Hold Back: They try to romance me

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/ /  They try to romance me, but you got that nasty  / /

La música estaba demasiado alta, y los oídos empezaban a pitarme, pero evité vocalizar mis quejas. Ya lo había intentado, y la única respuesta de mi amiga Natalia había sido sacarme la lengua y reírse. Yo tenía claro que era normal que, después de una semana plagada de exámenes, ella quisiera beber y poder olvidarse del estrés, pero seguía sin entender por qué tenía que arrastrarme a mí con ella. Además, había pasado ya un mes desde los finales, y su estrés post-exámenes debería haber acabado ya.

Durante los tres años que hemos sido amigas, nunca he salido con ella de fiesta. No por falta de oportunidades, claro. Natalia es de ese tipo de personas surrealistas que siempre tienen una fiesta a la que asistir. Ella parecía conocerse a toda la ciudad, y siempre tenía planes locos a los que intentaba añadirme. Sin embargo, esa era la primera vez que yo le había dicho que sí. No había sido mi idea, sino de mi madre. Pasaba poco tiempo en casa por culpa del trabajo, y como veía que yo no aprovechaba eso para salir a emborracharme y a cometer estupideces, se le ocurrió que podría tener un problema.

En el momento en el que Natalia empezó a beber, supe que había tomado la decisión errónea. Complacer a mi madre a costa de mi propia comodidad había sido una estupidez, pero ya era tarde para remediarlo.

Estábamos en una casa a las afueras de la ciudad, a donde ni siquiera llegaba el autobús y ella había sido nuestro medio de transporte. Mi madre, como normalmente, estaba haciendo turno de noche, y no podría venir a buscarnos; los padres de mi amiga ni siquiera sabían que estábamos en una fiesta, y eso era algo que Natalia quería conservar de esa manera a toda costa. Yo no sabía conducir, y ella no estaba en condiciones de hacerlo, visiblemente borracha. Así que en definitiva, estábamos muy jodidas.

Miré el reloj de reojo y suspiré. Eran las dos de la madrugada y todavía no tenía claro qué podíamos hacer. Entre las dos, teníamos menos de diez dólares, y eso no sería suficiente para un taxi, así que estábamos allí encerradas hasta que encontrara un modo de llegar a casa. Resoplé y miré a mi amiga, o eso pretendía. Al girar la cabeza para hacerlo, vi que el asiento estaba vacío, y que Natalia no estaba por ningún lado.

Mientras me prometía mentalmente no salir con ella nunca más, me adentré en el mar de gente. El olor a sudor, a alcohol y a tabaco era aún más intenso en el salón, y las personas que bailaban parecían aún más intoxicadas.

No tardé mucho en ver a Natalia. Estaba hablando con un chico. Ella me daba la espalda, pero él se estaba riendo, probablemente del ridículo que estaba haciendo mi amiga de sí misma. Con paso rápido, me acerqué a ellos y agarré a Natalia del brazo.

—¿Por qué has salido corriendo? Tenemos que irnos, Nat —le dije, frunciendo el ceño tal y como habría hecho una madre.

—Eres aburrida. Ya no somos amigas, Elia, te odio. Él es mi nuevo mejor amigo —señaló al chico, que solo se rió.

—Espero que su nombre te lo sepas mejor que el mío —le respondí sin darle importancia, y luego me giré al chico—. Perdón, pero ya ves como va. Ya nos veremos.

Me giré y arrastré a Natalia fuera de la casa. Puede que no tuvieramos modo de transporte todavía, pero no iba a dejar que mi amiga siguiera ahí, y menos así de intoxicada.

Mientras intentaba buscar alguna alternativa para volver a casa que no envolviera a Natalia conduciendo, alguien me agarró del brazo, haciéndome saltar del susto.

—Perdón por asustarte —dijo el culpable, sonriéndome un poco. Era el chico con el que había estado antes.

—Mira, está borracha y no quiere nada contigo, así que puedes largarte ya, ¿eh? —le dije, con la paciencia casi al límite.

Dicho esto, él se rió.

—Sé que no quiere nada conmigo, de hecho estaba a punto de ofrecerme para llevaros, Elia.

—Mi nombre es Elea —le interrumpí, rodando los ojos—. Y no necesitamos que un desconocido nos lleve a ningún sitio, gracias.

A pesar de mi dureza y mi sequedad, su sonrisa permaneció en su cara.

—No soy un desconocido, me llamo Parker y conozco a Natalia desde hace como cinco meses —dijo encogiendose de hombros—. Ahora dime, ¿adónde queréis ir?

Tenía el pelo negro y los ojos marrones oscuros, la nariz afilada, y los labios carnosos. Parecía un chico normal. Pero eso no significaba que yo pudiera brindarle toda mi confianza de repente. Además el chico podía estar mintiéndome perfectamente.

Aun así, él era mi única opción.

—¿Podrías llevarnos a la parada de autobús más cercana? —pregunté con un suspiro derrotado. A lo mejor me estaba equivocando al aceptar su oferta, pero no sabía qué  otra cosa podría hacer.

—Lo haría encantado, pero dudo que puedas cargar a una borracha medio dormida. Déjame llevaros a casa. Si no confías en mí, déjale mi número a alguno de tus amigos de allí dentro —apuntó a la casa.

Suspiré y negué con la cabeza. Agarré a Natalia del brazo, y la guié hasta el coche de Parker, que era un Mercedes que en otro tiempo podría haber sido blanco, pero que ahora estaba teñido por una gruesa capa de polvo.

Mientras hacía esto, solo podía pensar en la posibilidad de que estuviera hablando con un asesino, o tal vez un secuestrador.

Hold BackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora