Martina no pudo más que quedar petrificada, ese beso había sido algo que jamás había esperado de Jorge Blanco , sí, esperaba que volvieran a tener relaciones sexuales, pero que él comenzara a comportarse de una forma tierna... eso sí le asustaba, incluso más de lo que debería.
Casi de inmediato se aclaró que eso, por más complicaciones que presentara e incluso si tenía que morir por ello, eso debía quedar enterrado en lo más profundo de sus recuerdos, en donde fuese difícil de extraer. Apenas terminase ese viaje, ella lo trataría como a un completo y perfecto desconocido, se lo repitió hasta el cansancio, casi a tal punto que se olvidó de todo menos de ello. Sonrió, irónicamente ella estaba muy consciente de que eso sería terriblemente difícil de dejar en el pasado, reconocía después de todo que era el hombre que había logrado hacer lo que ningún otro siquiera hubiera imaginado y eso era permanecer en sus pensamientos durante más de un día, además de que esa noche simplemente había sido maravillosa, incluso después de caer en el mundo de los sueños, incluso ahí, él estaba presente. Se sentía como una chiquilla con su primer... su primer amo... ¡no! Martina descubrió alterada lo que comenzaba a pensar, ¡joder! Su gran muralla que la protegía del mundo completo y que le había costado muchos tragos amargos comenzaba a debilitarse en un simple viaje de tren. Ella no podía permitirse siquiera hablar de sentimientos, ninguna de esas tonterías iba con ella, no estaba previsto en su presente ni mucho menos en su futuro sentir algo verdadero, todo lo que ella mantenía con los demás eran simples emociones, pero sentimiento... ¡jamás!
Se llevo una mano a su cabeza para echar hacia atrás su cabello, resopló ciertamente desesperada y tomó su ropa para vestirse lo más rápido que pudo. Torpemente se quiso cerciorar que no diera la imagen de alguien que recién acababa de tener sexo a pesar de ser la completa verdad, se acomodó sin mucho éxito su cabello, limpió su rostro y salió corriendo en busca de Jorge .
Se dirigió en automático al pequeño restaurante-bar en el que seguramente encontraría a Jorge , corrió incluso, no obstante momentos antes de llegar advirtió en que su comportamiento no era diferente al de una inmadura adolescente enamorada. Se detuvo y vaciló en si ir tras él sería lo más apropiado. Estuvo a punto de marcharse nuevamente al compartimiento, mas el rugido de su estomago causado por el hambre la convenció de permanecer ahí, eso y sus deseos de observar nuevamente de cerca a su jodidamente sexy nuevo amante.
Gruñó sabiéndose rendida y sin más entró, dentro de las pequeñas pero abundantes mesas pudo divisarlo, tan atractivo y tan irresistible leyendo rápidamente el menú que sostenía en aquellas manos que definitivamente sabían hacer maravillas y no pudo evitar dar un suspiro que inevitablemente le provocó odio a sí misma, ¿qué demonios le sucedía?
Perturbada decidió ir a tomar asiento a la mesa más alejada posible de él, dio sus primeros pasos dentro del restaurante sin despegar la vista de aquel semental proponiéndose no llamar su atención por el resto del viaje o por lo menos durante el desayuno; empero, casi de inmediato se arrepintió de no mantener su vista al frente pues en cuanto sintió una bandeja repleta de comida derramarse sobre ella supo inmediatamente que por lo menos uno de sus objetivos que era pasar desapercibida ya se había arruinado. Contrario a lo que ella normalmente hubiese hecho, pidió una disculpa avergonzada al mesero quien aún permanecía petrificado en espera del evidente regaño que la señorita Stoessel no tardaría en dar, mas nunca llegó. Al instante llegó un par de meseros más para auxiliarla a limpiar sus prendas y regañar al mesero incompetente que le había arrojado toda aquella comida, sin embargo ella no dejaba de maldecirse internamente por su torpeza. Cuando las manchas de su ropa casi desaparecieron ella pidió ser llevada con urgencia a una mesa, los meseros aún afligidos prometieron que pagarían esas prendas, a lo que ella se negó e insistió en ser llevada a una mesa ahora que podía sentir claramente la mirada de Jorge Blanco sobre ella. Los meseros la condujeron de inmediato a la primera mesa que encontraron libre, ella dio un respiro de alivio cuando finalmente pudo reposar sobre la silla de aquella mesa, sola. Tomó el menú entre sus manos y perdió su mirada en él. Eligió rápidamente mientras los meseros la observaban nerviosos.
-Para iniciar desearía... - no separó su mirada del menú, fue por ello que no divisó al recién llegado.
-Que esta señorita sea conducida de inmediato a mi mesa – Jorge Blanco decidió terminar la frase que ella había comenzado mientras se colocaba a su lado manteniendo su tono de voz, ese que sabía irresistible. Ella no pudo más que quedar boquiabierta al igual que los meseros quienes no entendían claramente lo que sucedía ahí.
-Lo lamento señor Blanco , pero no, realmente prefiero esta mesa – ella reaccionó rápidamente ante lo que él levantó una ceja aceptando el reto de obtener una victoria sobre esa apenas abierta discusión.
-Verdaderamente me veo forzado a invitarla a mi mesa después de saberme responsable de su distracción que provocó tal accidente en sus prendas - ¡bien! Le tenía que restregar en la cara que la había descubierto viéndolo embobada. Ella le lanzó una mirada asesina.
-Creo que existe un insignificante malentendido en su razonamiento, señor Blanco , en absoluto fue el responsable, el responsable de esto lamentablemente no se encuentra aquí, por lo menos no físicamente – sí, disfrutó de la cara que él puso en cuanto entendió que ella culpaba a Peter Lanzani de ese percance.
-Claro, su prometido señorita Stoessel. Me parece que ha despertado en mi cierta curiosidad por saber de su historia de amor, esa que las editoras no se cansan de explotar, por lo que me veo forzado nuevamente a invitarla a acompañarme a desayunar.
-Realmente no pretendo ser descortés señor Blanco , pero...
-Bien, de acuerdo. En ese caso, acepto, me mudo a esta mesa – tomó una silla cercana, la colocó justo frente a ella y se sentó con una sonrisa triunfante mientras los meseros seguían sin entender en absoluto algo de aquella cordial discusión – Pueden tomar la orden ya – se giró con una sonrisa cortés hacia los meseros que inmediatamente se retiraron una vez que ambos comensales terminaron de elegir sus platillos.
-¿A qué diablos juegas, Blanco? – ella le lanzó una mirada asesina.
-Al juego que comenzamos desde que subimos a este tren – se encogió de hombros y sirvió jugo para ambos. – Aquí tienes – le ofreció un vaso con una impecable sonrisa. Ella lo tomó sin mucho ánimo y tomó un sorbo sin despegar la mirada de él. – Hay jugo alrededor de tus labios – cuando menos se lo esperó ella lo descubrió pegado a su rostro mientras limpiaba suavemente con sus labios los restos de jugo que habían quedado en los suyos. En otras palabras, la besaba con gran delicadeza. Ella se mantuvo inmóvil sin creer lo que él hacía. – Nada mejor como empezar tu día de esta forma – él se alejó de ella y le guiñó un ojo. Ella permaneció absorta. -¿Ocurre algo, cariño? -Martina estaba segura que si en ese momento hubiese tenido algo en el interior de su boca hubiese escupido al escuchar esa última palabra. Lo miró, literal, con la boca abierta.
-Sus platillos – el mesero, desde el punto de vista de ella llegó en el momento más preciso, se sintió agradecida. Observó nerviosa cómo eran puestos los platillos en su mesa deseando que los meseros jamás se retiraran de ahí - ¡Bueno provecho! – los meseros sonrieron y se alejaron de ahí, hecho que ella maldijo. Inmediatamente decidió en perder su mirada en las personas que desayunaban también. No obstante, su intento de ignorar a Jorge era un total fracaso.
-Aliméntate bien, preciosa, lo necesitarás más al rato – le sonrió con dulzura, ella estúpidamente se sintió como si fuesen recién casados, sin embargo la idea no le frustró, de hecho la disfrutó, saberse dueña de aquel glorioso hombre. Sonrió disimuladamente. – Eres hermosa, Stoessel – Jorge detuvo su desayuno para mirarla fijamente.
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Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*
FanfictionPara la sociedad, ella era la mujer perfecta, el modelo a seguir tanto como hija como prometida, joven, bella, bondadosa, inteligente, millonaria... caprichosa. Mariana Stoessel, su madre, la dueña de la reconocida cadena hotelera Stoessel, le había...