Capitulo 9- Maratón 3/4

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-Ah, Jorge – dijo ella con la voz entrecortada, sentía que estaba a punto de explotar.

-¿Promete portarse bien, señorita Stoessel? – dijo en su interior.

-S-sí – dijo con gran esfuerzo.

Sin embargo, él no paró, disfrutaba realmente de ella, cada movimiento, no tenía que embestirla siquiera para también gozar.

-Jorge – no podía soportar más, era un magnífico martirio.

-Dime ahora ¿quién es el malo? – introdujo aún más su lengua, la hundió hasta donde pudo, ella dio un grito.

-¡Me corro! Me corro, animal – él no pudo evitar reírse ante el insulto de ella - ¡Me corro!

-No pararé hasta que lo hagas, hermosa – y ahora él verdaderamente deseó que eso ocurriese, anhelaba saborearla completamente. Sin más, ella no pudo seguir conteniendo todas esas descargas que la estaban perturbando y estalló, todos los fluidos fueron descargados y Jorge Blanco no dudó ni un instante en beberlos completamente. Terminó de limpiarla completamente. – Eres exquisita, Martina - ella intentó recuperar su respiración, su pulso más acelerado no podía estar. Y cuando él regresó a sus labios para compartir el sabor de su excitación sintió desfallecerse.

-Eres el paraíso en persona – ella dijo mucho tiempo después, cuando por fin pudo recuperarse un poco. Provocó una hermosa sonrisa en él en cuanto le hizo recordar lo que momentos antes había pensado de ella, exactamente lo mismo: el paraíso personificado.

-¿Quieres que paremos tu lección? – él le dijo en un tono que sabía irresistible.

-¡No! – dijo desesperada ella , ante lo que inmediatamente recapacitó, le había demostrado debilidad a ese hombre, grave error... inmediatamente abrió nuevamente sus labios para corregir lo dicho, sin embargo no le fue posible, él casi de inmediato volvió a besarla salvajemente y bueno, ella no necesariamente puso la resistencia que deseaba.

Se sintió *beep*, no le agradaba en lo más mínimo que él estuviese ganando, eso ya era personal, ya había dejado de ser un juego desde hace mucho, recapacitó... eso nunca había sido un juego, más bien había sido una lucha, una imparable lucha por demostrar cada uno su superioridad... pero, ¿cómo demostrarlo? Sí ambos eran exactamente lo mismo, él era ella en hombre, y ella era él en mujer.

Ella quiso recuperar su opresión sobre de él, y cuando se sintió con fuerzas suficientes para hacerlo, como pudo se incorporó y quedó encima de él, bajó sus manos a su miembro y retomó el masaje interrumpido. Sólo que esta vez se aburrió de inmediato de la ropa e hizo lo necesario para retomar el interés, desabrochó el cinturón y el botón de su pantalón, bajó la bragueta y finalmente liberó eso que ya deseaba desde que esa lucha había empezado. Cabe mencionar que ella nunca había visto uno tan grande, ni siquiera en sus más anhelados amantes. Quedó pasmada en un principio, dudó mucho que ese juego pudiera continuar una vez que él decidiera embestirla, simplemente no entraría.

-¿Ocurre algo? – él sabía el motivo de la repentina sorpresa de ella, sin embargo quería escucharlo de sus propios labios.

-Nada – quiso disimular – Bueno... – recapacitó, tenía que decírselo – es que, creo que es exageradamente grande – él sonrió.

-Tranquila, no te haré ningún daño – se reclinó para darle un beso en su frente. ¡Joder! ¿Qué diablos le pasaba con ella? No eran para nada normales en él esos arranques de ternura.

Ella, aún preocupada retomó su tarea, terminó por retirar esos estorbosos pantalones junto con los bóxers y finalmente se sintió satisfecha de poder acariciar lo que más de la mitad de las señoritas europeas anhelaban dentro de sus entrepiernas. Ahora, por lo menos comprendía por qué tanto alboroto con ese hombre. Sacudió delicadamente su cabeza exigiendo su completa atención en aquello que sostenía en sus manos, dudó por un momento en si introducirlo por sus labios sería lo más prudente y es que no quería hacerlo crecer más, estaba segura que si aumentaba un milímetro más, esa monstruosidad estallaría... y no quería ser la culpable de ello, después sería la mujer más repudiada en toda Europa. No obstante, su deseo de control la obligó a hacerlo, quería ahora verlo plañir con cada movimiento que ella hiciera, así que sin más lo introdujo lo más que pudo a su boca, comenzó por lamer, saborear... mordisquear. Así fue hasta que él no pudo más, estando a punto de correrse también, él se sintió *beep*, no le agradaba en lo más mínimo la idea de que ella estuviese ganando y además se lo restregara con esa maléfica pero sensual sonrisa. Así que con sumo esfuerzo, conteniendo sus fluidos, la tomó por las caderas, la subió a su altura y sentándola en su regazo la embistió. Algo que ella no esperaba y por dicha razón pegó un grito. Él, más prudente en cambio, recordando el peligro que corrían de ser descubiertos, la hizo acallar con apasionados besos. Maldijo que ella fuese tan estrecha, realmente era peligrosamente excitante esa mujer, simplemente ya la consideraba su perdición. Y ahora era él el arrepentido. Pues ella en cuanto se recuperó del dolor de aquella bestial penetración y ahora que lo disfrutaba, comenzó a mover sus caderas como una perturbada poseída.
Fue un peligroso pero sumamente excitante baile el que ellos dieron. Llegaron, ambos, a lo que nunca habían imaginado. Ella con su estrecha vagina y él con su enorme pene, simplemente un desastrosamente apasionado encuentro. No hubo necesidad de palabras, los simples gemidos ahogados en sus labios bastaban gracias a los besos. Ninguno de los dos quería que ese momento acabase, sin embargo, en cuanto ambos llegaron al clímax, juntos, cayeron rendidos al frágil mundo de los sueños. Abrazados, bañados de sudor, acalorados, dormidos, aún y con una sonrisa llena de satisfacción terminaron ese acto que seguramente ninguno de los dos olvidaría por el resto de sus vidas. Sin mencionar que él continuó dentro de ella por el resto de la noche.

Al despertar Martina se sobresaltó al escuchar el silbato del tren y; de no haber sido porque Jorge la mantenía estrechamente abrazada de su cintura seguramente hubiera caído del ahora reducido asiento. Gracias al agradable calor humano que la rodeaba estuvo a punto de volver a caer dormida, sin embargo apenas cerró sus ojos volvió a abrirlos cual platos al captar que su peor enemigo la tenía dulcemente abrazada y seguía introducido en ella. Recordó hasta entonces lo que había ocurrido durante la noche anterior, tan cansada había quedado que incluso ya le quedaban pocos recuerdos de ellos, sin embargo todos ellos eran gratos, podía decir incluso que esa había sido una de las mejores noches de su vida... si no es que la mejor. Revolvió su cabeza obligándose a volver a la realidad y alejándose de aquellos pensamientos que le costaba trabajo reconocer como la realidad.
Su razón junto con su orgullo comenzaron a gritarle que de una vez por todas se alejara de ahí, incluso antes de que él despertara, y después evitarlo por el resto del viaje y de su vida. Pero, en cambio y muy a su pesar, algo en ella, que no podía explicar, le rogaba que se quedase e hiciera de aquel momento algo simplemente mágico e inolvidable.
Ciertamente, ella se frustró, eso que en esos momentos sentía, esa confusión y esa impotencia que sentía por ser tan débil ante ese hombre, mezcladas le hicieron sentir un terrible dolor de cabeza. Resopló y se dispuso a levantar, como siempre su orgullo era mucho mayor. Sin embargo, justo en el momento en que apenas hizo un ligero movimiento ella advirtió que ese hombre seguía aún dentro de ella, no pudo evitar excitarse nuevamente, se humedeció una vez más ante la idea... Traviesa hizo otro movimiento un poco más brusco, sonrió al sentir que ese miembro comenzaba a despertar de nuevo mientras su dueño apenas se había movido para dibujar una pícara sonrisa aún durmiendo. Decidió hacerlo una vez más, sin embargo ella no previó que también se vería afectada y casi de inmediato lanzó un gemido que procuró callar para no despertarlo. Se maldijo cuando él se giró para mejorar su posición, y más aún cuando él también despertó sobresaltado y la miró incluso pálido aún no creyendo que eso hubiese pasado. Al igual que ella se percató del inconveniente que había traído su olvido de salir de ella y ahora afrontaba las consecuencias no exactamente de la forma más conveniente, pues sin contener sus impulsos decidió también iniciar una seria de suaves movimientos de cadera mientras ambos se miraban fijamente a los ojos sin pronunciar nada ni hacer expresión alguna.
Ella sin reaccionar aún, se limitó a disfrutar de aquel bailoteo que ahora él daba mientras lo observaba con los labios semi abiertos productos de la sorpresa que le había provocado la reacción de él, honestamente esperaba un desprecio o algo parecido, una mirada asesina quizá o un empujón, pero que volviera a hacérselo de una manera algo peculiar... eso sí era nuevo para ella.
Por su parte, él se maldecía no sólo por gozar de esa hembra una vez más sino porque era la primera mujer con la que había olvidado usar condón, algo que honestamente le preocupaba más de lo que debería y en segundo porque aún después de estar consciente de ello no podía arrojarla lejos de él y es que esas medias que aún traía puestas como única prenda lo excitaban más de lo que deberían.
Sus miradas lo decían todo: se deseaban, aún peor que Cupido y Psique, incluso más que ellos, los amantes griegos que jamás se dejaron de amar. Podría acabar el mundo en ese instante pero ellos podrían morir satisfechos siempre y cuando estuviesen juntos. No obstante ninguno de ellos deseaba reconocer que eso ya comenzaba a transformarse en algo más que deseo, quizá una necesidad, una dependencia.
Ambos decidieron olvidarse de aquellas extrañas sensaciones que comenzaban a experimentar y decidieron concentrarse en el simple deseo carnal. Finalmente eran idénticos, tal para cual. Compartieron besos, caricias, mordidas, lengüeteos, rasguños, chupetones... Fue así hasta que volvieron a debilitarse.
En cuanto llegaron al clímax, una vez más a la par, ambos se dispusieron a separar finalmente sus cuerpos. Pero antes de que él efectuara movimiento alguno, ella colocó su mano sobre su pecho para detenerlo. Él la miró fijamente extrañado.

-Existe una sola regla en este juego, Blanco – dijo ella lanzándole una fría mirada.

-Dila – se detuvo a admirar las delicadas perlas de sudor que bañaban su delicioso cuerpo.

-Después de esto, sin importar lo que suceda, tú y yo seremos un par de perfectos desconocidos. Como si esto jamás hubiese pasado.

-Creo que puedo sobrevivir con ello – se encogió de hombros y le robó un apasionado beso. Lo que dejo petrificada a Martina.

-¿Qué demonios fue eso, Blanco ?

-Lo que ocurra aquí se quedará aquí – le sonrió, la tomó de su cintura, la terminó de penetrar profundamente mientras ella se corrió una vez más y finalmente la retiró delicadamente de él. La cargó entre sus brazos y la depositó suavemente en el otro asiento. – Eres la mujer más grandiosa que he conocido en toda mi vida – le sonrió, le regaló un dulce beso en su frente y después le dio la espalda para vestirse apresuradamente y salir.


Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora