«No creo tener fiebre», le dije a Tía Sybil con algunos gestos. «Yo desperté en el bosque con esta pulsera puesta. Corrí en el bosque. El bosque era encantador. Muy colorido. Lo recuerdo». Mis manos ya no temblaban y mis señas se entendían muy bien, creo. Mostraban la seguridad de lo que yo sentía. Pero Tía Sybil decía que no, que yo había comenzado a tener síntomas de gripe hacía dos días, y que por eso falté a la escuela. Que en esos dos días ella había cuidado muy bien de mí y que yo no me había movido de la casa y que me había hecho sopa de... ¿De qué? De un segundo a otro Sybil había desaparecido. No entendía. Realmente no sabía cómo había pasado. Un momento estaba ahí y al otro no. Cerré los ojos y los volví a abrir. Ya no estaba en mi cuarto. Escuché un silbato, y ruido de metales chocando entre sí. El aire era espeso y sentía un olor muy fuerte a químicos. Pero seguía acostada. Levanté la muñeca izquierda: el brazalete ya no era magenta y cían, sino dorado y verde. ¡Y mi mano! Mi mano era mucho más musculosa, tenía vello en los brazos, y tenía las palmas llenas de tierra.
—¡Burton, levántese ya mismo del suelo! ¿Para qué cree que le pago?
¿Me estaba hablando a mí? ¿Yo era ese tal Burton? ¿O quién era? ¿Acaso podría hablar?
—Sí señor, disculpe.
Intenté pararme, pero no pude. Podía hablar. Podía sentir mi voz vibrando entre mis cuerdas vocales, sin mover mis manos para comunicarme. Estaba tan sorprendida... ¿O sorprendido? ¿Quién era yo realmente ahora? ¿Cuál era mi nombre?
Otros dos hombres me ayudaron a pararme. "Jacques, ¿qué te pasó?", me preguntaban al unísono. Les dije que estaba bien, pero que no recordaba nada ni sabía qué tenía que hacer. A escondidas del jefe me llevaron hacia afuera.
Uno de ellos me sostuvo las piernas hacia arriba. Dijo que se llamaba Pierre. Otro me tiraba agua en la cara; su nombre, dijo, era Alan. Me explicaron que esta era una empresa que fabricaba automóviles; una de las mejores de Francia. Dijeron que mi trabajo solo era apretar cuatro botones en un orden particular.
Me quedé atónita... ¿O atónito? Ya ni siquiera sabía quién era. Les pregunté información más general: mi nombre, la ciudad, la fecha... el brazalete. Aparentemente, mi nombre era Jacques Fisher-Burton. Ese nombre ni siquiera me sonaba familiar. Pero siguieron: sobre el brazalete no sabían nada; pero estábamos en Toulouse. La fecha era lunes, 4 de agosto de 1947.
Los miré. Solo los miré. No me iba a gastar en explicarles que yo en realidad era una chica cualquiera llamada Tessie que vivía en México que ni siquiera hablaba en francés. Ni siquiera hablaba, en realidad.
De repente, Pierre y Alan se apartaron de mí: el jefe nos había encontrado. Me dijo que cómo podía ser tan irresponsable, que yo solo era un simple obrero como todos, que no me podía dar el lujo de quedarme en el piso y decir que no recordaba nada, que no me pagarían absolutamente nada, que yo era...
Luego no le escuché más. Mi visión se puso borrosa, y podía sentir latidos en mis oídos. Cerré los ojos y grité. Al abrirlos solo tenía la boca abierta y estaba emitiendo un chillido casi inaudible. Me callé cuando Tía Sybil me abrazó. La abracé yo también, y me puse a llorar. «Me llamaba J-a-r...» no, no. «J-a-t...». Suspiré. Deletrear siempre me resultó muy difícil. «Jacques Fisher-Burton». Seguí. «Estaba en Francia. Hablaba francés. Hablaba con voz. Era hombre. Trabajaba en una empresa. Mi jefe era malo. Estaba en el piso. No era 2014. Era 1947. Era real. Estuve ahí. Tenía una pulsera así...», dije, y me señalé la muñeca izquierda. «Pero era verde y dorada». Paré de hacer señas. Tía Sybil me miró y no movió ni un músculo. No dijo nada. Y yo lloré otra vez. Porque yo estuve ahí. Yo fui Jacques. Pero yo era Tessie. En diferentes años y en diferentes países, pero al mismo tiempo y en el mismo lugar. Era yo, y era verdad. Y no podía parar de llorar. Tía Sybil solo se fue.
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El séptimo dragón [en pausa] #FantaAwards2017 #CarrotAwards2017
FantasyTessie Sutton despierta en los bosques de su pueblo natal con un brazalete cían y rosado en forma de dragón envolviendo su muñeca. Luego cierra los ojos, y está en su cama. Su tía, Sybil, le asegura que sólo alucinó con su fiebre, y que nunca se hab...