capítulo diez:

1K 128 51
                                    

10

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

10.| me haces sentir tan débil.


      Su mente estaba aturdida. Se encontraba sentaba en la larga mesa de S.T.A.R. Labs, sus ojos posados en la pantalla de la computadora, mientras Cisco y Caitlin trabajaban en algo en uno de los laboratorios. La joven cambia-formas se había preguntado quién era el hombre en amarillo y, cuando Barry y ellos le contaron que el nombre del hombre era Harrison Wells, ella decidió hacer una ligera investigación. Encontró cientos de archivos sobre el hombre y, en cuestión de una hora, fue capaz de conocerlo.

      Al sentarse en la computadora, no pudo evitar pensar en los momentos que compartió con Pietro y Barry. Los dos velocistas eran personas increíbles. Personas que merecían a alguien mucho mejor que a ella. Había hecho cosas que aún le aterrorizaban cada segundo. La batalla de Sokovia le dejó cicatrices, tanto físicas como mentales. La batalla de Nueva York dejó vastas memorias del Dios del engaño, quién le había prometido algo que ella no quería que él completara. Pero en la oscuridad de todo eso, había encontrado personas como los Vengadores. Encontró a Pietro. Y ahora, encontró a Barry.

      Maysilee nunca había amado fácilmente a los demás y, ahora que sufría esta situación, sabía que debía dejar ir a uno de los dos, o a ambos. Pero sus sentimientos por ambos surgían de su sistema como una tormenta que se negaba a morir. Había conocido sentimientos tan pequeños e insignificantes, pero ahora tenía algo que podía provocar que le doliera lugares dentro de ella que ni siquiera conocía de su existencia. Sabía que si se alejaba de uno, o de ambos, aún iría a la cama y repasaría cada detalle. Se preguntaría qué hizo mal, o qué había malentendido, y cómo diablos había creído que era feliz.

      Inhalando profundamente, la chica se empujó a sí misma lejos del escritorio. Observó su alrededor, su rostro en blanco, aún sumergida en sus pensamientos.

      Pietro Maximoff, el velocista que había salvado en Sokovia. El chico por el que ella arriesgaría su vida para salvarlo, y no solo por la salud de su hermana, pero por su propia salud también. El chico por que ella sentía una fuerte conexión desde que se habían conocido. El chico que hacía observaciones divertidas durante reuniones serias, y el chico que una vez atravesó una pared mientras intentaba impresionarla. El chico que la había ayudado a recuperarse de la batalla en Sokovia. El chico que la había salvado después de que Harrison Wells la apuñalara en el estómago. El chico que tenía un brillo en los ojos cada vez que ella entraba a la habitación, y la sonrisa que aparecía en su rostro cada vez que ganaba una discusión con ella.

      Y también estaba Barry Allen, el velocista que era demasiado dulce. Tan gentil. El chico que fue golpeado por un rayo por algo que Harrison Wells había provocado. El chico que parecía importarle más ella que todo lo demás. El chico que la ayudó a cambiar sus vendas después de que su herida haya comenzado a sangrar. El chico que la sorprendió con un pequeño y estúpido beso. Un beso que la estaba haciendo preguntarse en qué diablos estaba pensando. Haciéndola preguntarse qué haría si tuviera que elegir entre los dos.

      De repente, Maysilee saltó de su asiento y observó la entrada de la habitación. Apretó la mandíbula antes de salir, caminando con pasos fuertes. Recorrió el pasillo hasta entrar al gimnasio, dónde se encontró con el velocista de cabello plateado en cuánto cruzó la puerta. Pietro estaba golpeando el saco de boxeo.

      Él se dio la vuelta para enfrentarla, y ella se acercó. Estaba furiosa, y sus ojos nunca se desviaron el uno del otro.

      — ¿Cuál es tu maldito problema, Maximoff?

      Pietro alzó una ceja, cruzándose de brazos —. ¿Cuál es mi problema? Eres tú la que irrumpió aquí como si fueras la dueña del lugar—, contestó y ella negó —. ¿Qué sucede, May?

      — ¿Qué sucede?—, repitió ella —. Tenemos esta estúpida carrerita, y no puedo mantenerte el ritmo. Eres una distracción para mí, Pietro. Eres una estúpida distracción que me hace dudar cada vez que tengo que planear algo. Tú... ¡tú me haces débil!

      —No creas que no me sucede lo mismo contigo, prințesă—, murmuró Pietro.

      Maysilee lo miró por un par de segundos antes de cerrar el espacio entre ellos y presionar sus labios contra los de él. Las manos de Pietro instantáneamente fueron a su cintura y él le devolvió el beso con fiereza. Ella rodeó su cuello con sus brazos y le devolvió el beso con la misma intensidad. Sus manos acariciaron su espalda antes que él corriera hacia la pared, sus labios cayendo a su cuello. La castaña inhaló profundamente a medida que sus labios bajaban, dejando un camino de besos en su cuello, antes de caer sobre su hombro desnudo.

      De repente, el sonido de alguien aclarando su garganta dio paso en la habitación y ambos se dieron la vuelta para encontrarse con Caitlin. Los dos rápidamente se separaron y se enderezaron. La chica lucía sumamente incómoda, mirando a ambos antes de volver a aclarar su garganta.

      —Tenemos algo para ustedes dos, sobre el portal—, avisó Caitlin antes de salir del lugar. Pietro y Maysilee se miraron el uno al otro antes de salir del gimnasio y seguirla.

RIGHT HEREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora