Grandes gotas revientan en el áspera corteza que recubren mis ganas de liberar demonios escondidos tras mi esófago, de acortar segundo a segundo esta eterna espera en la cual mis huesos pulverizan la madera donde se postran desde aquel ocaso en que vio desaparecer tu estela con el viento.
Mis labios no se abren desde la promesa susurrada a un oído que hasta hoy pareció no escuchar, y mis ojos no flaquean con la esperanza de aun observar de lejos el bello resplandor que emanaba tu mal genio, mis rodillas siguen en el mismo angulo en que las dejaste al decir adios y mis uñas ya encarnadas en la palma de mi mano siguen presionando para no perder el ligero calor que dejo un ultimo palpar.
Mi mente te escucha respirar pero el tiempo corre y día tras día mi cuerpo vuelve a flaquear.