Febrero 28, 2013.

22 2 2
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La verdad es que no se qué estoy haciendo. 

Tenía un plan, ¿sabes? Pero las cosas se me salieron de control y ya no pude seguirlo al pie de la letra. Iba a darte este libro antes de mi operación, para que lo leyeras, para que supieras todo lo que me he guardado por si perdía la oportunidad de decírtelo frente a frente. Ahora la operación ya pasó y no se si continuar escribiendo o dártelo así sin más. Por el momento quiero seguir contándote cosas sin que te enteres, es bastante liberador, aunque sienta que te oculto algo.

Te contaré de la tarde en que desperté. Te contaré que fue la tercera vez en mi vida en que desperté sin saber que había ocurrido la noche anterior.
La primera fue en aquella fiesta, -empiezo a creer que Miles era un imán de grandes anécdotas- donde tuvieron la gran idea de hacerme probar el vodka. ¡¿Para qué?! ¿Con qué necesidad? Fue terrible, no recuerdo nada de aquella noche pero según me habían contado, había terminado hablando sobre lo horrible que sería nadar con un pato de campo en pleno río Támesis, con unos cuantos detalles desagradables. A todo eso, tu habías terminado peor, de eso no cabía duda. Aquello jamás se repitió, le tuve pánico al vodka y cualquier bebida que Miles o tú me ofrecieran, por eso es que la segunda vez que olvidé que ocurrió en todo el día anterior fue en Rusia, la primera vez que visité el hospital.
Ya te conté de aquellos terribles meses, así que me saltearé esa parte. Esta es la tercera.
Por un momento, mientras divagaba en la frontera de quién sabe donde tratando de ubicar mi consciencia, olvidé todo el día anterior y nunca sentí tanta pena. Sabía que había algo importante ahí, sabía que no debía olvidar, que lo lamentaría. Pero no podía recordar y nunca me sentí más... frustrada.
Tardé en unir piezas, en ver imagenes en mi cabeza. El avión, la llamada por teléfono, tu rostro cuando técnicamente te ataqué en el aeropuerto. ¿Por qué rayos llevabas bermudas? Era pleno invierno, por favor. ¡La corrida a casa! No sé por qué le llamo así, después de todo es tú casa, no mía; pero he estado ahí tantas veces que es como un anexo de mi hogar.

Bueno, me re-ordenaré. Esto es un desastre, tengo mucho por escribir y aquí en el hospital me retan las enfermeras. ¿Puedes creerlo? No me dejan ni ir al baño sola, mínimo que me dejen escribir.
En fin, Fui por ti al aeropuerto, me moría de nervios y mi celular se había mojado horas antes. Tuve que hacer de todo para que reviviera, lo puse en arroz para quitarle la humedad, incluso le pasé un poquito el secador de pelo a la batería, cosa que creo que es un poco peligrosa. Había puesto la alarma y, al prender el aparato, noté la hora. Se me había hecho tan tarde y por un momento creí que te habías ido del aeropuerto solo, decepcionado y tal vez ofendido o molesto. Tomé un taxi y llegué en tiempo récord para decirte que lo había olvidado por completo. Claro que no era así, sólo había perdido totalmente la noción del tiempo.
Tu voz en el teléfono, la recuerdo bien. Dijiste que me quedara en casa, que no me preocupara, pero pude verte el rostro y me dio tremendo pinchazo de culpa. Me sentí cruel por la broma, pero aquello me sirvió para convencerme de recompensarte. Me escondí en una columna y te abracé ni bien te asomaste por ahí. Te besé, ¿recuerdas? Rápido, por que aún no me acostumbro, y por que aún temía que estuvieras molesto. Pero nada. Bueno, me dijiste que era cruel, cosa que acepté sin replicar, pero el resto fue como de película. Pensaba en seguir hablando, preguntar de todo sobre tus vacaciones, pero todo cambió cuando la explosión de emociones atacó y me cohibí como estúpida. Sonreí a tu beso, de nuevo de todos colores y decidí que jamás me acostumbraría a esto, y que tal vez no fuera nada malo el no acostumbrarse. Te hice unas cuantas preguntas y lo siguiente que atiné a hacer fue mostrarte el anillo. ¿Sabes lo extraño y lindo que es llevarlo? Eso si, persona que me mira, persona que cree que soy muy joven para algo tan serio como el matrimonio, pero, ¿qué saben ellos?
Recuerdo haber pensado que debía haber alguna manera de hacerte enfadar. Es que, ¿cómo es posible que nunca te molestes siquiera? ¿Qué debo hacer para que me frunzas el ceño? No es que quiera, pero quisiera saber. Simple curiosidad.
Subimos al taxi, uno que me apresuré a llamar por que a ti se te olvidan las estaciones del año, y una vez adentro comenzamos con el show de la bufanda. ¿Por qué nunca me la aceptas? Yo estaba abrigada, eras tú quien pisaba la nieve prácticamente descalzo. Aún así me las ingenié para encontrar una manera de evitar que te congelaras, no me quedó otra más que aplastarte un poco, pero tú me usabas de almohada, así que... Sin problema.
Al llegar tuvimos un ligero asunto con el tema de la ducha de agua caliente, y es que a veces te pones tan terco que pareces tener 6 años. Cada vez que pienso en eso recuerdo las fotos que alguna vez me ha mostrado tu madre, siempre me impresionaron tus ojos. Dos faroles azules por donde lo vieras, a cualquier edad.
Tenía tantas ganas de regañarte una y otra vez, ¡pero es que me dabas motivos! Uno detrás del otro. Que te morías del frío, que no querías ducharte, que tampoco habías comido nada. Pero luego te vi en tu cama hecho bolita y, no lo voy a negar, me causaste tremenda ternura.
Terminamos durmiendo juntos, por primera vez desde que un anillo ocupaba mi dedo anular. Debemos ser la relación más rara del mundo, ¿no crees?
Aquella mañana desperté feliz, cómoda, tranquila. Por un momento dejé de pensar en el tiempo, sólo estábamos ambos durmiendo en un abrazo acogedor durante horas interminables. El problema fue que se hizo mediodía, que no había tomado mis pastillas en la mañana, y que se me dio por correr escaleras abajo para tomarlas. Tonta, tonta, tonta, tonta y mil veces más tonta.
Ahí se arruinaron mis planes.
No soporté la corrida, lo supe incluso antes de atravesar la cocina. El repentino cambio de ritmo había sido demasiado para mi corazón. ¿Puedes creerlo? Me venció una escalera. Al llegar abajo me atacó el dolor y se me cayó todo. Se desparramó por el piso y esperé a que hubiese sido ruido suficiente como para despertar tu curiosidad. Estaba convencida de que no moriría así, pero dolía tanto que me aterré. ¿Sabías que el miedo lo complica todo? Hace que el corazón se esfuerce más, que se seque la boca y que llegue la parálisis. Estaba hecha un manojo de nervios y miedo, quería que vinieras pero no quería que me vieras así, doblada de dolor y pensando que iba a morirme por que simplemente bajé las escaleras.
Aún así apareciste y gran parte de mi se relajó. Me costaba respirar y sentía que alguien me apretaba con una pinza gigante el corazón. Por que sí, se siente, diferencias el dolor muscular, del de las articulaciones, los tendones y os órganos.
Llegaste y lo único que recuerdo es que por segunda vez en todo este tiempo, dijiste la palabra con A.
Me dijiste "mi amor", ¿recuerdas? Seguro no tienes idea de lo que fue aquel momento. Me convencí de que no podía abandonarte así, que si me iba de este mundo sería por algo más grande, menos lastimoso que una mísera escalera. Del resto no recuerdo nada, pero no me hace falta que me lo cuenten para saber que debo agradecerte. Se que estuviste ahí, en cada momento. Se que has pasado momentos difíciles, por que, después de todo he dormido durante cuatro días.
Me duele pensar cómo has pasado ese tiempo, tanto como me duele por mi familia. No debe haber sido fácil.
En cuanto a mi, te contaré que no he sentido el pasar de los días. Fue como esas veces en las que te duermes y sientes que despiertas al minuto, pero en realidad dormiste horas. Antes de despertar, como te dije antes, no recordaba nada; por lo que me obligué a recordar antes de abrir los ojos. Tu voz me ayudó, no voy a mentir, me costó reconocerla; pero fue una excelente guía. Los recuerdos llegaron uno tras otro llenándome de la alegría de esos últimos días contigo, sentí mi anillo en el dedo y nunca me dolió tanto recordar aquella noche frente al piano.

Casi te dejo, Tarik. Y eso no es algo que pueda perdonarme. Vi el terror en tus ojos, contaminando el brillante azul que tanto adoro, y haría lo imposible por no volver a verlo. Después de todo, salvaste mi corazón en el sentido más literal posible. Salvaste mi vida. Y si me permites un momento cursi, mi corazón te pertenece de tantas maneras que podría jurar que ya no es mío. No se cuándo, ni cómo exáctamente, pero te convertiste en una pieza clave en mi vida, en ese engranaje sin el cual la máquina en sí no funcionaría. Vivo por tí, para tí, por nosotros.

Bueno, es increíble lo que puedo escribir mientras no estás y mamá duerme. Ella se queda conmigo en el hospital, pero tengo que ser rápida al guardar el libro para que no lo vea. Lo último que quiero es que le pique la curiosidad.

Te hablaré de lo que fue verte al despertar otro día, por que ya es tarde y tengo mucho que decir acerca de eso. Y estoy cansada, Tarik, me he vuelto una flojita.
Por ahora, te dejo mis mil agradecimientos y una nueva promesa.

No es tan fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora