El almuerzo

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Si había algo que Logan pudiese odiar, eso seguramente sería pasar tiempo con su familia.
Desde hacía tiempo que estando con ellos podía sentirse una incomodidad tan grande... claro, todo eso debido a lo que había sucedido hacía años. Pero nadie tocaba aquel tema enterrado, y mientras nadie lo tocara, las cosas iban a seguir así.

Los esclavos de la casa de sus padres servían el almuerzo con elegancia, su madre sonreía expectante por la presencia de sus dos hijos en la mesa de nuevo.
-¿Cómo han estado, entonces? – Preguntaba ella.

Logan se llevó un pedazo de tocino a la boca, viendo a James e impulsándolo a contestar primero. Este titubeó.
-Pues... bien, no me quejo de nada – Explicó el menor de los hermanos, tenso con sólo ver a todos esos sucios esclavos a su alrededor. – Mamá, dime que estos perros no tocaron con sus manos la comida, por favor – Pidió.

-¿Pretendías que yo la preparara, cariño? – dijo la mujer, tratando de parecer sorprendida.

Logan rio por lo bajo. Su madre no movía un dedo por esa casa ni aunque no hubiese servidumbre en ella. – No te preocupes, James, conociendo a papá, estoy seguro de que cuando menos se lavaron las manos.

James se frotó el cabello unos segundos. – Eso espero.

-Quien te oyera creería que te incomodan los esclavos, James – Dijo el padre en tono serio. – Pero recuerdo muy bien haberte explicado que ellos no...

-Estoy consciente de eso – Negó el mencionado antes de que su progenitor continuase. – Es sólo que me siguen asqueando de sobre manera. Estas bestias no dejan de ser lo que son, de un modo u otro.

Por la mente de Logan pasó la imagen que había dejado atrás al salir de su propia casa, cuando le indicó a su esclavo que iría a almorzar a otro lado y que él tenía entonces el derecho de comerse todo lo que había preparado... la imagen de ese muchacho rubio llenándose de comida con ansiedad mientras agradecía.

Una pequeña sonrisa se dibujó entonces en sus labios, sí, esos esclavos no eran más que bestias, aunque... unas bestias bastante graciosas, debía admitir.
-James, ¿qué papá no te había comprado un esclavo junto con el mío? – Preguntó de pronto, recordando eso.

Su hermano menor asintió, con una sonrisa traviesa cruzando sus labios. – Sí, un varón. Lo que considero de muy bien gusto de parte de nuestro padre ya que puedo demostrarle a esa alimaña que por muy "hombre" que sea... - Se fijó entonces en los esclavos de sus padres, que tenían la vista baja, pero estaban también pendientes a la conversación. – Golfa se queda.

Logan negó con la cabeza, todavía sonriendo. A diferencia de él y su esclavo, James era tan varón como su mascota, por lo que no podía imaginar la clase de sometimiento al que le haya puesto al esclavo.

-¿Y a ti, Logan? – Preguntó su madre. - ¿Cómo te va con ese esclavo que tu padre te regaló?

El mencionado se encogió de hombros, no le entusiasmaba mucho comentarlo, pero ya qué. – Pues, bien. Es un doncel bastante débil, por lo que no es nada difícil disciplinarlo.

-Esos son mis hijos – Se rio su padre. – Asumiendo el control como se debe, a la fuerza e imponiéndose.

Ambos muchachos asintieron, aunque los ojos de Logan se fijaron en la servidumbre de la casa, que estaban agachados y esperando órdenes. Siempre había sido así, salvo aquella vez, no podía recordar algún momento fuera de eso en que su padre hubiese tenido que golpear a los esclavos. Se fijó entonces en una esclava algo bajita, cuyo cabello cubría gran parte de su cara, y le dio por pensar, que la imagen de su padre dándole latigazos a esa muchacha, o su madre azotándola contra el piso... no era nada agradable.

Cuando el almuerzo hubo terminado, la familia entera comenzó a moverse camino al aeropuerto, preparándose para la despedida de los mayores.

-Espero se la pasen bien – Dijo James con una sonrisa, mientras Logan asentía.

-Cuídense mucho mientras tanto – Contestó su madre, abrazándolos con fuerza. – No quiero peleas mientras tanto.

-Ya no somos niños pequeños – Negó Logan. – Si este imbécil quiere pelea, poco le duraría el gusto.

-¿Qué dices? Si es claro que yo te ganaría – James rio por lo bajo, siendo observado con desaprobación por su madre. – Ya, entendimos, descuida.

Los vieron alejarse en silencio, James tenía la vista fija en el avión al que abordaban, mientras que Logan la alternaba entre eso y los demás pasajeros. Hacía un tiempo que tampoco tenía una muy buena relación con su hermano.

-¿Vas a ir a tu casa ahora? – Le preguntó camino a sus autos.

El otro carraspeó – Más o menos, tengo un par de cosas que hacer antes... ¿y tú?

Logan se encogió de hombros – Sí... también tengo algo más que hacer.

-Nos vemos en el trabajo, entonces – Deseó su hermano, a lo que él asintió. Sintiéndose en parte decepcionado por esa despedida.

Debía admitir que había sido una buena idea eso de haber soltado a su esclavo de la silla de ruedas; la casa estaba más limpia en esos días de lo que había estado en lo que llevaba viviendo ahí, por no decir que era algo reconfortante el pensar que alguien se paseaba por los pasillos, esperándolo.

¿Tu dolor o el mío?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora