11. Escapando

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— Max, ¿estás seguro que esto va a funcionar?
— Si, cariño. Confía en mí.

Estamos a punto de pasar por la seguridad del aeropuerto. Después del encuentro con Max y ahorrándome los detalles románticos, me dijo que ambos estamos siendo buscados. Max se consiguió pasaportes e identidades falsas, nos iremos del país y luego ni idea.

— No pensé que había aeropuertos en esta realidad paralela. —Le digo a solo un paso de nuestro turno.—
— Cariño, todo es real, solo que la gente no se da cuenta de lo seres que tiene al lado.

Pasamos la barrera con éxito y ambos sonreímos. El viaje en avión no fue muy largo, aproveché de dormir en un lugar más o menos decente, un asiento de un avión es mil veces mejor que el suelo.
Max me despierta y ambos bajamos.

— Tienes que comer. —Dice Max buscando un lugar en el aeropuerto—.
— No te preocupes, no tengo hambre.
— Eso lo dices porque estabas acostumbrada a comer muy poco, ahora volverás a la realidad.
— No estoy tan delgada. —Me miro y no me encuentro tan mal.—
— Lo estás, y créeme que no es gracia no tener donde agarrar. —Me guiña un ojo.— Lo hago por tu salud, amor.
— Bien, si es así, que sea una hamburguesa con papas fritas.
— Hecho.

Max me pide la promo más grande y yo me vuelvo loca. Había olvidado la última vez que había comido este tipo de comida.
Como es común en cada lugar que estoy con Max, la mesera no para de mirarlo, hasta creo que le va a pasar su número.

— Esa idiota no te deja de mirar. —Digo molesta, metiéndome una papa frita en la boca.—
— ¿Hablas de yo a tí?
— No. —Sonrío un poco.— De la mesera, y créeme que tiene intenciones de darte su numero.
— Lo sé, lo sentí.
— Y yo.
— Espera, ¿qué dijiste?
— ¿Qué cosa? ¿Qué la mesera se te quiere tirar?
— No, ¿cómo es eso de que lo sentiste?
— Solo vino a mi cabeza.

Sigo comiendo y Max no deja de mirarme.

— ¿Qué pasa? —Pregunto.—
— Fuiste entrenada.
— Si, recuerda que te dije.
— Mentira, no me lo dijiste.
— Bueno, tal vez con la emoción pensé que te lo había dicho todo.
— ¿Cuántos días estuviste en ese lugar donde te entrenaban?
— No lo sé, muy pocos, luego dijeron que tenía que escapar.
— ¿Y qué te enseñaron?
— En general a agudizar nuestros sentidos para poder comunicarnos mejor con nuestros Keepers, pero todo lo que enseñaban sentía que ya lo podía hacer.
— Tu tienes mucho avance, por eso me sorprendía cuando sentías mi dolor.
— Ajá. —No paro de comer.—
— Bueno, tú nunca te das cuenta de las cualidades que tienes Maya, pero ese entrenamiento aunque por inútil que te pareciera, si hizo mejorar nuestra comunicación.
— ¿Por saber que la tipa esa quiere darte su número?
— Si, eso y muchas cosas más ahora van a aparecer en tu cabeza, cada chica que sienta deseo por mi, lo sentirás.
— ¡Qué! Pero si aquí todas las mujeres te miran.
— Por eso, debes controlar tu cabeza y no dejar que esas emociones te dominen.
— Que horrible.
— Lo mismo siento yo, no creas que es mucha gracia.
— Si, pero a mí no me miran tanto como a ti, yo soy normal.
— Lo chicos si te miran. —Dice molesto.— Y al menos tú eres calmada, a mí me dan ganas de matarlos.
— No soy tan guapa. —Digo sin importancia.—
— Estás demente, solo tú puedes seguir siendo hermosa después de todo lo que pasaste. De todas las chicas que hay aquí, sigues siendo la más guapa.
— Eso es porque somos pareja.
— Bueno, por algo estoy bien loco por ti y no por otra, ¿no?

Max me guiña el ojo y yo sonrío. Idiota, siempre haciéndome sonreír. ¿De dónde salió? Ah, claro, no es de este mundo.

Nos dirigimos a un hotel, el cual parece muy costoso, casi todo está hecho de mármol y creo estar en un tipo de palacio.

Keeper. (Buscándote) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora