Veintiseis

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Tenerife.

-Estás increíble, nunca pensé que lo llegaría a decir. Tampoco pensé que fuese a verte de nuevo.

Tris no podía hablar, se encontraba muda. No había algo que más rabia le diera que la gente de su pasado volviera a ella. No hubiese conseguido reaccionar de no ser por su prima la cual intentaba soltarse de su agarre que sin querer había forzado al ver a ese chico.

-Debo irme –pudo decir finalmente Patricia.

-Entiendo... -siguió sonriendo Pedro.

Tris se dio la vuelta y se llevó consigo a su prima.

-¡Encantado! –Gritó el chico.- ¡Espero volver a verte!

Y por mucho que ella rezara por que no fuera así, el escalofrío que le recorrió la espalda le indicó que, tarde o temprano volvería a verlo, por mucho que ella no quisiera.

Londres.

-Ya están aquí –dijo Sara tras escuchar la puerta principal.- ¿Sabes por fin lo que vas a hacer?

A Ana ni si quiera le dio tiempo para decirle nada, ni si quiera para quejarse de su situación pues los chicos ya habían llegado hasta el salón. Rafa fue el primero y sentó al lado de Sara, en cambio Mikel se quedó mirando la escena de pie.

-Ni el frío hace que la gente se quede en su casa... -dijo el andaluz.- Con lo bien que se está aquí... -se apoyó en su novia.

La canaria se sentía azorada, quería hacerlo, por primera vez en mucho tiempo su cerebro y su corazón estaban pensando en lo mismo. Era lo mejor, miró a Mikel, sabía que sería duro, sería muy duro, pero ambos necesitaban una respuesta y le tocaba mover a ella.

-Me voy a la ducha –susurró Rafa-, ¿te vienes?

Sara ni se lo pensó, se levantó y cogió de la mano a su chico. No solo les había dado una excusa a sus amigos para que estuvieran solos si no que, además, podría disfrutar de la persona a la que más quería.

Ana y Mikel vieron como la pareja salía de la habitación y un silencio se produjo entre ellos. Tenía que lanzarse, ahora o nunca, hablar ahora, o callar para siempre. Sin embargo...

-Esto es para ti –le dio una cajita pequeña-. La tenía desde unas semanas antes de... ya sabes. Te pertenece, para mí...-iba explicar, lo que significaba para él pero no pudo-. Es tuyo –la canaria lo miró negando la cabeza, no podía aceptarlo-. No me niegues esto –rió él-, no es gran cosa, ábrela, es una tobillera, siempre te quejabas de haber perdido la tuya, fue verla y...

La chica abrió la cajita y, efectivamente encontró una pequeña tobillera plateada con estrellas colgadas en la cadena, era sencilla y muy fina, le encantó. Le miró a los ojos y sin poder evitar una sonrisa le dijo:

-Tengo algo que decirte.

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PD: ¡¡MUAJAJAJAJAJAJA!! No sabréis nadita hasta el epílogo :)

Ahora si que sí, nos leemos,

jauroand

Sexóloga en apurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora