Las maletas

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Caminé junto al detective Prescott, quien me había dicho acerca de lo que sucedió en la habitación. Aparentemente discutí con alguien, y ese alguien me arrojó al vacío de la inconsciencia, después de eso no sabía que más había pasado.

Después de advertirle a Yuri que por ningún motivo se acercase a un hombre de cabello rojo, ojos grises y cara de pocos amigos decidí ir con el detective, aunque me hubiese encantado ver lo que Yuri compró por las calles parisinas. En cuanto regrese a mi cuerpo saldré con Yuri de compras.

Viktor pensaba en las cosas que haría con su cuerpo una vez que lo hayan encontrado. Y muchas de esas cosas, tenían que ver con Yuri. Ante esas ideas su sonrisa era grande, sus ojos brillaban cual estrellas y su sonrojo en sus mejillas era notorio. Un típico adolescente enamorado. Pero era tan despistado que no se había dado cuenta de ello.

—Te ves igual a la descripción que dieron tus amigos – comentó el detective Prescott, sonriendo a medias.

Caminamos hacia la estación de policía, donde había muchos reporteros, intentando entrevistar a todo aquel que pasara por delante de ellos.

Atraparon a una secretaria, un novato y uno de los oficiales que estaban en la habitación de Viktor con anterioridad. Note que el detective rodeaba la estación una calle antes, entrando por un callejón, subiendo por las escaleras de emergencia con la cual contaba la estación de policía.

—Los reporteros siguen afuera de la estación, todos ellos quieren ser los primeros en dar la noticia de que tú estás muerto – me dijo el detective, llegando a su oficina.

— ¿Crees que yo estoy muerto? – le pregunté, con una seriedad pocas veces en mí

— No lo sé, existe la misma probabilidad de encontrarte vivo a encontrarte muerto, en tu caso, particularmente, podría suceder una cosa u otra – le escuché decir, entrando a su oficina.

— ¿Qué quieres decir con una cosa u otra? – pregunté, intrigado

—Si la persona que te golpeó no te hizo nada más, es probable que sigas con vida, con vida y sin virginidad – comentó en un tono ácido

Levanté la ceja, esa idea jamás había pasado por mi cabeza ni por asomo. No sabía que pensar, más bien, no quería pensar, así que seguí al detective por su oficina. Era pequeña, con un montón de papeles apilados junto con carpetas y fotografías. Pude apreciar una fotografía mía en un pizarrón junto a otras fotografías, como los lugares que frecuentaba, los patinadores pertenecientes a la categoría Senior y Yakov. Tal vez estaban tratando de averiguar los puntos donde podría estar junto con los posibles sospechosos.

Decidí dejar eso de lado, viendo cómo el detective entraba al elevador. Presionó el botón que llevaba al tercer piso. Las puertas se abrieron y una sensación de deja vú me atacó.

Estaba en el elevador cuando él entro, me preguntó sobre la hora y lo que iba a hacer más tarde. Yo le dije que estaba ocupado, en esos momentos no quería la compañía de nadie, sólo pensaba en pulir mi rutina para la siguiente competencia. Él se bajó en el tercer piso, yo lo hice en el quinto. Cogí mis patines y volví a la pista de hielo, me sentía como en casa, pero con un gran vacío dentro de mí.

Volví al tiempo presente. Vi al detective Scott conversando con una secretaria relativamente joven. Rubia, ojos verdes y algo regordeta, después de intercambiar unas cuantas palabras con Scott, le dio una tarjeta. Scott la tomó y volvió al elevador, conmigo siguiéndolo. Detestaba el silencio, así que comencé a hacerle conversación

—Oye, Scott, ¿Por qué razón puedes verme? – pregunté interesado en lo que diría, no sabía que otra cosa preguntarle

—Porque soy una especie de metafísico, es decir, una persona que puede ver más allá del plano físico, por eso puedo verte, no es nada especial – dijo, con voz baja, restándole importancia.

Missing [En Edición] (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora