Él no era de los que te enamoran
a corto plazo.
Él era el típico chico con la boca negra
que decía todo lo que pensaba
cuando algo pasaba por su cabeza.
Yo jugaba con sus manos grises,
a la vez que él jugaba con el humo
de sus cigarrillos
y con el rojo de mi corazón.
Se veía tan bien entre la niebla
de las calles,
se veía tan bien siempre.
Una vez dijo que estaba enamorado
de la vida,
después me dió las gracias
por aparecer en su camino
y hacerle ver que el amarillo
siempre adornaba las calles
de felicidad.