Te prometo que hoy también tengo una explicación para el dibujo, sólo debes llegar al final.
No es de las partes más bonitas de nuestra historia, porque, como te he contado hace un par de días -u hojas-, hoy te diré lo que fue despertar. Prometo enfocarme en lo que verdaderamente me importa, pero me interesa que se resuelvan tus dudas. Mejor tarde que nunca.¿Conoces la sensación de no tener idea de absolutamente nada? Yo creo que sí, es similar a cuando despiertas fuera de ti, a cuando no sabes ni dónde estás. A cuando ni el cuerpo te responde. Te sientes torpe, perdido, fuera de control. Como si te vieras a ti mismo desde afuera, como si realmente no estuvieras ahí, dentro de ti. No es sólo el lugar donde estás el que pierdes, sino el tiempo.
¿Qué día era? ¿Qué hora? Me dije a mi misma eso que te dije recién, que se parecía a ir a dormir ebria y despertar en casa ajena, incluso cuando no me había ocurrido nunca, por lo que llegué a descartar esa opción con rapidez a pesar del aturdimiento.
Recuerdo la sed, el sentir los labios pegados, secos, ásperos como mi garganta; pero también recuerdo que, en ese mismo instante, no podía ponerle nombre a nada de lo que sentía. Me forcé a recordar, porque no había forma de que abriera los ojos aún, estaban tan pegados como mis labios, producto de haberlos mantenido así durante tanto tiempo. Supuse que ubicar un recuerdo cercano, ponerle fecha y partir desde allí sería lo más sencillo, e igualmente requirió demasiado esfuerzo.¿Alguna vez has intentado ver una muy mala película con mucho sueño encima? Seguro que sí, conmigo, te he hecho ver cada cosa y has terminado dormido tantas veces que si me pongo a contar ahora tendría que terminar esto en dos semanas. Es esa misma sensación de estar mirando atento, de estar realmente concentrado, pero despertarte. Y ahí se desconfigura todo, porque, ¿cómo es que si estás atento a una cosa, mirándola, comprendiéndola, de repente te despiertas? Te crees despierto, hasta que realmente lo estás.
Así se siente intentar despertar en un hospital.
Siempre has estado del otro lado de la camilla, estudiando, observando, anotando, atendiendo. Y espero que nunca, jamás, estés subido a ella.
Entonces así estaba, entrando y saliendo de mi consciencia, siempre un esfuerzo extra sin saber si transcurrían minutos, horas, días o segundos. Y entonces también me creía despierta, porque pensaba, porque quería recordar, pero no lo estaba, no podía moverme, no podía hablar, no podía. Existe, créase o no, esa voz interior, ese "tienes que despertar" que finalmente aclara las cosas. Pero no podía hacer lo que pedía aún. Todavía no estaba lista.Regresé al intento de recuerdo, esa chispa inicial que me llevaría a todo lo demás, ese rayito de esperanza en mi pequeño momento de desesperación.
Lo último que había hecho, ¿qué era? Recordaba algunas imágenes, todas diferentes entre sí. Recordaba algunos rostros, el de mi madre haciendo las preguntas rutinarias mientras yo cruzaba la puerta a toda prisa, el de mi padre para un último abrazo antes de partir. Recordaba haber pagado un taxi, despertar, haberme quitado las medias para dormir, ido al aeropuerto, una llamada telefónica, otro taxi, una siesta en el camino, y todo desordenado. Busqué algo que uniera mis recuerdos, una línea de tiempo, un orden de prioridades, lo que fuera, y en vez de eso me di de bruces contra un nombre. Tarik. Tú estabas ahí, en el taxi, en el aeropuerto, incluso en la cama donde recordaba haber dormido. "5 minutos más". Podía recordarte diciéndolo, sin abrir los ojos mientras te acurrucabas entre las sábanas. El frío, las risas, un reto, abrigos y por algún motivo, un par de bermudas. Por más tonto que sonara aquello último, me hizo recordar. Había ido por ti al aeropuerto y tras regañarte por tu terrible ocurrencia de aparecer en bermudas y ojotas en pleno invierno de Londres, habíamos decidido dormir.
Volví a la sensación extraña, aquella que te decía "tienes que despertar", pero que ignoraba con tanta facilidad que me permitía seguir durmiendo. Me concentré en eso, despertar, como hacía cuando era pequeña y el sueño le ganaba a las ganas de asistir a clases. Primero los dedos, luego la mano entera y los pies. Pero incluso el primer paso me estaba costando. Me sentía idiota por no lograr que mi cuerpo obedeciera. Se sentía como una barrera... O no, si tuviera que definirlo, se sentía como si una cuerda mantuviera en su lugar todos mis huesos, mis tendones, mis músculos, sin dejarme alzarlos, tirándome siempre hacia abajo, hacia donde no había luz. Me pregunté si seguía en la cama, pero no tardé demasiado en darme cuenta de que no era así. Que estaba sola y a decir verdad, tenía un poquito de frío. Así que, no era mi cama, estaba segura, tampoco la de él, acababa de descartarlo.
Me concentré en buscar señales, lo que fuera, y las molestias comenzaron a aparecer; En mi brazo izquierdo, por ejemplo, sentía un pegote molesto en la cara interna del codo. Luego, en mi rostro, algo presionaba mis mejillas. Otra cosa apretaba mi dedo índice de la misma mano y tenía helados los dedos de los pies. Uní todas las cosas y sabía que ya había estado aquí. No aquí del lugar, sino en una situación similar, un contexto parecido, y suponía que el panorama también era relativamente similar.
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No es tan fácil
Romance(¡Corregido!) Seguramente reconocerás mi letra a la primera; bien sabes que desde siempre me he esforzado en que el maldito palito de la "d" quede inclinado con una ligera curva, y la "y" cuente con un final retorcido bastante pronunciado. Sabes t...