Despertó con la respiración agitada y viendo a todas partes, sintiendo el rastro interminable de lágrimas que surcaban sus mejillas sin parar.
Sentado ahí en la cama se hizo un ovillo, seguía sintiéndose extraño, en aquel cuarto que, aunque el doctor le había asignado como suyo, no podía sentirlo como tal.Abrazó sus rodillas, las últimas escenas de aquella pesadilla se paseaban por su cabeza, atormentándole. No pasó mucho tiempo para que al final optara por salirse de la cama, caminando a tientas hasta la cuna de su pequeño.
Si había algo que pudiese tranquilizarlo lo suficiente, eso sería el estar cerca del bebé, no se atrevió a prender las luces, con cuidado lo tomó entre sus brazos, acarició su carita, aliviado de que sus molestas pesadillas no le hubiesen despertado.
-Hola, mi amor... - Susurró, enjugándose el llanto que se quería formar en sus ojos. El bebecito se acurrucó mejor entre sus brazos, completamente dormido. Le meció un poco, sintiéndose un poco mejor. Aquella oscuridad no le ayudaba mucho, pero por muy permisivo que era el doctor Derek con él, no se sentía muy cómodo prendiendo y apagando luces si este no estaba ahí para autorizarle. Había costumbres que simplemente no se irían así como así.
No sabía muy bien qué hora era, pero no tenía ánimos para dormir de nuevo y el bebé bien podría despertar con hambre, salió de ahí con esa excusa camino a la cocina, procurando ser silencioso, sin mucho éxito.
No había pasado ni por el primer pasillo cuando la luz del cuarto del pelinegro se encendió.
Derek observó aún con sueño al muchacho lloroso frente a él, bostezó. – Emett, faltan dos horas para que el bebé coma de nuevo – Explicó con indulgencia, dándole una sonrisa tranquila. - ¿Qué haces despierto?
El rubio bajó la vista, pasando sus dedos por los suaves cabellos castaños que estaban creciendo en la cabecita de su bebé. – L-lo siento... - Sabía que tenía que decirle amo, lo había intentado en los dos meses que llevaba perteneciéndole, pero... le era tan difícil llamarle de esa manera a alguien más, casi como si estuviese traicionando al otro...
Derek suspiró, fue a la alacena, buscando un par de tazas y encendió la cafetera, escuchando al menor sorberse el llanto. - ¿Tuviste una pesadilla? – Preguntó, entendiendo la razón por la que estaba así.
Emett asintió en silencio, sin atreverse a responder con palabras, y agradeció mucho el que el doctor respetara aquello.
-¿Prefieres café o chocolate? – Preguntó el pelinegro, escuchando un susurro que con dificultad entendió como un "lo que usted guste", por lo que sacó también la leche y el frasco de chocolate en polvo. – Todo esto ha sido muy duro para ti, ¿verdad? – Comentó.
-¿D-disculpe? – Levantó la vista, sin entender esas palabras.
El doctor le daba la espalda, haciendo las bebidas que luego ingerirían. – Lo que pasó entre tú y Logan, debió de ser muy duro para ti– No necesitaba girarse para saberlo, desde que el castaño lo había dejado solo en el hospital, el rubio no mantenía la cabeza más que encogida entre los hombros, viendo hacia abajo, y únicamente cambiando de posición cuando se trataba del bebé, pero de ahí en más nada. - ¿Sabes, Emett? Nunca he tratado con Logan demasiado, pero lo conozco desde que usaba pañales. – Admitió. – Es... prepotente, impulsivo y sé también lo engreído que puede llegar a ser, igual que todos los Laferty. – Fijó su vista en la cafetera encendida, terminando de llenar la taza que le daría al menor. – Es por eso que puedo decir que él es una persona... que no sabe amar a nadie. Pero que aun así, intentaba amarte a ti.
Emett le escuchaba en silencio, sin saber muy bien cómo reaccionar a aquello, apenas atinó a negar con la cabeza. - ¿Por qué él haría tal cosa? – Preguntó en un murmullo. Aunque no era así la pregunta que se había formulado en su mente.
¿Por qué alguien, quién fuese, haría por amarle?
Rio con amargura, limpiándose las nuevas lágrimas que se desbordaban de sus ojos, cuidando no despertar a su pequeño. Nadie podría amarlo, nunca. Mucho menos su am... mucho menos el castaño.
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¿Tu dolor o el mío?
RomanceUno estaba herido, pero no quería admitirlo. El otro estaba atrapado aún en esa terrible oscuridad que era su vida, pero eso a nadie le importaba. Entonces, ¿cómo podrían salvarse? En un mundo donde la esclavitud está permitida, uno es el amo y el o...