Bajo el brillo de esta última noche la luna responde cuando le digo tu nombre, pues lo grité tanto mientras la miraba que a veces me convenzo que allí te escondes, mi reloj memoriza el sonido del minutero que se ecualiza al són de un insomnio que me acompaña desde entonces.
En mi calendario se marcan dos años pero mis ojos ocultan mil noches, mi boca doscientos besos no dados y mis oídos cuatrocientas voces. Mis ojos extrañan los tuyos y mi piel extraña los roces.
Las horas se acumulan mientras mi cuerpo espera encontrare entre gritos, entre llantos, entre deseos revelados y sueños arrumados, y desde esta esquina de mi cama a cualquier parte del mundo exclamo con paciencia que tú recuerdo estará de luto.