12. La daga

1.7K 199 19
                                    



Estaba soñando, lo sabía, soñaba que lo perdía otra vez. Un intenso dolor en mi pecho se hace presente. Es que, ¿hay algo peor que perderlo? Sin él, tengo nada.

A veces me siento algo idiota por haber arriesgado todo por un hombre, pero sé que él será el único.

Me despierto una vez más con sudor en mi frente y lágrimas en mis mejillas. Max descansaba plácidamente y Sop junto a su novio dormían abrazados. Nunca supe si Max duerme o no, pero al menos sigue con sus ojos cerrados.

Me levanto a tomar un vaso de agua y me fijo en la luna llena. Después del incidente en el hotel, llegamos a una cabaña algo alejada que ni siquiera tiene alguna muestra de comunicación.

Me apoyo en el mueble de la cocina y fijo mi mirada en el hombre que me tiene totalmente enamorada. Está ahí, con su pelo alborotado, sus pestañas largas que adornan sus ojos y su boca ligeramente abierta. Al verlo, solo se me viene una pregunta a la cabeza. ¿Por qué lo amo tanto?

No recuerdo el momento exacto en que el robo mi corazón sin permiso y con eso, el control de mi cuerpo.

No entiendo la razón, pero empiezo a llorar. Max abre sus ojos y se levanta, en un segundo lo tengo rodeando mi cuerpo.

— ¿Qué pasa, cariño?
— ¿Qué pasa? —Lo miro a los ojos y mi corazón da una vuelta.— Pasa que te amo, te amo tanto que no lo puedo controlar, te amo tanto que mi cuerpo ya no me responde porque tú eres el dueño de todo mi complicado sistema, te amo tanto, que no puedo pensar en otra cosa, no puedo negarte, no puedo no verte, no puedo no amarte. Eso sucede Max, al fin me he dado cuenta lo que es estar enamorada, ese sentimiento que todo el mundo habla, este sentimiento tan infinito que llena cada escondido lugar de mi alma. Es injusto, ¿sabes?. Es injusto que solo aparezcas, me mires, robes todo mi aliento y mi corazón te reclame. ¿Dónde queda mi autoridad? ¿En qué momento deje de tener el control de mis emociones? ¿Por qué...? —Doy un suspiro.— ¿Por qué te amo tanto?

No aguanto, rompo a llorar en sus brazos y él acaricia mi cabello.

— Lo siento si amarme te hace sentir tan mal. —Dice Max y me hace mirarlo a los ojos.—
— No es eso, solo que, ni me imagino este sentimiento en alguna chica que no sea correspondida, esto no debería suceder.
— Lo sé.
—Te amo tanto Max, no te imaginas cuanto.
— Y yo a ti cariño, tú sabes todo lo que te amo.
— ¿En qué momento todo este tormento va a terminar?
— No puedo responder eso, tampoco lo sé.
— No quería decir esto, pero siento que esto se va a ir de nuestras manos Max, los Inanimatum nos persiguen a cada lugar que vamos.
— Lo sé.
— Temo otra vez estar sola y no saber cómo defenderme.
— Lo sé, por eso no había querido entregar un regalo que te tengo.
— ¿Qué cosa? —Pregunto ansiosa.—
— Primero, debes saber que lo que te voy a entregar no es un juguete, Maya.
— Bien.
— No quería dártelo, pero tienes razón, a veces puedes estar sola y tienes que saber defenderte.
— Ya dámelo.

Max me mira a los ojos y luego va a su mochila, saca una pequeña daga de plata.

— Para ti.

La tomo en mis manos y la daga vibra.

— Vibra. —Digo asombrada.—
— Es porque está hecha para ti, responderá a todos tus movimientos, y sobre todo, a todos tus pensamientos.
— O sea, ¿qué si pienso algo, lo hará?
— Más o menos, por eso tenemos que practicar.
— ¿Podemos empezar ya?
— Tranquila ansiosa, son las cuatro de la mañana.
— Bien, pero sin falta me enseñas.
— Lo haré, ahora volvamos a la cama, bueno, sofá.

La guardo bajo mi almohada y Max me abraza.

— Duerme. —Besa mi frente y me quedo dormida.—

Keeper. (Buscándote) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora