¿Sabes, Tarik? He comenzado a sentirme como una mariposa. Pero no te equivoques, no es por nercizista ni ególatra, ni por sentirme bonita ni mucho menos. La verdad es que me siento así por razones completamente distintas.
Seguramente has oído hablar de ellas. De lo hermosas que son. De las distancias que recorren. De sus tamaños y formas. De los maravillosos colores. De lo poco que viven.
La gente dice tantas cosas, que ya no saben de qué hablan, ¿no crees? Es que ellos ignoran. Ignoran que la duración de su ciclo vital varía según las especies y las condiciones del entorno, por lo que hay mariposas que llegan a vivir 10 meses, y no un día como todos dicen. Ignoran que han colonizado todo tipo de hábitats a través de los años, desde los desiertos más secos y calurosos hasta altitudes blanquecinas a causa de las constantes nevadas, pasando por preciosas praderas y ambientes urbanos con todos sus depredadores y contaminación.
Ignoran su fragilidad, el hecho de que hasta un toque suave puede dañar sus finas alas; lo que podría ser una caricia podría dejarlas lisiadas el resto de sus días. Ignoran, que aún así, las mariposas habitan en la Tierra desde hace más de 300 millones de años, más incluso que cualquier mamífero que hayan conocido; por que ellas se encargan de hacerlo todo perfecto. Pueden tardar desde 20 minutos a horas completas en su acto de concepción, para luego buscar por quién sabe cuánto tiempo la forestación ideal para sus crías, ya que ésta será donde ellas vivan hasta alcanzar el tamaño de una oruga y perpetuar la especie. Sus colores, la velocidad de su vuelo, el diseño y la suavidad de sus alas, incluso la longitud de su lengua y antenas; todo, absolutamente todo en ellas tiene un propósito. Pero la gente lo ignora.
Creo que eso sucedió aquella tarde, el día que recibí mi diagnóstico. Ignoraron el tipo de persona que soy, ignoraron la gente que me rodea, mi ambiente. Ignoraron mi propósito. El diseño de mis alas y todos mis colores. Me tomaron por "una más" e ignoraron todo en mi. Por eso, como con las mariposas, disminuyeron mi espectativa de vida a la más mísera que pudieron encontrar.
Los 2 meses posteriores a aquel día, me sentía como una mariposa atascada en el parabrisas de algún auto. Hasta que no sanara mi ala rota, no lograría salir de allí, incluso aún cuando el auto no estuviera en movimiento. Sensible a cualquier roce. Mis alas estaban más frágiles que nunca, necesitaba ayuda para respirar y moverme.
He leído una vez, que la gente que no tiene un propósito es desgraciada. Se bien que conoces la frase, iba algo así como "No soy desgraciado. La gente sin un propósito es desgraciada, yo tengo uno." Y entonces me di cuenta que a pesar de todo, yo también tenía uno.
Salir de ahí. Mejorar lo suficiente como para que mis pulmones resistieran la presión en el avión, regresar a Londres, mi hogar. A mi antigua vida, a inscribirme en la universidad; a buscarte a tí.
Dos meses tardé, uno entero en el hospital y el resto en el departamento que mamá y papá habían alquilado. Meses duros, pero agradecí cada uno de tus llamados de aquel segundo mes. Mi ambiente me permitió seguir. Desde la atención de mis padres, hasta el calorcito de la estufa eléctrica, pasando por tus llamados con preciosas noticias buenas y la promesa de un regreso, sana y a salvo, a casa.
Paulatinamente mejoré, dejé el respirador, dejé el suero. Me quedé con mis medicamentos. El tratamiento retrasa el crecimiento de aquello que me carcome por dentro; la dificultad está en los efectos secundarios, pero no hay mal que por bien no venga.
El día en que mis padres me dijeron que volvería, no te conté por que quería que fuera sorpresa. Estabamos cenando en el departamento cuando, sin motivo aparente, se paró de la mesa dejando a mi madre hablando sola sobre cómo el precio de las verduras había aumentado esta semana. Al regresar tenía la misma expresión neutral en el rostro, quién iba a decir que sacaría tres boletos de avión, solamente de ida a Londres, y un alta médica en la que mi doctor de cabecera afirmaba que ya estaba lista para regresar a casa. Imagínate la alegría del momento, mamá dijo algo así de que al diablo con las verduras y presionó mi mano riendo. Apuesto a que casi puedes verla, ella siempre ríe.
Estaba nerviosa, debía admitirlo. Pero logré dormirme y mis padres me despertaron al llegar. Sólo eran unas 2 o 3 horas de viaje, así que no fue tan duro.
Ahí fue cuando te llamé. Quería que te apareciera el código de area local, lo cual quizás no haz visto, pero al diablo con eso. Te dije que estaba en casa, que había regresado y que necesitaba una dósis de palomitas y películas en tu viejo sofá. Accediste y ahí estuvimos. Me asficciaste en un abrazo y casi estallo de felicidad. Me atoré con jugo de naranja y te reíste a más no poder; pero no me enojé. ¿Sabes? Ni siquiera me ofendí. Es que, fue tan agradable volver a oír tu risa en vivo y en directo, que no cabía siquiera la posibilidad de arruinarla. Me quedé dormida en tu cama y olvidé mis medicamentos, pero por suerte aún conservas tu curiosidad y haz visto mi alarma. Te he contado, al día siguiente, el por qué de todo eso ¡y has prometido tantas cosas! "Te mudarás conmigo, congelaré mi carrera y viajaremos a donde quieras, haremos todo lo que tú quieras. Todo. Podrás raparme, como una vez se te ocurrió, incluso podremos llegar a bailar en medio de la gente, aunque no haya música. Haremos un montón de cosas, las que quieras, y todo irá bien, ¿sí?"
No se por qué lo haz dicho, pero para serte honesta, reformaste ligeramente mi propósito.
Claro que el mismo había cambiado una vez que llegué a casa. Cumplo mis 20 en 8 días y, si llego, cumpliré mi propósito para llegar a uno nuevo, mis 21.
Pero cuando dijiste eso, cuando limpiaste mis lágrimas y me ofresiste un lugar cálido y seguro en tu pecho, descubrí que mi propósito era insulso, que estaba siendo egoísta. Que sólo lo hacía por mi. Descubrí, que hacerlo por tí también me daba un poquito más de fuerza. No te mentiré. Descubrí que quería seguir aquí, sobre mis pies, con mis frágiles alas extendidas, por tí.
Así como me ofrecías alojamiento, viajar, raparte, bailar sin música e incluso congelar tu carrera; yo quería ofrecerte algo más que llegar a mis 21.
Aún no lo se. Me has dicho que te gustaba alguien, una mujer, no un perro ni un hombre. Una "alguien". Has dicho mi nombre dos veces, por lo cual además de perder una apuesta por un kilo de helado, me gané tremenda confusión. Luego hicimos otro trato, uno en el cual me regalarías un poco de tu tiempo para una charla, si yo te regalaba un poco del mío para una cita, sin compromisos. Claro que acepté, me diste tu tiempo y pude hablar contigo y contarte todo esto que me ha pasado estos meses.
Se que ahora te debo mi tiempo para esa salida. Prometo dártelo, resulta, que no eres el único que debe aclarar ideas. Pero tengo miedo Tarik. Miedo de darte más tiempo del que poseo. Seguro tal vez no me entiendas, pero algún día te lo explicaré con lujo de detalles. Te diré por qué tengo miedo de cambiar el asunto de "amigos". Te diré que me aterra decirte si, a sabiendas que algún día desapareceré. Te diré que quiero, que te quiero a ti, que de verdad es mutuo. Pero no se si te diré que deberíamos estar juntos de ese modo. Se me cruza lo moral con su contrario, qué "está bien" con lo que "está mal". Tal vez esté bien regalarte cada segundo que queda en mi vida, pero está mal que luego me vaya, tal vez sin despedirme y para siempre. El problema, es que aquella parte es inevitable; y aunque no quiera dañarte, aunque suene un poco estúpido, se que heriré al irme. Que dejaré aunque sea un pedacito de mí en ti y dolerá; pero me mata el no saber cómo puede doler más, si siendo amigos u otra cosa.
Te diré que ese es mi miedo, si es que consigo el valor para contarte; y que no existe nada más que me impida estar contigo.
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No es tan fácil
Romance(¡Corregido!) Seguramente reconocerás mi letra a la primera; bien sabes que desde siempre me he esforzado en que el maldito palito de la "d" quede inclinado con una ligera curva, y la "y" cuente con un final retorcido bastante pronunciado. Sabes t...