Veinticinco

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Cataluña.

En un pueblo tan cerrado y tradicional, una extranjera y un "bastardo" tan solo podían hacer una cosa. Unirse y combatir las burlas de todos a su alrededor. Siempre fue así, la colombiana y el catalán habían estado muy unidos, había crecido para ayudarse y animarse en los peores momentos.

Sin embargo cuando eran pequeños, todo era más fácil ya que el peso que les correspondía era menos gracias a sus padres, pero ahora, después de mucho tiempo, las cosas habían cambiado.

-Han sido unos meses jodidos para los dos...-Susurró Ángela después de contar como había sido su pequeño infierno en la capital.

-No hay comparación, mis problemas no tienen nada de especiales, en cambio tú... -La miró con ternura, como a la hermana que siempre veía en ella.- Debiste haberme llamado.

-Da igual, al final lo solucioné –le contestó encogiéndose los hombros, restándole importancia.

-Sigues siendo muy cabezota.

-Ya... tú también, ¿sabes que tarde o temprano tendremos que volver?

-Lo sé, pero no entiendo que pinta ese tío aquí y ahora. Si lo hubieras visto, mi madre no parecía ella, no expresaba felicidad alguna y ya sabes como es ella, siempre sonriente. Parecía expectante y nerviosa, pero no podía apenas mirarlo, como si todo dependiese de mí.

-Échalo, es tu casa –Jordi miró a su amiga sin comprender.- Haber, ponte en situación, quizá tu madre considere que quieras conocer a tu padre. Ambos sabemos que tu madre no quiere saber nada de él y menos ahora que ha encontrado su lugar. Apostaría porque sí, tu madre estaba expectante, para saber que hacer con ese hombre, si echarlo o aguantarlo por ti.

-¿Por qué haría eso? No tiene sentido.

-Pues como todo lo que hacen nuestros padres por nosotros, amor, supongo. Cosa que ahora no debería importar, deberías ir a tu casa, hablar con tu madre y echarlo si de verdad no quieres saber nada de él.

Angela tenía ese don, saber como, cuando y donde que decir. Solucionar todos los problemas ajenos, pero esconder los suyos. A Jordi la depresión de la que le había hablado no le pudo sorprender más.

Sexóloga en apurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora