Un sueño

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Casi todo el día de Josh fue desperdiciado en jugar con su poder de controlar el líquido en el vaso, ya que estaba castigado y no podía salir de su cuarto. Lo llevaba de un lado al otro y de arriba a abajo. Podía arrastrar cosas pequeñas con el agua, pero Joshua sabía que si el líquido hubiese sido de mayor volumen y hubiese utilizado más presión, tranquilamente se hubiese podido levantar a sí mismo. También logró evaporarla, condensarla, solidificarla y derretirla cuando la transformaba en hielo. Era interesante ver todas las formas astutas en las que intentaba utilizar el agua. Sin conocerlo, uno nunca hubiese pensado que Josh podía ser tan inteligente, ni hablar lo suficientemente astuto como para controlar tan bien su poder. Me sentía un poco inútil por no haber intentado regenerar metal antes, pero ahora lo importante era esperar a que Josh se duerma e intentar poder entrar en sus sueños sin fallar.
Luego de un buen y, para mí, aburrido rato, Josh decidió que era hora de dormirse. Por fin, pensé. Si bien era casi hipnótico ver el agua danzar en el aire, ese espectáculo había durado varias horas.

Josh corrió las sábanas de su cama y se desplomó sobre ellas. Tardó unos minutos en caer en un profundo sueño, y allí supe que era momento de actuar. Me coloqué a su lado. Y cerrando los ojos, sin apuro, mi mente comenzó a distenderse y se fundió con el sueño de Josh. Todo se sentía tan irreal como el agua desprendiéndose de su camiseta.

Un Josh de unos siete u ocho años estaba en un parque de diversiones. Su sonrisa era alegre, pero el ambiente era tétrico. Las luces de las ruletas y los puestos eran de un color anaranjado apagado. Lo que se suponía que era un color vivo, se veía como una vieja fotografía; e inclusive la música no se escuchaba feliz, sino lenta y grave, lo que me descolocaba.  El pequeño Josh tenía en su mano un algodón de azúcar, y corría contento hacia lo que le llamaba la atención, hasta que decidió subirse a un carrusel, al que también me subí para seguirlo.

Los caballitos eran lúgubres: su pintura estaba saltada, y sus rostros parecían agotados de girar y girar en círculos por tanto tiempo. Pero Josh se sentó sobre un caballo que, en sus épocas doradas, habría sido celeste. Intenté acercarme a él para hablarle, pero no pude. Algo me impedía avanzar. En un pestañeo, estaba en el caballo detrás del suyo. Intentaba alcanzarlo, porque sabía que si le explicaba lo que sucedía, él iba a entender. Aún así, nuestros caballos estaban pegados en su lugar. El carrusel cada vez giraba más rápido, y con él, el tiempo de la música. Me mareaba tanto, pero yo seguía sin poder acercarme y los colores seguían añejos. Y las luces, anaranjadas. Y Josh, feliz.

Bruscamente, gracias a su despertador, Joshua salió de su sueño, pero no parecía recordarlo.

El séptimo dragón [en pausa] #FantaAwards2017 #CarrotAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora