Part 12 "Footprints On Blood"

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Cuando todo comience…no habrá fin alguno a esto. El mundo como lo conocemos dejará de existir y tan sólo quedará aquel viejo recuerdo de las vidas que todos llegaron a tener…Sí, es algo cruel, pero mi vida depende más allá de esto…

Se oían pasos, pasos frecuentes y con algo de prisa. El reloj de la pared marcaba cuarto para la 1 de la mañana. Aquellos pasos continuaban y junto con ellos los susurros. Era la voz de un hombre la que susurraba aquellas palabras incomprensibles. Continuaba pasando frente a una mesa de laboratorio, cada cierto de tiempo se detenía momentáneamente, pensaba un segundo y continuaba su caminar interminable. El café en la taza roja que estaba en la mesa ya estaba frío, había una inmensa cantidad de papeles con notas, matraces con diferentes sustancias de variedad de color. Un pizarrón blanco lleno de ecuaciones y teorías bioquímicas y orgánicas. Aquel hombre continuaba su rutina sin fin, incapaz de llegar a la conclusión que tanto añoraba.

El teléfono sonó, sacando al hombre de su trance. Éste corrió hacia el constante timbrado y alzó el auricular. Su mirada se petrifico al instante y su voz se volvió temblorosa al responder.

“Lo sé…está tomando más tiempo del anticipado…” decía mientras sus manos temblaban.

Hubo un momento de silencio antes de que el hombre volviera a hablar.

“Necesito una semana más! Hace falta una cierta sustancia…sólo necesito un poco más de tiempo!” Aquel hombre seguía repitiendo una y otra vez.

Finalmente colgó el teléfono y se sentó en una silla negra de escritorio. Suspiró mientras observaba sus notas una y otra vez.

“Demonios…sólo conseguí dos días más” dijo con pocos ánimos.

El hombre tomó una pluma y comenzó a escribir arduamente en una de las hojas.

Aquel sujeto se quedó dormido sobre su trabajo. A la mañana siguiente sonó un despertador a las 7 de la mañana en punto. Se sintió algo desubicado al despertar debido a la falta de sueño, sin embargo pronto se formó una sonrisa algo tétrica en sus labios.

“Lo logré…en verdad lo logré…aquella sustancia…aquel virus…todo encaja a la perfección!” comenzó a decir mientras su voz se tornaba más fuerte y su risa más diabólica.

Pronto se levantó y comenzó los preparativos. Encendió un plato caliente mientras preparaba unos cultivos y mientras corrió hacia un pequeño refrigerador de dónde retiro al menos una docena de tubos de ensaye con una sustancia color azul en ellos. La sonrisa no se borraba de su rostro. Si sus cálculos eran ciertos, acababa de crear la más letal de las armas biológicas jamás vistas por el planeta. Tan sólo le restaba probarla, y si todo era como esperaba, el día siguiente sería el último de su vida común y pronto iniciaría a vivir como siempre mereció vivir; en la gloria.

Al día siguiente aquel hombre se levantó aún con aquella sonrisa en su rostro. Todo iba tal como lo planeaba, el virus estaba listo, sólo tenía que esperar a recibir esa llamada tan esperada y podría decirle adiós a esa vida que llevaba. Aquella vida sin éxito como maestro de una universidad pública. Tomó unos exámenes en blanco que tenía sobre la mesa y se retiro de su casa. En su mente tan sólo retumbaban las palabras llenas de emoción. “Es mi último día…”

Llegó como de costumbre, ni un minuto más ni un minuto menos. Siempre a tiempo por los últimos 5 malditos años. Camino al salón de clases, tenía que ponerles un examen a sus alumnos. Su sonrisa de pronto volvió a su rostro. Tan sólo imaginar sus caras de sufrimiento cuando vieran la dificultad de aquel examen. Ese pensamiento había animado aquel momento para él. No se consideraba sádico, más bien se consideraba un visionario que consideraba que en el mundo solo merecían vivir aquellos capaces de sobreponerse ante cualquier adversidad de la vida. En pocas palabras, sólo los más fuertes merecían vivir en su nuevo mundo.

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