Hold Back: Have some mercy

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/ / Have some mercy on me, love, don't burn me down / /

—Tampoco sabemos cómo de seria fue esa cita —dijo Nat.

Estábamos tumbadas en mi cama, que era demasiado pequeña para esta posición pero daba igual. Yo estaba triste y mi amiga intentaba consolarme.

—Eso no es lo importante, Nat —le repliqué de mala gana. Ella alzó una ceja, como si estuviera pidiéndome más información y yo suspiré—. La cosa es que ha tenido la cita, y eso significa que no siente nada por mí. Fin de la historia.

—Eso no lo sabes —respondió mi amiga, pero ni ella se lo creyó.

—Sí, no hay nada que diga me gustas más que salir con otras chicas —bufé sarcásticamente.

La verdad es que Nat no se merecía que le hablara así, pero seguía dolida por todo el tema de Parker, y estaba segura de que lo entendía. De todas formas, me disculpé con un suspiro. Mi amiga me sonrió tristemente y me abrazó, suspirando ella también.

—No te lo tomes a mal —me dijo—, pero creo que le estás dando demasiada importancia.

Y yo lo sabía. Sabía que era una estupidez sentirme así porque ni siquiera conocía a Parker de tanto tiempo, ni siquiera me gustaba desde hacía mucho. Pero eso no cambiaba la forma en la que me sentía.

—Lo sé —le respondí simplemente.

—A lo mejor deberías hablar con él.

Nada más oí esas palabras salir de la boca de mi amiga fruncí el ceño. No había nada que hablar. A mí me gustaba y él no estaba interesado, fin de la historia.

A pesar de eso, una semana después me encontré delante de él en el Seraphine. No sabía qué quería decirle exactamente, porque habían pasado ya dos semanas desde la noche de la fiesta, y casi no habíamos hablado. Aun así él no se había opuesto vernos.

—Llevamos dos semanas prácticamente sin hablar —le dije, después de tomar una bocanada de aire—. No nos conocemos desde hace mucho, pero antes de... Parar de hablar..., parecía que congeniábamos.

Incluso yo podía oír la duda en mi tono de voz.

—Sí —me sonrió Parker.

Esperé a que dijera algo más, pero no lo hizo. Asentí para mí misma y respiré hondo dos veces antes de hablar.

—No sé qué ha pasado exactamente —mentira—, pero creo que deberíamos ignorarlo y volver a donde estábamos antes —por favor no.

—Estoy de acuerdo —me dijo, y me temí que, de nuevo, no añadiera nada más, pero esta vez sí que lo hizo—. Podemos empezar ahora mismo, de hecho, ¿qué te parece?

Eso me pilló por sorpresa, pero asentí de todas formas.

—¿Qué quieres hacer? —le pregunté.

—Siempre podríamos quedarnos aquí, bajo la atenta mirada de Dan, pero casi preferiría que no —se burló, hablando lo suficientemente alto como para que el aludido le oyera.

—Vete a tomar pienso —replicó Dan, rodando los ojos.

Ante esto, yo no pude evitar reírme en alto, llamando la atención de los dos chicos y de algún otro cliente de la cafetería. Sentí mis mejillas teñirse de rosa y me encogí de hombros. Reírse es un efecto secundario de escuchar vete a tomar viento, es imposible evitar la carcajada que se forma con esas palabras. Así se lo dije a ellos, y Parker solo sonrió y negó con la cabeza.

—Vámonos de aquí —dijo.

Me despedí de Dan con una sonrisa y seguí a Parker fuera de la cafetería. Empezó a caminar y yo le seguí. Estábamos en silencio, y aunque esa no era la situación más idílica, no me molestaba, no era un silencio incómodo.

—Mi tío me ha dicho que cuando muera me va a dejar la cafetería a mí —me dijo, después de un rato—. No sé si sentirme agradecido u ofenderme.

—¿Por qué ibas a ofenderte? —pregunté, frunciendo el ceño—. Te encanta ese sitio.

—Me encanta estar allí para tomar un café y estar con mis amigos, pero de ahí a que sea mío hay un gran paso —explicó y dirigió la mirada al suelo—. No es que no respete su profesión, pero me gustaría hacer algo más relevante con mi vida, ¿sabes? Probablemente suene estúpido, pero no quiero ser algo más, quiero hacer una diferencia, y estoy seguro de que el dueño de una cafetería no se hace un hueco en la historia.

—Una vez un cafetero le dijo a un niño que nunca se rindiera al perseguir sus sueños. Ese niño era Albert Einstein.

—¿En serio? —desvió su mirada del suelo para centrarla en mí

—No. Es un meme, pero nadie dice que sea imposible que pase algo así.

Parker se rio un poco y luego volvió a mirar al suelo.

—Me alegro de que intentes hacerme sentir mejor, pero creo que ni los memes van a conseguirlo —me dijo, y su tono realmente sonaba triste.

—Entonces yo te sugiero que cambiemos de tema. Si los memes no pueden ayudarte, tendremos que pasar a algo más drástico. Y eso es mi compañía.

Él levantó la mirada de nuevo, incrédulo y yo le guiñé un ojo. Después de otras muchas bromas malas, la atmósfera a nuestro alrededor era más ligera, y entonces pudimos volver a la normalidad.

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