¿Tu dolor o el mío?

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El sonido seco de las embestidas era todo en lo que se podía concentrar, soltando gemidos de dolor que eran ahogados por culpa de la mordaza que traía en la boca y lágrimas que tampoco salían a causa de otra que se encargaba de sus ojos.
El dolor era agudo, terrible, y él estaba cansado... no pudo evitar sentir alivio cuando el otro se corrió dentro de él. Se dejó caer con dificultad en la cama, buscando un modo de acurrucarse sin molestar al mayor, sin éxito.

-¿Quién te dijo que te pusieras cómodo? – Preguntó este, tomando los rubios cabellos de su esclavo. – Nadie ha dicho que terminamos. ¿O estás cansado? – Todo aquello lo decía por burlarse, el pequeño doncel que tenía por propiedad y su salud eran lo que menos le importaba. Levantó al menor por el pelo y lo obligó a arrodillarse, quitándole la mordaza de la boca. – Límpiala. – Le ordenó.

Sus labios temblaron al igual que el resto de su cuerpo mientras se acercaba más a tientas a la zona señalada, obedeciendo la orden lentamente, lamió con temor el miembro de su amo. Una vez terminó, una mano tomó bruscamente su barbilla.

-Buen esclavo – Decía el amo. – Agradece que esté satisfecho, quizá mañana tenga ganas de más.

Le encantaba ver al muchacho apenas unos años más chico así, asintiendo sumisamente, esperando la siguiente acción de su dueño como el objeto que era. Lo levantó cual muñeco de trapo, llevándole entonces a "su estantería".
El esclavo apenas y se movía, aunque trataba de hacerlo para no molestarlo, sus pasos nunca se igualaban a los del amo, quien lo jaloneaba, exigiéndole la velocidad que no podía alcanzar. Lo dejó caer en la silla de ruedas donde lo ponía, amarrándole de nuevo.

-Aquí es donde mereces estar – Era siempre su despedida. – Es todo lo que un bicho como tú puede tener.

Odiaba tener que dormir tan poco tiempo por las noches y tener que trabajar tanto por las mañanas, pero si eso implicaba poder disfrutar de ese trasero y esa boca... bien podía valerlo. Su padre no se había equivocado con su regalo de hacía dos años... pero eso nunca lo admitiría a luz pública. Porque su padre era ese tipo de personas con las que, por mucho en que se esmerara en encajar.... Simplemente no se podía, aun cuando él procurara la comunicación, o su progenitor le hubiese regalado un esclavo entrenado por años solamente para él... habían pasado demasiadas cosas que impedían la relación padre/hijo que ellos pretendían tener.

-Tu madre y yo viajaremos a Italia en unos días – Decía su padre en el elevador, en medio de esas conversaciones triviales que procuraban tener.

-Interesante – Dijo él sólo por decir, no se le ocurría algo mejor en esos casos. - ¿Me vas a dejar entonces tu porcentaje de la compañía?

El hombre mayor entrecerró los ojos unos segundos, captando la broma privada de su hijo. – Pues, no estaría de más, Logan. Aun cuando el porcentaje a mi cargo sea casi insignificante, algo es algo, y me da la posibilidad de darme la vida que tengo y la vida que tu hermano y tú tuvieron... incluso la que tienen ahora.

Soltó un suspiro, ahora venía la cantaleta de siempre acerca de los empleos y todo eso... - Está bien, ya entendí, gracias, Pa – Cedió, mientras que el otro negaba con la cabeza.

-Sólo te lo comentaba para que lo supieras, el director ejecutivo ya le asignó mis deberes a una compañera – Indicó – el viaje será la próxima semana, tu madre quiere que James y tú visiten más la casa antes de irnos.

Logan asintió. – De mi parte puedes contar con ello. Ni pienses que voy a tratar de convencer a James.

Su padre hizo otro gesto de desaprobación. – Lo haré yo, entonces, ese muchacho no se toma nada en serio nunca.

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