Era tan brillante,
tan hermoso
y tan lleno de vida
que nos alegraba los días.
Tocó tantas almas antes
de quemarse,
que cada luz roja me recuerda a él.
Puedo escuchar su risa
cada vez que canta.
Y eso me relaja,
me hace olvidar lo duro que es
consigo mismo
y lo mucho que me duele verlo
romper contra sus pensamientos.
Jugó tanto con los colores
que acabó totalmente destrozado
y ahora no hay quien lo saque
del pozo negro en el que está metido.
Le quiero, lo sabe.
Pero seguiré llorando cuando me
demuestre que la vida no tiene
sentido si no te amas a ti
mismo.
Porque la realidad siempre estuvo,
sólo que intentábamos ignorarla
para que todo saliese bien.