la rellena.

  ¿Es enserio?, ¿Larry? Las empujo sin compasión alguna y entro en mi salón, los chillidos de esas tres no tardaron en llegar, las ignoro y corro hacia mi salón. Desvió la mirada al escritorio del profesor; no ha llegado. Suspiro y me siento en mi puesto.

— ¿Qué tienes Kendall? —pregunta Paola.

— ¿Cómo? —inquirí accidentalmente cortante.

— ¿Mal día?, tienes la cara arrugada —sonó mas como una broma.

— Algo así —respondo vagamente.

  Se levantó del suelo y se dirigió a su puesto, ¿desde cuándo tanto interés? Además, ¿en serio tenía la cara arrugada?, es decir, no estoy molesta; no tengo motivos para estarlo. Veo mi reflejo en la ventana, ah... ya recordé, si tengo.

  La puerta del salón se abre de un portazo. Rodé los ojos, orientación ¿no se supone que nos deberían enseñar valores aquí?, dato interesante; tirar puertas encabeza la lista de buenos modales. La persona junto a mi carraspeó, volteo para coger mi cuaderno y me encuentro con Larry, mirándome. Alzo un lado de mi labio en una media sonrisa, a manera de saludo, me acomodo nuevamente hacia el frente y comienzo a escribir.

  Sonó el timbre, ¡estoy muerta y tengo hambre! Me estiro para destensar mi espalda, por primera vez en mucho tiempo salgo al receso, claro; no voy a perder el tiempo, más bien comer.

  Hago la fila en la cantina, como cosa interesante la persona frente a mi es nada más y nada menos que Larry. Qué suerte. Pensé.

— Siguiente —dijo la señora detrás del mostrador, es el turno de Larry.

— Me da una galleta y una gelatina...—no sonaba muy confiado.

  La señora deja la galleta y la gelatina sobre el mostrador y tiende su mano; esperando su pago. Larry empieza a buscar en sus bolsillos algo que al parecer no está allí.

Polos iguales (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora