Hold Back: Happy days

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—Tienes que contarme absolutamente todo lo que pasó anoche —me dijo Nat, invitándose a pasar a sí misma en mí casa.

—No sé qué quieres que te cuente —dije, fingiendo un tono de voz desinteresado.

—No sé, veamos, mi mejor amiga ha tenido una cita, así que por supuesto, lo único que quiero saber es cómo de buena estaba la comida que tomasteis, ¿eres idiota? —mi amiga me pegó en el brazo—. Quiero que me cuentes cada detalle. Venga, que ya estás tardando.

Me reí y me encogí de hombros, sentándome en el sofá. Empecé a hablar y antes de darme cuenta estaba casi tan emocionada como ella.

Había conocido a Spencer gracias a Nat. Ella nos había convencido a ambos a ir a una cita a ciegas, y una vez estuvimos sentados, ambos nos encargamos de asegurar al otro que era la primera vez que hacían algo como eso. Habíamos ido a un restaurante del centro del pueblo, y allí, la comida había estado perfecta. Lo mejor había sido que, durante toda la noche, habíamos tenido temas de los que hablar, no había habido silencios incómodos como me había esperado.

—¿Debería preocuparme de que sea tan fácil hablar contigo? —había preguntado Spencer con una sonrisa fácil.

Eso me sacó una sonrisa, y me encogí de hombros.

—Espero que no, porque yo tengo el mismo problema —le confesé—. Sé que solo estamos en la primera cita, pero me gusta tu compañía.

Cuando acabamos de cenar, decidimos que era todavía demasiado pronto para decir adiós, y le ofrecí caminar por el centro. Siendo la hora que era, pocos sitios estarían abiertos, pero era una excusa para estar más tiempo con él.

—Me encanta caminar por la noche —me confesó después de unos segundos en los que ninguno habíamos hablado—, me hace estar calmado.

—Tiene su encanto —le concedí—, imagino que tu punto de vista sería diferente si fueras una chica.

La mirada que me dirigió estaba cargada de sorpresa, pero de nada más. No pude evitar pensar que otros chicos hubieran desechado esa idea, y en la parte más oscura de mi cerebro, me pregunté cómo reaccionaría Parker.

—¿Y por qué imaginas eso? —preguntó mi cita, sacándome los pensamientos de otro chico de la mente. O apartándolos momentáneamente, más bien.

—A las chicas se las enseña a tener miedo a la noche. Con razón, claro, la sociedad no es lo suficientemente fuerte como para educar a la gente a no secuestrar o violar chicas por la noche, así que simplemente culpa a la víctima a la vez que escribe carteles en los que pone ¡No salgas de noche! ¡Vístete como una monja! Y sobre todo, ¡no tientes a la suerte!

—La sociedad es una perra —dijo entonces, con un rastro de sonrisa.

He de admitir que eso me molestó. Algo como esto no debería ser el foco de su humor, pero aun así no dije nada. Era un hombre y no lo entendía. No quería decir que los hombres no pudieran entender cosas así, solo que la mayoría no se esforzaba en hacerlo. De nuevo, me pregunté cómo haría Parker.

No quería ser como Rachel cuando Ross se había echado novia en Asia. No quería estar en una cita pensando todo el rato en Parker, Parker, y nada más que Parker.

—Entonces, ¿cuáles son tus hobbies? —pregunté, queriendo tanto cambiar de tema, como distraerme de pensar en cierto chico.

—Me gusta mucho nadar, de hecho, estoy en un equipo de natación —eso explica su cuerpo, vale—, y también salir por ahí, ya sabes. ¿Qué hay de ti?

—Yo soy más de emociones tenues, me gusta ver la televisión y leer, y desde luego, no soy mucho de salir.

La expresión de Spencer se tornó en una de desilusión y yo luché por no fruncir el ceño, ¿acaso esperaba haber encontrado a su compañera de fiestas?

—Es raro que siendo tan amiga de Natalia no te guste ese ambiente.

—Me lo han dicho.

Estuvimos unos minutos en silencio y luego Spencer paró de andar, y agarrándome del brazo me hizo parar a mí también.

—Soy un idiota —declaró—­. Seguro que escuchas esa frase sobre ser amiga de Natalia demasiadas veces, y yo voy y te lo digo también. Es solo que... Estoy un poco nervioso. Nada más te vi pensé que eras preciosa, con esos ojos azules y esa piel tan suave, y ahora que he podido hablar contigo sé que tienes una personalidad genial que hace juego con tu imagen. Lo siento mucho.

Eso sí que me hizo sonreír.

—Tienes razón sobre eso de que he escuchado esa frase miles de veces, pero a ti te perdono, porque tú también tienes una personalidad que hace juego con tu imagen.

Entonces, él se inclinó, y yo me acerqué, y acabamos besándonos.

—Así que ha salido todo muy bien, la verdad. Hemos quedado en vernos de nuevo —informé a mi amiga, mirándome las manos un poco avergonzada.

—¡Eso es genial! Seguro que así te olvidas de Parker —me dijo ella, y yo le dirigí una mueca—. Sí, mejor empecemos por no nombrarle, ¿de acuerdo?

—Totalmente.

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