Segundos Fragmentos

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Yerik Plisetsky se encontraba en una cafetería cerca de su casa. El mensaje que había recibido a las 10 de la mañana le dio un motivo para presentarse en ese lugar a las 3 en punto, sin falta alguna.

Estaba preocupado. No sabía lo que esa persona le diría. La última vez que había hablado con él fue en el hospital, cuando se estaba recuperando por el golpe que le habían dado. Quizás había recordado lo que sucedió esa noche. Si así era, estaría en graves problemas.

Escuché la campanilla que anunciaba la entrada de un nuevo cliente a la cafetería, y por reflejo miré en dirección a la puerta. Vestido con una camiseta blanca, corbata y pantalones negros, Viktor Nikiforov entraba a la cafetería con aparente calma, semblante serio y con un aura bastante aterradora. Cabe decir que no era algo común de ver, mucho menos en alguien de la naturaleza de Viktor, siempre amable y sonriente.

Eso me hizo recordar la primera vez que vi a Scott, años atrás.

Había llegado temprano a la pista de hielo, así que decidí ir por un café, mientras esperaba que alguien más llegara, escuché la puerta de la cafetería abrirse y vi a un chico de mi misma edad, camisa blanca, corbata negra y pantalones del college ruso. Pelirrojo, ojos grises y mirada penetrante. Me pareció alguien interesante, así que seguí observándole, mientras se sentaba en la misma mesa donde yo estaba.

Hola, perdona que te moleste, pero eres el único chico que parece de mi edad y creí que sería buena idea el hacerte compañía – me había dicho, sonriendo – Me llamo Scott, tengo 15 años y me gustaría patinar – se presentó, con amabilidad.

Soy Yerik Plisetsky, tengo 15 años también y soy patinador – respondí. Scott fue la primera persona en acercarse y hablarme de forma amable, a pesar de que yo usase piercings en la oreja y vistiera ropa negra.

Salí de mi ensoñación, viendo cómo Viktor se sentaba frente a mí. Una sensación de Deja vú me atacó, pero intente tranquilizarme.

—Buenas tardes, Yerik, lamento hacerte esperar – me saludo, con su característica sonrisa.

—Está bien, buena tarde, Viktor, ¿Qué es tan importante como para que me hayas enviado un mensaje a las 10 de la mañana? – pregunté, sumamente curioso por lo que tendría que decirme

—Se trata de algo muy serio, supongo que sabrás lo que sucedió en la final del Grand Prix de la categoría Junior

—Por supuesto que lo sé, estuve ahí, ya es bastante malo que tres patinadores de la categoría Junior estén perdidos y peor aún, la policía tenga a todos los patinadores y sus familiares en la estación y estén como locos buscándolos por toda la ciudad – comenté, bebiendo mi café – Scott tendrá mucho más trabajo que hacer, sólo espero que eso no le afecte – susurré, mirando el televisor, estando en el canal de las noticias. La policía estaba dando un reportaje de las pistas que habían encontrado y lo que las cintas de grabación mostraban.

— ¿Conoces a Scott? – me preguntó Viktor. Yo me distraje por ver a Scott en la televisión, dando un informe policial a los reporteros. Se veía como en aquel entonces, hace 6 años.

La tarde del 16 de enero, Scott Prescott se encontraba afuera de la estación de policía dando su informe sobre el recién nombrado asesino de muchachos, Barba Azul. Sus ojeras y la dificultad con la que pronunciaba las palabras evidenciaban su estado anímico. Hablaba de manera mecánica, con jerga policíaca y se veía abstraído por breves momentos. Luego de terminar de dar su informe y responder las preguntas necesarias, fue a su casa. Al día siguiente fue el funeral de Allen y un día después Scott presentó su renuncia permanente a la policía.

Missing [En Edición] (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora