Algo me despertó, o más bien un ronquido, me quedé en silencio para escuchar de dónde provenía tal monstruosidad hasta que escuché a mi madre regañar a mi padre para que se callara. Me entró hambre, mucha hambre. Observé el reloj, mierda, ¿cómo podían ser las cuatro de la mañana y ya tenía hambre? Me levanté a duras penas y bajé las escaleras de mi casa para prepararme unos crepes o algo por el estilo ya que mi estómago y mi corazón me pedían chocolate, a diferencia de mi cerebro, claro. Este solo se encargaba de torturarme hasta conseguir que me arrepintiera más tarde. Pero, no pasa nada, todos moriremos y qué lindo sería morir mientras comes y que esa sea la causa de tu muerte.
—¿Ya estás despierta?
Eric me miraba desde la puerta. Estaba bostezando y tenía saliva seca en el lado derecho de la boca, seguramente tenía la parte derecha de la cara apoyada en la almohada. Le miré mientras sacaba la sartén del enorme cajón que había al lado de la encimera y sonreí. Su pelo rubio se movía al ritmo de sus pasos mientras se acercaba a mí, se lo tocó echándoselo hacía detrás y me giré para encender la placa mientras hacía la deliciosa masa de mi futuras víctimas.
Noté una sensación breve y fría—como siempre— en la piel de mi fina cintura. Con solo ese tacto me puso muy nerviosa. Lo sentía, él sí podía tocarme, pero era irreal, una sensación extraña que no era fácil de explicar. Inexistente, sus manos estaban ahí, pero a la vez no. No es que fuera mi novio, tampoco el amante prohibido. Él era nada menos que mi mejor amigo, invisible e imaginario. Aunque más real para mí que para el resto.
—¿Qué... Qué haces, Eric?
Intenté separarme de él—acto que sirvió de poco porque tan solo poner mis manos en sus manos, ni las sentía.— pero estaba tan pegado a mi espalda —y parte baja— que me era imposible. ¿Por qué tuve que imaginarme cuando era pequeña a un chico guapo y de buen carácter? No es que me estuviera quejando de mi mejor amigo, él era ideal, pero invisible, intocable y para colmo, imposible. Y yo ya estaba empezando a sentirme acalorada y me ruborizaba cada vez que se me acercaba.
Oh, no, Mía, te estás enamorando. Y no es algo normal que te enamores de él, de Eric. Del que solo existe en tu vida y nadie puede ver ni tocar y esto último tú tampoco.
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Mi amigo imaginario
Fiksi RemajaDespués de la tormenta viene la calma, dicen. Y después de la calma, viene la tormenta, digo. Desde que Eric se fue, todo en mi vida se puso patas arriba. Mi vida era normal, desde que llegó, se fue y volvió. Para mí, es alguien más y único en mi v...