Capítulo 20: Un barco en una botella.

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Tundralandia. Este lugar iba de mal en peor. El lugar estaba lleno de animales muertos y congelados.
Era una opción muy acertada que además de que me dirigía hacia la Reina de Corazones, estaba a punto de vomitar de tanta sangre.
Aquellos animales… estaban petrificados y muertos.
Y el frio se apodero de mi mente.
<<Con la instalación de gas, Alice, iremos a Brighton con lo que ahorraremos en velas y aceite.>>
A parecer un frío océano se acercaba  mi camino.
El lugar cada vez parecía más frio, y cuando me di cuenta el camino había terminado.
Bajo mis píes había un enorme símbolo del caballito de juguete que acababa de conseguir.
Golpee el suelo y caí a una superficie helada. Otro recuerdo se interpuso en mi camino.
<<El que dijo que “ningún libro es tan malo y que es posible encontrar algo bueno en el” no leyó la filosofía Proverbial de Martin Farquhar Tupper.>>
Últimamente me sentía en un museo de animales diseminados. Hasta que encontré algo, que dentro tenía un animal viva.
Vivo.
Parecía una vaca desnutrida con un traje de marinero.
Pero era una tortuga.
La tortuga que dirige la línea del espejo.
La había encontrado.
Dentro de una barco.
Pero no cualquier barco. Uno que estaba dentro de una botella.
Sí, un barco dentro de una botella.
Me las arregle para entrar, pero apenas dentro nos atacó un tiburón. Que, francamente, no parecía vivo.
La mitad de su cuerpo eran… huesos.
-Mejor sube a bordo, Alice. Estamos condenados al fracaso. – Me dijo el animal dentro de la botella. Que ya estaba resquebrajándose.
-¿Cómo? ¿No hay esperanza?
-¡Oh, hay un infinita cantidad de esperanza, pero no para nosotros! ¡Así que sube ahora mismo! - Subí de un salto con su ayuda y continúo quejándose. - ¡Malditas bestias, quieren mi barco!
-Creo que eres más de su gusto. – Argumente observando a las bestias hambrientas.
-Jamás ¡Si somos parientes! – Gritó desde algún lugar.
-Para ellos eres sopa, Almirante. – Dije algo convencida de llevar la razón.
-¡Tengo una idea! Nos alejamos de este caos y vamos al espectáculo del Carpintero. Es mejor que una obra callera. ¡El Carpintero dice que lo que no se toma en serio no nos hace daño!
-¡Sumerjámonos, Almirante, o nos comerán los tiburones! – Grite preocupada.
La botella acabo por romperse en dos partes.
Y ya no estábamos a salvo.
O tal vez, ¿Quién sabe?, nunca lo habíamos estado.
Si la Tortuga está aquí...
¿Quién dirije la línea del espejo?

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