Noche tres.
El sonido de la lluvia en el techo no me deja conciliar el sueño, observo como cada gota va resbalando por el vidrio de la ventana mientras siento impactar otras en mi cara, el calor que me producían las mantas va desapareciendo, mis noches se van haciendo mas pesadas, mi falta de sueño empieza a hacer notar una extraña voz en mis oídos, si, de nuevo ahí estas, tu voz no se ha marchado y aunque mis ojos estén cerrados la silueta de tu cuerpo se dibuja con perfecta claridad, el aroma de tu piel y la suave textura de tus manos empiezan a hacer presencia en la superficie de mi rostro.
Las lagrimas empiezan a fluir de mis parpados con facilidad, los gritos como cada noche empiezan a resonar en toda la habitación pues la melodía que entona tu voz no se va, el calor que producía tu mano en mi rostro empieza a desaparecer mientras mi desesperación va creciendo.
Y como en cada noche al momento de abrir los ojos, tan solo acompañado por el libro en la mesa y el reflejo de la luna iluminando mi silla, son lo único que me acompañan, todo sigue igual, con la tranquilidad que día tras día torturan y ratifican mi soledad.