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"Cuando algo ocurre una vez es una incidencia. Si ocurre dos veces es una coincidencia. Pero, si ocurre tres veces es una pauta".

-Peter Bourquin.


A veces, cuando se duda de la identidad de las personas, se recurren a medidas interesantes, tales como hacer preguntas personales a dicha persona que exclusivamente sólo la persona real podría responder. Es un clásico truco y Diana estuvo cerca de aplicarlo. Casi, pero no lo hizo. Prefirió guardar silencio y ordenar un poco el caos en su cabeza mientras permanecía encerrada en su habitación, dando vueltas en la cama pensando en las palabras que su bisabuelita (o a quien creía su bisabuelita) había dicho.

Llámenla loca, pero no es sino hasta ahora, después de darle vueltas a todo lo que dijo y analizar cada palabra, que lo entiende, y no solo eso, que además lo cree.

Después de curiosamente ser la única que escuchó la última frase que supuestamente pronunció su bisabuelita mientras ella estaba huyendo, y analizarla muy bien, Diana entendió que no lograría encontrar respuestas sola, tenía que recurrir a varias personas, así que visitó un par de días después a su bisabuelita, dispuesta a encontrar respuestas. Y esta vez, sí iba preparada con la pregunta del millón, aquella que le diría la verdad sobre quién era su bisabuelita realmente.

Luego de tocar el timbre, procedieron a abrir la puerta. Diana creía que tenía que enfrentarse desde ya mismo a la mirada inquisidora de su bisabuelita; no obstante, cuando abrieron la puerta, se enfrentó con unos ojos verde olivo la mitad de jóvenes de lo que ella esperaba.

—Uhm... —Diana se acaró la garganta— buenos días, ¿está doña Micaela? —le preguntó Diana a la señora que se hallaba frente a ella, sabiéndole extraño el pronunciar el nombre de su bisabuelita.

—¿Quién la busca? —cuestionó la mujer con el rostro imperturbable mientras tenía inclinado su cuerpo hacia el lado derecho recargándose contra el umbral y con la mano izquierda sostenía el pomo de la puerta.

—Mi nombre es Diana Rubí y soy su bisnieta —respondió simplemente.

La mujer desconocida levantó las cejas y abrió los ojos sorprendida.

—Con que tú eres Diana Rubí eh, vaya, la última vez que te vi tenías tres años... ¿o cuatro? —se preguntó a sí misma— bueno, eso no importa, pasa. Tu bisabuela, o bueno, mi abuela, está en el baño pero en un rato viene –dijo mientras se hacía a un lado y dejaba pasar a Diana.

—¿Entonces tú eres mi tía? —preguntó para estar segura de lo que había escuchado.

—Sí, soy tu tía Isabel. Quizá no te acuerdes de mí, estabas muy chiquita cuando me conociste —le respondió mientras quitaba algunos cojines que estaban de más en el sofá.

Diana, rebuscó entre sus recuerdos, esperando encontrar algunos ojos verde olivo, una esbelta figura alta y delgada, o una cabellera rojiza, cualquier imagen opacada por las nubes cruzando la fina línea entre el recuerdo y el olvido.

—Había oído de tí pero no me acuerdo de tu cara —finalmente dijo.

Isabel sonrió de lado.

—Lo suponía. ¿Quieres algo de tomar? ¿Una coca, agua?, creo que mi abuela tiene limonada.

—Agua estaría bien.

—Okay, ya regreso.

No le dijeron que se sentara, pero Diana de todos modos lo hizo. Se sentó en el sillón frente al favorito de su bisabuelita, el mismo que daba vista al pasillo por donde se había ido su tía. Aparentó estar esperando pacientemente mientras fijaba su vista por los escasos retratos que había en la casa y luego de observar su reloj y notar que habían pasado diez segundos, se paró y caminó lentamente, se asomó por el umbral hacia el pasillo, fijó su vista en la puerta del baño que aún cerrada pero con la luz encendida en su interior, luego rápidamente se movió y se subió al sillón principal. El corazón le latía frenéticamente porque ¡Dios! Por su forma de actuar tan cautelosa parecía que estaba a punto de cometer un crimen. Se paró de puntitas y estiró su cuerpo tratando de alcanzar el reloj más cercano y más chico que colgaba en la pared. Casi fracasa en el intento por perder ligeramente el equilibrio a causa de la afelpada base del sofá. Por fin logra alcanzarlo y lo toma entre sus manos, y haciendo caso omiso a las extravagantes garzas plasmadas en el reloj que la miran con ojos curiosos, le dio la vuelta para verificar la fecha escrita que hace tan sólo una semana Daniela y ella encontraron escrito allí.

11:11 🌠 Our wishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora