Abrí los ojos. Mientras intentaba recordar dónde estaba, mi vista se acostumbraba a los colores del lugar en el que me encontraba. Verdes, azules, dorados, rosados. Inhalé, y el aroma era familiar también. Estaba en Valle de Cali, mi pueblo. En sus bosques, más específicamente. ¿Pero qué hacía dormida ahí? Me quise refregar los ojos, pero la muñeca izquierda me pesaba. Tenía a un dragón al rededor de la muñeca. Bueno, no literalmente. Era un brazalete muy bonito, celeste y magenta, pero no era mío. No sabía de dónde había salido. Tenía muchas preguntas y dudaba que alguien me las pudiese contestar. Me paré, y comencé a caminar tratando de encontrar la salida del bosque. En realidad, había dos posibles salidas: la del norte y la del este. Era un día nublado, así que no podía guiarme por el sol siquiera. Solo comencé a caminar con la esperanza de hallar alguna de las dos. Los bosques del Valle de Cali eran un lugar donde había estado miles de veces, y aún así, no lograba ubicarme; por mucho que caminara, no lograba siquiera divisar algo que no fuese parte de la arbolada. Hubo un punto en el que el paisaje parecía repetirse una, y otra, y otra vez. Y paré de caminar buscando la salida. Vi una flor tan bonita que tuve que frenar. Era rosada, casi del mismo tono que el brazalete de dragón. Luego, vi otra aún más bella. Y otra. Me distraje. Paré de buscar la salida y la respuesta a tantas preguntas que tenía, y comencé a correr entre las flores y los árboles. No era que no me preocupaba regresar a casa o averiguar sobre el brazalete; a pesar de haber estado tantas veces en ese bosque, realmente comencé a disfrutarlo. Prestaba atención a todos los colores, fundiéndose entre sí; a las aves, al arroyo fluyendo, al brillo de las hojas, a la tierra fértil. Era tan hermoso. Y cerré los ojos.
Volví a abrirlos. ¡¿Y el bosque?! ¡¿Por qué cerré los ojos siquiera?! No, no, tenía que volver. Estaba en mi casa. Era lo que buscaba. No así por qué quería regresar, pero sentía que debía hacerlo. Salté de la cama, pero una mano me empujó para atrás. Era mi tía Sibyl. "Tessie, ¿qué haces?", me dijo. "Con esa fiebre no irás a ninguna parte. Probablemente alucinaste". Me agarró la mano derecha e hizo que me toque la frente. No sentí mi frente caliente, en realidad. Me volví a recostar. Pero en mi otra mano tenía el brazalete de dragón. Levanté la muñeca y miré a mi tía. Ella me miró pero no contestaba. La sacudí para que entienda de qué hablaba. «¿De dónde salió? Yo estaba en el bosque. Me lo encontré puesto. Desperté en el bosque». Señalizaba algo nerviosa, y mis manos temblaban. Me dijo que ya había entendido, pero que no sabía sobre el brazalete, y que yo nunca había salido de la cama. Luego sentenció que yo tenía que descansar hasta que me sintiera mejor.
Suspiré. Las telas de mi cama se sentían muy frías a comparación del calor de mi cuerpo, pero aún así eran muy suaves. Me acomodé, pero no dormí. Me quedé pensando en el brazalete y en el bosque de Valle de Cali. ¿Había alucinado con mi fiebre? Podía asegurar que no. ¿Y desde cuándo estuve enferma? Otra pregunta más. Volví a suspirar. Ya no me sentía tan cómoda. Quise estirar mi brazo para encontrar mi celular, pero no estaba. Extrañaba a mis amigos. Me sentía algo sola. No recordaba cuándo había sido la última vez que los vi. Comencé a golpear mi mesa y mi pared, y Tía Sybil regresó. Me preguntó qué me pasaba. «Nada», señalicé. «Me siento sola. Quiero compañía. Quiero mi celular. Quiero que te quedes». Sybil dijo que no podía alcanzarme el móvil, pero que se quedaría conmigo. Así fue.
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El séptimo dragón [en pausa] #FantaAwards2017 #CarrotAwards2017
FantasyTessie Sutton despierta en los bosques de su pueblo natal con un brazalete cían y rosado en forma de dragón envolviendo su muñeca. Luego cierra los ojos, y está en su cama. Su tía, Sybil, le asegura que sólo alucinó con su fiebre, y que nunca se hab...