Diecisiete

511 34 0
                                    

"Si esto fuese una novela romántica, ahora mismo nos estaríamos besando, y luego, la cocina se limpiaría sola mientras nosotros lo resolvemos todo con sexo increíble" pensó Ana.

No se revolvió para que Mikel la soltara, se quedó quieta, como expectante. La estaba mirando suavemente mientras la incorporaba sin soltarla. En cambio a la canaria le parecía un poco surrealista y la mano le escocía, muchísimo.

-Tiene una pinta horrible –dice él mientras señala su mano.

-Vaya, muchas gracias –responde con sarcasmo mientras se zafa de su agarre.

Después, tras mucho insistir, el vasco la acompaña al servicio de urgencias de un hospital cercano. Mientras esperan en una consulta a que el médico la atienda, ninguno dice nada hasta que...

-Fui un idiota, ¿lo sabes verdad? –dice por fin el vasco.

-Mikel... -ella hizo una mueca mientras miraba a otro lado. Eso le dio a él la fuerza suficiente para decir lo que quería decir desde que había hablado con Tris.

-Mírame –le dijo con suavidad-, por favor... -rogó.

Ana suspiro y miró esos ojos verdes que tanto le gustaban, porque no podía negar que lo que sentía por Mikel seguía ahí.

-Fui un cobarde, esa es la palabra, me coloqué en el Top 10 de tíos gilipollas, ¿a quién coño se le ocurre hacer lo que hice? En ese momento me asusté, porque también sentía lo mismo, y me dio miedo.

Cada palabra que dice Mikel, enfurece y descoloca a una Ana que intentaba no pensar en eso, la respiración de ella cada vez se hace más pesada, le cuesta respirar y no tarda en sentir un nudo en su garganta.

-Te quiero, muchísimo, y fui un idiota el haber huido así, debía de habértelo dicho y no romper contigo. Ha sido horrible todo este tipo sin ti, y luego me entero de lo que ocurre aquí y me vuelvo loco al verte y no poder abrazarte en cada momento, de no poder besarte o... -el vasco se paraliza al ver que por la mejillas de la canaria caen dos lágrimas y que pronto habrán más.

En ese momento ella se seca con rabia la cara, aunque sabe no será tan fácil de parar de llorar una vez ha empezado.

-Eres un cabrón, eso es lo que eres. ¿Te puedes imaginar lo mal que lo he pasado? ¿Eres capaz de imaginarlo? –Grita y agita las manos-. Tienes toda la razón del mundo, eres un cobarde, un gilipollas y un idiota, ¿te crees que con una palabrería de nada esto será como antes? –Baja la voz al darse cuenta de donde está y lo mira con dolor e ira- ¿Quién te dice que sigo sintiendo lo mismo?

-Lo sé –se acerca a ella-, cuando te miré a los ojos esta mañana lo sentí, lo siento ahora, me miras con odio, y me lo merezco, pero noto algo más aparte de eso, lo noto en tu mirada, lo noto –repitió algo más bajo.- ¿O acaso me equivoco? -Susurró con voz rota.

Ana se queda incapaz de decir nada y aunque hubiera sabido que decir, llega por fin un médico y una enfermera.

Sexóloga en apurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora